En Definitivo | Fracasó la revolución

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“Mi único error fue no conseguir convencer”, dijo un líder de estado para justificar su reforma al sistema de pensiones, por la cual la clase obrera ha tomado las calles para mostrar su indignación contra la decisión del Ejecutivo. Aunque puede sonar familiar, este caso en concreto corresponde a la Francia liderada por Emmanuel Macron.

Han pasado más de diez días de que el país galo se sumergió en un clima caótico por la decisión del ahora presidente más impopular de la historia de este país europeo. La razón, es que, valiéndose de un ambiguo artículo constitucional, Macron promulgó una reforma a la ley nacional de pensiones, aplazando la edad para la jubilación de 62 a 64 años, además de elevar un año más la exigencia de cotización para logar este beneficio.

La indignación social despertó de forma iracunda, tomó las calles del país y con protestas que se han tornado violentos exigen la dimisión del que han llamado “el presidente de los ricos”, quien llegó al poder gracias a una coalición de centro derecha que incluso fue apoyada por la izquierda francesa con tal de detener la avanzada ultraconservadora de Marine Le Pen, quien hoy lidera las encuestas de apoyo ciudadano.

Esta declaración del presidente francés, deja una lección clave para la política a nivel mundial: la importancia de controlar la narrativa. A lo largo de la historia, todos los gobernantes han hecho uso de la comunicación para establecer las bases de los profundos cambios sociales, además de invertir capital político para lograr convencer a las masas de que las reformas son claves para el desarrollo del estado.

En el caso de Macron, esto fue un fracaso. Desde hace meses, la oposición encabezada principalmente por los ultras tanto de izquierda, como de derecha, han convencido a la clase obrera y la ciudadanía en general que el gobernante francés es el presidente de las élites, que gobierna sólo para clases altas. Lo cual se ha reforzado con distintos errores discursivos del líder galo que dejan ver su casta privilegiada dentro de la sociedad francesa.

Este control de la narrativa por parte de la oposición, ha sido un golpe rotundo en la popularidad del presidente francés, quien además perdió la mayoría parlamentaria en la última elección, siendo esto los últimos clavos de su ataúd político, ya que sin el capital político que representa el apoyo ciudadano, fracasó en su intento de cabildear su propuesta de reforma, que al final fue promulgada de forma polémica.

Fueron horas, las que tardó el líder francés, para dar cara a las protestas e intentar explicar a través de la televisión, la relevancia de esta reforma destinada a dar certeza financiera a un país al borde del colapso económico, que según académicos especialistas en política muestra síntomas de preferir un nacionalismo de bienestar, que coloca a su sistema de redistribución como parte de su identidad y como un tema de mayor importancia que otros factores macroeconómicos como la deuda pública.

Sin embargo, este infortunio francés no es propio del país galo. Alrededor del mundo, muchos estados advierten que sus sistemas de pensiones no son sostenibles para el futuro, por lo que prefieren enfrentarse a una crisis social antes que a una económica.

En México, en 2020, se promulgó una reforma al sistema de pensiones que fue vendida de forma excepcional por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Fue poca la resistencia que existió hacia esta transformación cuyas bonanzas destacaron sobre los riesgos que representaba para algunos sectores. Parte de ello se logró gracias al hecho de que el presidente de México cuenta con una gran aprobación ante la ciudadanía y sobre todo un gran control de la narrativa en el país, a través de sus conferencias matutinas diarias.

No obstante, hoy el ojo financiero se concentra en las entidades federativas, las cuales en algunos casos con su abultada burocracia sufren el riesgo de un inminente colapso económico para los próximos años. En el caso de Nayarit, la administración de Miguel Ángel Navarro Quintero se vio obligada a presentar una reforma al sistema de pensiones de los trabajadores del estado.

Dichas modificaciones de ley, generaron una gran indignación dentro de la clase burócrata de la entidad, quien en las últimas dos administraciones ha presentado una relación tensa con la parte patronal.

Al igual que en el caso de Macron, Miguel Ángel Navarro Quintero no construyó una narrativa para aprobar esta reforma. La razón, es que el mandatario nayarita cuenta con gran capital político que se respalda en la alta aprobación ciudadana y el apoyo incondicional del Poder Legislativo.

Pero, sobre todo, en el hecho de que la narrativa tiene años que se construyó e instaló en el ideario de la sociedad nayarita, que ve con recelo a la clase burócrata que, en sus años dorados, logró prebendas y conquistas sindicales que hoy se perciben como privilegios obtenidos en gobiernos corruptos que sólo benefician a unos cuantos afortunados.

Hoy, ni los discursos, ni las marchas, ni los paros labores, parecen hacer efecto ante la firmeza de la administración estatal que en su aura construye una narrativa de ser “suicida” a cambio de brindar certeza al futuro de los nayaritas.  

EN DEFINTIVO… Hace un año advertíamos de la “Revolución Burocrática” que necesitaban los sindicatos de los trabajadores del estado que en los últimos años han perdido poder. Lograr institucionalizarse en los principales cargos de representación, como lo ha intentado el SUTSEM con “Levántate para Nayarit”, partido político que debutó en las pasadas elecciones parecía ser el siguiente paso natural de estas organizaciones. No obstante, fracasó la revolución, cuando la organización perdió un curul en el Congreso del Estado por una irrisoria novatada.

Mientras tanto en Francia, aunque hay quienes con nostalgia comparan las protestas de la clase obrera con la propia Revolución Francesa, la realidad es que el país galo está por olvidar sus valores de libertad, igualdad y fraternidad para dar un abrazo a una ultraderecha que, aunque en narrativa ha logrado ocultar sus demonios, pinta para volver a los años oscuros, con un gobierno autocrático en una Europa cada vez más convulsa.

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