En Definitivo | Botones Azules

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Puros botones azules son los que meneo yo, aquí en la finiquera ando siempre tranquilón, es la estrofa de un corrido exitoso en México que se ha reproducido más de 255 millones de veces en Spotify, la plataforma de música digital más utilizada en el país. Dicha frase esconde en su alegoría una realidad que hoy ha puesto en jaque al gobierno mexicano: el tráfico de fentanilo en Estados Unidos.

La pastilla azul que se comercia bajo nombres como heroína o chiva blanca, china White, M39 o tango desde hace meses se ha convertido en el principal tema de la agenda política y sanitaria tanto de Estados Unidos como de México.

La razón es que estos botones azules hoy adornan los trajes fúnebres de decenas de miles de estadounidenses que, entre 2020 y 2021, perdieron la vida a causa de esta droga sintética que ha demostrado ser cincuenta veces más poderosa que la heroína. Sólo dos miligramos bastan para causar una muerte segura, advierte el Centro Nacional de Estadística de Abusos de Drogas en Estados Unidos.

De acuerdo con organizaciones civiles estadounidenses, el mayor número de fallecimientos a causa del fentanilo se han registrado en Virginia del Este, Delaware, Tennessee y Kentucky, tres de estos estados con amplia tradición conservadora.

La crisis de opioides en Estados Unidos no es un problema nuevo. Innumerables veteranos de guerra fueron recetados con algún tipo de esta droga, que para finales de los años 90 se convirtió en una auténtica moda en el país norteamericano, debido al relajamiento de sus medidas de prohibición y su fácil prescripción para dolores no necesariamente crónicos.

Para muchos, lo considerado un complot farmacéutico de miles de millones de dólares, es el culpable de esta crisis agraviada por el fentanilo. Para el ala conservadora de Estados Unidos este problema tiene un principal culpable: México.

De acuerdo con el Gobierno de México, en la nación sólo se reportaron 41 muertes a causa del consumo de fentanilo durante 2020-2021. Para el país, esta cifra aunque es lamentable, no representa una crisis como la que se vive en el territorio vecino.

Pero esto no exime al lado de mexicano de ver como un sastre utiliza los botones azules para confeccionar un nuevo traje fúnebre, el de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y México.

Los republicanos en Estados Unidos están reforzando su discurso antimigrante o antimexicano relacionándolo con la crisis del fentanilo. Lo anterior ha supuesto un peligro para el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien en un principio mostró una postura agresiva ante las acusaciones del conservadurismo estadounidense, al borde de amenazar con intervenir en las elecciones norteamericanas si la soberanía mexicana se ve en peligro.

Pero lejos de desincentivar las lenguas del red party, la narrativa republicana se ha agravado conforme se acercan las elecciones. La situación económica en Estados Unidos no es la óptima y la causa del enemigo común parece apuntar hacia el sur en esta ocasión. El secuestro y asesinato de ciudadanos americanos en territorio mexicano ha sido pieza clave para regresar el terror a la opinión pública estadounidense.

La palabra intervención, hoy genera escalofríos en altas esferas de la política mexicana, y calificar como terrorismo al accionar de los cárteles del narcotráfico es una propuesta que cada vez suena más convincente entre los sectores rojos de Estados Unidos, que aprecian en sus noticieros estelares, las masacres del bajío mexicano y esas acciones de desestabilización que los grupos del crimen organizado han adquirido con años de violento adiestramiento exportado por mercenarios del Medio Oriente. Calificar como terroristas a los grupos delincuenciales en México permitiría al Gobierno de Estados Unidos realizar operaciones militares en el país, sin necesidad de pedir permiso.

No obstante, el narco mexicano no es un nuevo enemigo. Durante años, la cultura estadounidense se ha encargado de demonizar y justificar una posible guerra en su contra. Basta con ver las grandes producciones de Hollywood, como Rambo, que en su última lucha peleó contra cárteles mexicanos, al igual que Clint Eastwood, los chistes sobre el Chapo en series famosas de Apple TV, HBO e incluso Marvel-Disney, o bien los últimos enemigos del Ejército de EEUU en la última edición del videojuego franquicia Call Of Duty que explora una historia en un México sumido al poder del narco.

Sin embargo, el riesgo parece estar calculado. En los últimos días, el presidente de México acertadamente ha dejado de lado su discurso agresivo contra los republicanos, que siguen ganando gran fuerza de cara a la elección intermedia. Ha rechazado el juicio contra Donald Trump y ha colocado la lucha contra el fentanilo como el principal tema de su agenda, destacando las acciones en contra de su tráfico que van desde decomisos, campañas antidrogas, hasta una carta en busca de apoyo del gobierno de China, país considerado como principal exportador del opioide sintético.

Tejiendo fino, como dirían algunos, López Obrador busca dar gusto a todos, mientras se lleva su tajada. Aprovechando la coyuntura de forma magistral, por un lado, muestra una cara de preocupación ante el consumo y tráfico de droga en general a los republicanos, mientras que por el otro, mantiene su discurso nacionalista de respeto a la soberanía y hasta acusa de hipócritas a los estadounidenses, por permitir a sus deportistas hacer uso recreativo de drogas como la mariguana.

Por si fuera poco, la nueva actitud de presidente antidrogas echa abajo una añeja lucha que ve como el sueño de la legalización del cannabis se estanca nuevamente, ya que con la oportunidad que trae esta nueva agenda, ha asestado un nuevo golpe a la voz opositora del expresidente, Vicente Fox, uno de los principales empresarios promotores del comercio cannábico en el país cuyos permisos para la venta y distribución de productos hoy son investigados por la Cofepris.

EN DEFINTIVO… Las políticas antidrogas de Estados Unidos y México serán piezas claves en las relaciones diplomáticas de los próximos años. Una serie de malas decisiones en torno a este tema podría desencadenar en un conflicto de gran envergadura que sería un perder-perder para ambas sociedades. Por cierto, los Botones Azules seguirán sonando, incluso en el Auditorio Amado Nervo donde su intérprete se presentará a finales de mes. Al final de cuentas, la cultura de una nación, es el reflejo de lo que vive su sociedad.

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