“Qué bueno que reza la monjita”, me escribió, burlón, tras leer la historia de la monja, monumento a la responsabilidad, que oró 70 años de su vida, sin excepción, para que, según su fe, no se acabara el mundo. ¿Qué diría si conociera los detalles de la ayudante del Sol? Cuenta Galeano que Anne, en algún lugar de Pennsylvania, diario, empuja con sus brazos al astro al amanecer para que ilumine y lo acuesta por la noche en el horizonte. Desde niña tiene ese oficio y nunca falta ni llega tarde a su trabajo. Hace medio siglo la declararon loca, y de manicomio en manicomio la han tratado famosos psiquiatras que le recetan pastillas. “Nunca consiguieron curarla. Menos mal”, concluye. Y sí, menos mal que ella ayuda al Sol y la monja reza.