Peloteo | Menosprecio

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La llegada del argentino Diego Cocca a la dirección técnica de la Selección Nacional hace muy evidente el menosprecio a entrenadores mexicanos de sobrada capacidad como Ignacio Ambriz, que era un candidato natural para hacerse cargo del equipo verde.

Cocca tiene dos títulos con el Atlas y es el técnico “de moda”, pero siento que con eso no basta para asumir un rol protagónico de semejante magnitud.

Por si no fuera suficiente con el superávit de timoneles fuereños en la Primera División, llega Cocca con calzador a un puesto de enorme importancia a nivel deportivo y también social.

Con su arribo se convierte en el tercer técnico sudamericano consecutivo al frente del Tri, después del colombiano Juan Carlos Osorio y el argentino Gerardo Martino, quienes no fueron capaces de propiciar el salto de calidad que tanto necesita nuestro balompié. Mundiales van y vienen, y el futbol mexicano sigue sin trascender.

A pesar de todo, el hecho de que la Selección no deba pasar por una eliminatoria rumbo al próximo Mundial -dado que está clasificada automáticamente- representa una brillante oportunidad para que salga de su zona de confort y los directivos busquen la mayor cantidad posible de cotejos fuera de México y Estados Unidos, en aras de subir el nivel de juego, dejando atrás tanto partido “molero” que trae consigo una jugosa ganancia económica pero poco rédito deportivo.

Tristeza

Nunca declinó el Pollito, a pesar de saberse gravemente enfermo. Con enorme dignidad, sin caer en la negación, le entraba al toro de la vida. Arrojado hasta el último aliento, así era este amigo entrañable. Junto con su don de gentes, la decisión fue acaso uno de sus rasgos más característicos. Se oscureció la piel de sus manos y su mirada perdió algo de brillo, pero su llama interna se mantenía milagrosamente viva.

Todavía hizo un último esfuerzo para asistir a la corrida del pasado 28 de octubre en su bella plaza, la de Provincia Juriquilla. El suave murmullo de una cascada acompañó discretamente las faenas de aquella velada en la que recibió un merecido homenaje. En el mundillo taurino lleno de dobleces, Juan Arturo “El Pollo” Torres Landa se distinguió por ser un empresario claro y frontal. El coso que edificó es único en el mundo, con una arcada simétrica en la parte alta del graderío, los burladeros tallados y la arena color canela.

Con inteligencia y visión, contrató a los mejores toreros del mundo y dio numerosas oportunidades a novilleros durante más de 35 años. Hombre alegre, vital y cariñoso, deja un recuerdo imborrable en todos los que tuvimos la fortuna de tratarlo. Aparte del ambiente taurino, dejó profunda huella en el mundo inmobiliario, hotelero, gastronómico y golfístico. De su gran popularidad dio testimonio el gentío que se arremolinó para despedirlo la semana pasada.

Su muerte, a los 76 años, deja un vacío muy difícil de llenar. De su legado serán continuadores sus hijos Juan Arturo y Juan Andrés, entusiastas como él.

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