Una bella joven de 18 le atiende antes de entrar al estudio televisivo. Él pregunta si sabe a quién maquilla suponiendo que la emoción le agita el alma, le revienta el corazón. Responde impulsando los hombros hacia arriba. Incrédulo, le dice su nombre. Ella sigue sin saber quién es. “Era muy pequeña cuando usted gobernaba, señor”, justifica alguien. “¿En las escuelas no estudian historia?”, pregunta sin esperar respuesta, flagelado el orgullo. Durante su gobierno se levantaron obras monumentales y cambió la geografía económica y política del estado. Con él o sin él habría sucedido, pero se empeña en creer que es obra personal, Dios por seis años, infalible, omnipotente, omnipresente. Los ojos mudos de la muchacha le muestran el carácter fugaz de la gloria, tan corto el poder y tan largo el olvido.