Concordancia disonante

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Foto: UAN

Por José Luis Olimón Nolasco

A propósito de la elección de la Primera Rectora de la Universidad Autónoma de Nayarit

Hace aproximadamente once años, a propósito de una propuesta de escudo para el Programa Académico de Filosofía de la Universidad Autónoma de Nayarit —diseñado por cierto por Gustavo Castellanos, en esos años estudiante de esa licenciatura— escribí una reflexión que llevaba el mismo título que estas “palabras” que ahora comienzo a plasmar electrónicamente, a propósito de la reciente elección de la Primera Rectora de —aquí una frase cliché— “nuestra máxima casa de estudios”, la Doctora Norma Liliana Galván Meza, hasta hace unos días Directora de Docencia de esa institución.

Titular estas “palabras” “Concordancia disonante” de nuevo, obedece a la semejanza que encuentro en mi recepción de esos dos acontecimientos aparentemente tan disímiles…

En aquella ocasión mi concordancia tenía que ver con la buena acogida y la valoración positiva que había recibido la propuesta de escudo con las siglas de la UAN en la parte superior, acompañada de una letra phi mayúscula, con la palabra Philosofía —así, en latín y con mayúsculas y en la parte de abajo, la famosa leyenda kantiana “Sapere aude” [atrévete a pensar] y mi disonancia tenía que ver con el contraste entre la simbología “mexicanista” presente en el escudo [una serpiente emplumada a cada lado, un arco y una flecha en uno de los cuadrantes y una planta de maíz en otra] y los contenidos “universalistas”, por no decir “occidentalistas” o “nordatlánticos” que configuraron los dos Planes de Estudio hasta entonces [y hasta ahora] y sus correspondientes mapas curriculares, tan lejanos por cierto del lema “por lo nuestro a lo universal”…

Pues bien, confieso que ese título fue lo primero que vino a mi mente en el instante que pensé que era conveniente dedicar las “palabras” de alguna de mis colaboraciones para El Meridiano de Nayarit a esa elección que había sido tan bien acogida; valorada tan positivamente en una buena parte de la comunidad universitaria y en la opinión publicada y que había provocado un entusiasmo desbordante en la Unidad Académica de Educación y Humanidades de la que egresó y en la que ha venido colaborando.

Y sí, mi concordancia con esa buena acogida, con esa valoración positiva y con ese entusiasmo está presente en mí…

No puede sino alegrarme el hecho que, por primera vez en la historia de la Universidad Autónoma de Nayarit, una mujer haya sido elegida, de manera casi unánime, como rectora para el quinquenio 2022-2027; que sea la primera rectora egresada de las aulas de la propia universidad de la que, a partir del 9 de junio próximo, será rectora y que tenga una trayectoria académica y administrativa significativa y que sea egresada y haya sido colaboradora de la Unidad Académica a la que pertenezco.

Eppur, el que me alegren esos hechos y que esa alegría me lleve a concordar con la buena acogida, con la valoración positiva y con el entusiasmo que ha despertado esta elección, nada resta a mi inevitable postura disonante —etimológicamente, algo que suena distinto, que “dis-suena”— y, por supuesto, crítica.

Mi primera disonancia tiene que ver con el cumplimiento —no inédito, por cierto— de una “cargada anunciada” que se reflejó en los 149 votos de 154 [¡96.7%!] emitidos por los miembros del Consejo Universitario a favor de la Doctora Norma, frente a los 4 emitidos votos a favor de la Doctora Rocío Flores y una abstención. [Los candidatos varones, dicho sea de paso, no obtuvieron un solo voto].

Mi segunda disonancia, tiene que ver con el silencio —apenas roto en una que otra publicación— acerca de los lazos que unen a la rectora electa con el exdirigente de la FEUAN y ahora Director de la Unidad Académica de Salud Integral Daniel Maldonado Félix, con las consecuencias que eso puede traer consigo, no solo para el ejercicio del cargo, sino para la universidad en su conjunto.

Mi tercera disonancia tiene que ver con el silencio en relación con los poderes fácticos que siguieron estando presentes en este proceso de elección y que, muy probablemente, conservarán su poder y seguirán defendiendo, ante todo, sus propios intereses.

Mi cuarta disonancia tiene que ver con la ausencia de propuestas tendientes a modificar las estructuras internas que han llevado a la UAN a la actual crisis financiera y a la perpetuación de situaciones anómalas en materia administrativa de larga data, sin las cuales, cualquier cambio no llegará más allá de lo cosmético…

Quizás sea mi formación en un pensamiento de carácter eminentemente crítico; quizás, la experiencia de tantas y tantas promesas inclumplidas de las que he sido testigo; quizás, la crudeza de la realidad; quizás todo lo anterior y mucho más, pero, más allá de la concordancia y de las disonancias acabadas de enumerar, desgraciadamente, no veo, al menos en el futuro próximo, ningún cambio de fondo, ninguna mejoría digna de mención y de celebración en relación con el estado que guarda nuestra universidad, porque, a los graves problemas internos, es preciso añadir la insuficiencia de los apoyos recibidos hasta el momento por parte del Gobierno del Estado y, por parte del Gobierno Federal, unos apoyos que en una colaboración anterior comparé con “agua oxigenada, merthiolate y algún ‘curita’”, para atender una problemática “de salud integral” que requiere, al menos —como ya lo dije también y ahora lo reitero—, una cirugía mayor, si no es que un “re-nacimiento” como el del ave fénix.

Es verdad, la esperanza es la última en morir, pero, tarde o temprano, muere… Y la mía, en relación con una transformación de signo positivo de la UAN, a mediano plazo, agoniza…

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