Volantín | Andrés Manuel confesó su injerencia en el más alto tribunal

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Por Salvador Cosío Gaona

Durante su conferencia Mañanera del pasado miércoles 14, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) admitió haber hablado con cinco Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), para intentar persuadirlos de votar en contra de invalidar el pase de la Guardia Nacional al Ejército.

 Lo anterior resulta de lo más delicado, siendo que en México, nuestro diseño constitucional está sustentado en una división de poderes debidamente delimitados. De tal suerte que la injerencia es sancionable si se descubre, pero en el México de López Obrador, la injerencia no solo no se oculta sino hasta se presume en televisión nacional, como ocurrió la semana anterior.

 Cabe recordar que en septiembre de 2022, la presidencia publicó un decreto en el Diario Oficial de la Federación (DOF), con el cual se establecía que la SEDENA podía ejercer control operativo y administrativo de la Guardia Nacional, un cuerpo de seguridad que originalmente fue creado para ser civil y estaba quedando bajo mando militar.

Sin embargo, el 18 de marzo de este año, la Suprema Corte declaró inconstitucional dicho decreto, pues los ministros consideraron que el pase de la Guardia, que es civil, a la Sedena, que es militar, era un fraude a la Constitución.

 Y fue esta determinación la que impulsó al presidente a buscar a los cinco ministros “de su confianza” para explicarles la importancia del pase de la Guardia Nacional a la Sedena.

“Hablé con los cinco, con dos no pude. No me dijeron que no ahí. De manera muy hipócrita. Pero eran cuatro los que se necesitaban. Nos quedamos con tres. Y se pierde el propósito de que la Guardia dependiera de la Secretaría de la Defensa”, sostuvo.

 En su primer discurso en calidad de presidente electo, el jueves 9 de agosto de 2018, Andrés Manuel López Obrador ofreció que bajo su gestión “el Ejecutivo no será más el poder de los poderes ni buscará someter a otros poderes. Cada quien (en referencia al Congreso y al Poder Judicial) actuará en el ámbito de su competencia y la suma de los trabajos respetuosos e independientes fortalecerá a la República. El estado democrático de derecho transitará del ideal a la realidad”.

Ante los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) que le entregaron la constancia de presidente electo, representantes del Congreso, del Poder Judicial, la mayoría de los dirigentes partidistas y de su próximo gabinete, López Obrador aseguró que en el nuevo gobierno, el Presidente de la República no tendrá palomas mensajeras ni halcones amenazantes, ninguna persona encargada de impartir la justicia será objeto de presiones ni de peticiones ilegítimas”, manifestó.

 Hubo entonces quienes aplaudieron al demagogo. Le creyeron y dieron fe de cada una de sus palabras. Pero con la misma vehemencia con que aquel día se esforzó por alzar la voz y poner un golpe sobre la mesa para acentuar que la Cuarta Transformación sería la panacea y que con los gobiernos que le precedieron había finalizado la injerencia de poderes y la figura presidencial con un poder absoluto, con esa misma convicción ahora se queja a los cuatro vientos de que dos ministros lo desobedecieron. 

 En lo que va de su sexenio, Andrés Manuel ha dejado infinidad de muestras de haberse desviado del camino que plasmó en aquel tan alabado discurso. Sus actitudes, acciones, y frases han dado al traste con aquella narrativa que logró embaucar a millones pero que en el día a día se ha ido esfumando quedando en el imaginario locuciones demasiado perversas como “Al diablo las instituciones”  o “No me salgan con que la ley es la ley”, que lo pintan de pies a cabeza como el demagogo, populista, y mezquino que resultó ser.

 Teniendo la mayoría en el Poder Legislativo, ha sido la mano que mece la cuna tras las paredes del Congreso de la Unión en donde legisladores de su partido Morena y sus aliados, Partido del Trabajo y el Partido Verde, son incapaces de llevarle la contraria y al chasquido de los dedos aprueban cualquier documento que les llega de Palacio Nacional sin siquiera leerlo y “sin moverle ni una coma”, como se los exigió su propio Mecías. 

 Afortunadamente la Suprema Corte de Justicia de la Nación, como un pilar fundamental en la defensa de los ciudadanos ante actos de autoridad abusivos o que violan la Constitución, ha logrado no con poca dificultad mantenerse firme. 

Y subrayo “no con poca dificultad”, porque seguramente en los acercamientos que han tenido los ministros tanto con el presidente de la República como con el hasta hace poco Secretario de Gobernación, Adán Augusto López, las advertencias, amagues, y amenazas han estado a la orden del día. No es en vano que veamos al antes imponente e impoluto Arturo Zaldívar, besar el piso por el que camina López Obrador.   

 No se puede dejar de mencionar por ejemplo, las amenazas disfrazadas que les dirigió el gobernador de Veracruz, quien en días pasados llegó hasta las puertas del Alto Tribunal con un séquito de golpistas que cargaban ataúdes para que el mensaje de rechazo a la Ministra Norma Piña quedara claro, o el plantón que mantienen afuera del edificio de la propia Corte un grupo de extraños personajes que pagados por Morena agreden y dirigen toda clase de improperios a los togados. 

 Pero frente a actos cobardes como los ya citados, la buena noticia es que el propio AMLO nos dejó saber que su poder se reduce al seno de la Corte, donde dos de los ministros que creía le debían favores y por esa razón le tenían que responder, ya le dejaron saber que no son sus sirvientes ni los puede manipular a su antojo, mucho menos cuando los busca en lo oscurito para exigirles romper las leyes o traicionar al pueblo.

 Hay pues todavía algo de esperanza de que la SCJN se mantenga como un fuerte contrapeso a los deseos del presidente. 

 También queda esperar que los consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE) igualmente tengan la firmeza en su actuar para no permitir que finalmente López se salga con la suya y logre someterlos con la complicidad de la nueva Presidenta, que por ahora ya dio muestras de obediencia al acudir en días pasados a una reunión en Palacio Nacional.

 En cualquier disciplina hablar con el árbitro para ‘persuadirlo’ en cualquier sentido previo a una contienda es motivo de todo tipo de sanciones, desde amonestaciones, castigos económicos, penas de cárcel, inhabilitaciones y hasta desafiliaciones, y éstas aún resultan más severas cuando existen sobornos y/o amenazas de por medio. De ahí que, no podemos normalizar o dejar de escandalizarnos cuando el propio presidente de la República Mexicana confiesa en televisión nacional que trató de inducir el voto de cinco Ministros en un tema de su interés.

 Opinión.salcosga@hotmail.com

@salvadorcosio1 

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