Por Ernesto Acero C.

El Gobernador Miguel Ángel Navarro Quintero ataja una estafa que se ha realizado a la vista del mundo. Me refiero a la expedición de certificados de estudio que no se corresponden con los más rudimentarios indicadores académicos. No se queda con el anuncio, sino que se inicia con una serie de acciones encaminadas a poner fin a esa delirante realidad.

La titular de la Secretaría de Educación Pública, Mirna Araceli Manjarrez Valle, con absoluta certeza a denunciado las múltiples irregularidades que se registran en la expedición de títulos de Reconocimiento de Validez Oficial de Estudios (RVOE). Esos RVOE’s se han expedido de manera simplona, prácticamente cumpliendo con requisitos de orden administrativo y no de fondo. En ocasiones, hasta sin cumplir con los requisitos más elementales. Los RVOE’s, en repetidas ocasiones, se entregaron como tirar confeti.

Una persona o grupo de personas, rentan una vieja casa en el centro de la ciudad o en cualquier colonia de Tepic, y con RVOE en mano abren una “escuela”. Esa historia se repite en otros municipios. De esa manera, se empiezan a expedir documentos probatorios de niveles académicos que realmente no son reales. Esto en realidad se manifiesta también en centros educativos del sector público. La misma Universidad vivió su escándalo en ese mismo sentido, pero ni siquiera vale la pena entrar a una revisión histórica del caso.

La profesora Manjarrez Valle fue contundente al señalar que Nayarit es el principal productor de RVOE’s en el país. Tristemente, el estado también posee el último lugar en cuanto a la calidad académica de los “egresados” de esos centros educativos.

No extraña que en el estado se registren esos hechos tan lamentables. Esa historia es de todos conocida. Una y otra vez vemos que los títulos de grado de doctor se expidan con más facilidad que la que lleva a una persona a evacuar en caso de disentería. En efecto, la diarrea de títulos de Maestría y Doctorado, es una realidad de todos conocida.

Vemos personas conocidas que poseen un título de Doctor, de Maestría, que no logran sostener una conversación en el área de sus “conocimientos”. Lo que vemos es una extrema arrogancia de imbéciles que con un título de “Licenciado”, actúan como si Dios mismo los hubiese tocado.

En parte, las “escuelas patito” cumplen con una función indispensable en la sociedad. Algunas de esas personas, sobre todo las más soberbias, son víctimas de complejo de inferioridad. Un título de “Licenciado”, de “Maestría” o de “Doctorado”, les sirve de escudo para andar por la vida con un poco más de autoestima.

Alguna ocasión leí un artículo de la brillante Margarita Michelena, en el que sostenía que muchas personas andan por la vida cargando con un complejo de inferioridad, que los aplasta en la realidad. Por cierto, vale recordar gracias a mi querido amigo Román Venegas, que el pintor santiaguense Eduardo Cataño Wilhelmy fue el esposo de la periodista y destacada intelectual hidalguense.

La buena y brillante Margarita Michelena proponía, con nobleza y alto sentido humanitario, qué a cada mexicano, junto con el acta de nacimiento, le fuese expedido un título de Doctor. De una vez: Acta de nacimiento y Doctorado, para no sufrir y para no andar por la vida cargando con un complejo de inferioridad que puede llevar al suicidio o a la destrucción masiva. Tengamos presente siempre que un imbécil es un arma de destrucción masiva, aquí y en China.

No obstante, la anterior digresión no justifica que se permita la multiplicación de RVOE’s, como maná del cielo. Eso debe parar, si de lo que se trata es de que las certificaciones académicas sirvan como indicadores de ciertos niveles de conocimiento en algunos temas.

Uno de los incentivos, casi institucionales, para que las “escuelas patito” se multipliquen, es el hecho de que los títulos académicos suelen ser solicitados por las mismas instituciones para acceder a niveles de ingreso superiores. ¿Necesita un título de Licenciatura, de Maestría o de Doctorado para que le paguen más en su trabajo? No hay problema: usted puede acceder a cualquier acreditación académica en diversas “instituciones” que de educativas no tienen nada. Si hay demanda, la oferta prospera.

La educación no tiene porque no ser un negocio. El problema en este caso es que lo que se ofrece es “educación” y no educación. Lo que se ofrecen son títulos académicos que no se corresponden con la realidad académica. La educación puede y quizá hasta debe ser un negocio. Si hay quienes pueden pagar por esos servicios, pues que los paguen. Si hay quienes pueden ganar por ofrecer esos servicios pues que ganen.

Mi querida Maestra Cecilia Guzmán Hernández, sabe que la educación privada es un compromiso y de alto nivel. Sabe que prestar servicios de educación requiere de inversiones, dedicación y enormes sacrificios, personales y hasta de orden familiar. Por eso, durante décadas ha buscado acreditaciones, no solamente en el ámbito local, sino externas, como las de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Dedicada toda su vida a la noble tarea educativa desde el sector público y en el privado, ha lamentado que se haya permitido el servicio educativo de pésima calidad. Es verdad que un centro educativo no debería tener como instalaciones una antigua casa. Una habitación para pernoctar no puede ser un aula adecuada para recibir enseñanza. Una parte de una casa habitación, no se debería habilitar como laboratorio o taller.

Brindar un servicio educativo privado requiere de inversiones y fuertes. No obstante, parece que la cobertura que ofrece el sector público resulta insuficiente, por lo que la oferta de servicios educativos privados prospera, aunque sean de pésima calidad.

Cualquier economista con elementales conocimientos sabe qué, si hay demanda, la oferta aparece. Esa es la razón por la que se han multiplicado en conejiles proporciones las “escuelas” privadas, esas que popularmente son conocidas como “escuelas patito”. Las personas saben de la existencia de “escuelas patito”: ese es el origen del remoquete de esos “centros educativos”.

Esas “escuelas” ofrecen desde licenciaturas hasta posgrados. Naturalmente de la peor calidad. Hay quienes se han hecho de títulos de “Doctor” o de “Maestría”, montados en sus posiciones de poder en el gobierno. ¿Nombres?: todos los conocemos. Conocemos a esos que poseen un título de Doctorado que ni siquiera saben leer. Insisto: todos conocemos algunos nombres.

El asunto en este caso, es que un buen número de “egresados” de esas “escuelas patito”, no tuvieron otra opción. Algunas personas optaron por esos servicios por razones de trabajo, por edad, por facilidad en sus horarios o por el tiempo para obtener una certificación. ¿Qué es lo que se debe hacer en el caso de egresados que ya pagaron por los servicios y que ya egresaron? Ellos no deben ser víctimas colaterales de una situación como la ya descrita.

Los servicios de educación privada pueden ser un negocio. No obstante, ese servicio debe darse cumpliendo con los requerimientos necesarios para el caso. No es sencillo construir las instalaciones adecuadas y tampoco es sencillo pagar por esos servicios. Por eso, el gobierno necesita robustecer su oferta y a la vez, reforzar su presencia vigilante.

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