Por Ernesto Acero C.
No es la primera ocasión en la que se habla de un caso de plagio en la Universidad Nacional Autónoma de México. Un triste caso sonado fue el de Sealtiel Alatriste. Menciono este último nombre en razón de que el académico debió renunciar al cargo que ocupaba en la UNAM.
Ahora se trata de una Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Yasmín Esquivel Mossa, en el cargo desde 2019 ratificada por el Senado de la República. Las autoridades de la UNAM han determinado que la Ministra plagió la tesis de Edgar Báez, presentada en 1986.
Con sobrada razón, el Presidente Andrés Manuel López Obrador manifiesta su enojo ante la postura asumida por la UNAM. La actitud de las autoridades universitarias es la misma que la de Pilatos, bíblica figura célebre por su afición a lavarse las manos. Lo peor de esta nueva ocasión, es que la UNAM otra vez se lava las manos con agua sucia.
Desde la Presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se han lanzado furibundos discursos contra la corrupción, contra el nepotismo entre otras de sus manifestaciones. Ahora, la lentitud con la que actúa el Máximo Tribunal, pone en duda su integridad. ¿Qué puede ser de uno de los tres poderes que integran los Poderes Federales? ¿En manos de quien estamos? ¿Cómo se está preparando a los profesionistas de la UNAM si esa institución no puede hacer nada en estos casos? Y la autoridad moral, ¿resulta que es el fruto de un árbol que da moras?
Hemos escuchado los razonamientos que la Ministra ha esgrimido en diversos asuntos en el Pleno de la Corte: son robustos y contundentes. No obstante, el pecado de juventud, al parecer la ha alcanzado. Al menos eso es lo que concluyen las autoridades de la UNAM.
El daño que se hace ventilando públicamente el asunto, es de proporciones incalculables. El asunto no solamente involucra al Presidente López Obrador que la propuso en terna, para ocupar el cargo que hoy ejerce. Involucra también a los integrantes del Senado de la República que la ratificaron en el puesto.
Por encima de todo, la verdad es que la UNAM es la que carga con la mayor responsabilidad y la mayor carga moral del caso. De la UNAM salió el soporte documental que sirvió para que la Secretaría de Educación Pública le reconociera el grado académico. Por eso es que el Presidente López Obrador muestra su enorme malestar en el tema. Insisto, con sobrada razón. En realidad, la SEP tampoco puede hacer nada en el caso. La UNAM es la que debe actuar y debe hacerlo de manera pronta y expedita.
El Presidente se refiere a Poncio Pilatos, el que se lavó las manos cuando algunos decidieron crucificar al nazareno. En realidad, la UNAM nos recuerda más el caso de Herodes, que envió a Jesús con Pilatos para que cargara con el proceso. Ahora, la ministra Yasmín Esquivel no debe andar de Herodes a Pilatos. Le hacen daño enorme a su reputación y, sobre todo, a la confianza en el máximo tribunal del país.
El penoso asunto debe ser asumido por la UNAM. De nuevo, procede en esa mencionada lógica bíblica, recordar las palabras de Jesús: “…deja que los muertos entierren a sus muertos” (Mateo, 8:22). La UNAM no se puede ni se debe desentender del escandaloso asunto. El grado académico cuestionado fue concedido por la UNAM y esta debe actuar para que inicie a moverse una maquinaria en la que cada parte debe actuar en consecuencia. Si la UNAM opera lo mismo que la célebre “Universidad de Santo Domingo”, la SEP no puede negar lo que la UNAM ya concedió.
Cuando se presentó el triste Caso Alatriste, la UNAM nos salió con que el caso era el de un “asunto personal”. Asunto personal pura chingada, decíamos entonces. El asunto no solamente afecta al plagiario, sino que daña a la Universidad y baja del pedestal a numerosos académicos, a muchos de esos que presumen haber leído más de tres libros en su vida.
En esto ahora resulta afectada de manera bárbara, la misma Ministra. Quizá esa sea la factura de un error de juventud. Puede ser. No obstante, ahora los tres poderes de la República, de nuevo están bajo sospecha de manera sincrónica. El Ejecutivo Federal por haber dejado pasar el camello por el ojo de la aguja; el Legislativo (en este caso, el Senado) por haber ratificado a la persona como Ministra. El Poder Judicial (en este caso, la Suprema Corte), lleva parte de esas cargas morales que colocan al pie del cadalso la fortaleza deontológica de sus resoluciones. No obstante, la peor parte la carga la UNAM.
No es un asunto menor el de un plagio de tesis. Tampoco es la primera ocasión en la que se habla del tema en el caso de la UNAM. El fenómeno se ha manifestado a lo largo de la historia y en diversos ámbitos. Solamente que reconocer que no es un tema nuevo y menos único, sino un asunto viejo y generalizado, no reduce el nivel de afectación. No es asunto que deba desdeñarse porque afecta a todo un entramado institucional.
Los cuestionamientos son numerosos y afectan a los Poderes de la Unión. El daño no solamente es para una persona, en este caso, para la Ministra Esquivel Mossa. El asunto pone en tela de duda a todos y cada uno de los procedimientos que se realizan para integrar los entes representativos de las instituciones nacionales. Sea o no, un caso de plagio, el daño está hecho, aún cuando el señalamiento, la acusación, sea una vil mentira.
Hasta ahora, la UNAM ha preferido resolver el asunto de una forma ridícula. Esa enorme escuela de estudios de nivel medio y superior, ha determinado despedir a la asesora de tesis que procesó la de la Ministra Esquivel.
La decisión de la ‘escuelota’ nacional y autónoma, ha procedido como aquel tipo que era engañado en el sofá de su sala, por lo que procedió a vender el sofá. En esas andan nuestras gloriosas “instituciones” nacionales.