Por José Luis Olimón Nolasco
Como suele suceder, el mes de mayo está siendo tiempo de definiciones en las principales ligas del futbol mundial: Inglaterra, España, Italia, Alemania, Francia, y también, en la Liga MX.
En ese orden de cosas, hace tiempo ya que en Alemania el Bayern Múnich se coronó una vez más y que, de una manera inesperada al inicio del torneo, el Real Madrid de coronó en La Liga y, por su parte en la “Ligue 1” se coronó el París Saint Germain, no sin haber “quedado a deber, una vez más en la UEFA ‘Champions League’” al quedar eliminado por el Real Madrid, en una voltereta poco menos que increíble.
En la Serie A, después de diez años y por 19ª ocasión, se coronó el Milán, ese equipo que, desde mi primera infancia y sin saber dar razón de su por qué, ha sido mi equipo favorito, independientemente de lo bien o mal que le vaya. En el camino quedó la Juve, que había acaparado “scudetti” los años recientes, así como el Inter que lo tuvo al alcance de la mano y el Nápoles del Chucky Lozano que, de nuevo, flaqueó a la “hora buena”.
La Premier League, una vez más también, nos regaló un final cargado de emoción no solo por la definición en la última fecha del calendario, sino porque estuvo a punto de decantarse del lado del Liverpool dado que el Aston Villa le estaba ganando al Manchester City 2-0 a pocos minutos del final y, aunque, no sin dificultades, los “Reds” hicieron su parte remontando un 1-0, los “Sky Blues” transformaron el 0-2 en 3-2 en unos cuantos minutos, haciendo inútil el esfuerzo del equipo del puerto que vio nacer a “The Beatles”.
En “La Liga”, por su parte, la emoción no provino de la parte alta de la tabla, sino de la parte baja, en la que el Granada, el Cádiz y el Mallorca de Javier Aguiirre [de ahí la emoción en tierras mexicanas] se jugaron la permanencia en la categoría. Finalmente, Aguirre cumplió con la tarea que se la había encomendado: salvar al Mallorca del descenso.
Más allá de esta temática definitoria en las principales ligas europeas, el fin de semana nos ofreció otra definición importante en el mundo del futbol ―y, probablemente, no solo del futbol―: la decisión de Kylian Mbappé de permanecer ―con un contrato ampliado hasta el año 2025― en el París Saint Germain, poniendo fin así a una prolongada novela, en buena parte mediática, que le había llegado a considerar como la nueva adquisición y la nueva estrella del Real Madrid. Como era de esperar, tratándose, para muchos, de quien sería ya el mejor jugador del mundo y, posiblemente, el que lo será los años venideros, esta decisión ha activado, de nuevo, la polémica al respecto. Algunos se han alegrado por la libertad ejercida por el joven delantero frente al poder de Florentino Pérez, el dueño de los merengues, quien suele obtener todo aquello que se propone y comprar al jugador que se le pone en la mira; otros, han destacado que lo determinante para su decisión fue la cuestión monetaria, ya sea que la aprueben como el criterio definitorio o no para un jugador de futbol o para cualquier persona y, otros ―entre quienes me cuento ― consideran que, desde el punto de vista estrictamente futbolístico, Mbappé se perderá la posibilidad de alcanzar y mostrar todo su potencial en una de las ligas más importantes del mundo futbolístico ―para algunos la más importante― y de jugar en el que es considerado el equipo más importante de todos los tiempos. Es verdad que podrá seguir mostrando su calidad en la Ligue 1, que intentará llevar al PSG, junto con Messi, Neymar y otras estrellas, a la obtención de la “Champions” y que, probablemente, obtendrá de nuevo, con la selección francesa alguna otra “Coupe du Monde”, pero, aun así, creo que esta decisión nos impedirá ver al mejor Mbappé posible.
Dejando el ámbito “mundial”, que en realidad es europeo, las siguientes palabras surgen de las emociones, definiciones y volteretas que se dieron en la Liga MX…
Increíble ―además de lo increíble que un árbitro que mostró en repetidas situaciones, “el cobre”, vaya a ser el representante del arbitraje mexicano en el Mundial de Catar― la dinámica del partido de vuelta de la semifinal disputado entre los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León y los rojinegros del Atlas. Cuando todo parecía definido con el gol anotado por el Atlas, el cual obligaba a los Tigres a meter cuatro goles a un equipo que no había permitido más de dos goles a lo largo del torno, el panorama se fue transformando a partir del penalti marcado contra el Atlas y que fue convertido en gol por André-Pierre Gignac, quien, en unos cuantos minutos, metió dos goles más que dejaron a los Tigres a solo un gol del pase a la final… ¡Y lo metió! Y, sin embargo, un nuevo y polémico penalti, devolvió la vida a los aficionados del Atlas y, al equipo, ese pase que le había sido arrebatado de las manos por los “tres tiros” que le había dado Monsieur Gignac… Y, el América, con un contundente 3-0 vio frustrado su pase a la final, junto con la posible hazaña de pasar del lugar 18° al campeonato en unas cuantas semanas…
Finalmente, unas palabras sobre el segundo lugar de “El Checo” Pérez en el Gran Premio de España, un segundo lugar un tanto inesperado después del sexto lugar en que partió y un Gran Premio que había pensado no ver en protesta por la decisión ―una más entre muchas del mismo tipo― de Fox Sports de transmitirlo, en vivo, de forma exclusiva. por el canal de reciente creación Fox Sports Premium. Sin embargo, al enterarme del segundo lugar obtenido por el piloto mexicano, dejé mi protesta por la paz y me propuse verla, aunque fuera con la consiguiente emoción menguada que deriva del carácter diferido de la transmisión, esa que hace que se pierda gran parte del encanto del tiempo real, de la experiencia de las transmisiones en vivo.