“Es la envidia la que mueve al hombre a golpear a una mujer”, dijo mi maestro de fisiología conductual a estudiosos del psicoanálisis, teoría que postuló el sentimiento de castración en la mujer y la envidia del pene. Enemigo de las hipótesis freudianas, el científico realizaba una investigación con hombres violentos y descubrió que son ellos los que envidian a la mujer, en concreto sus órganos sexuales. “Entonces ¿cómo lograr que no las golpeen?”, preguntó una alumna. “Ayudándoles a asumir su homosexualidad”, respondió. Veinte años después, la experiencia clínica lo hizo corregir su original afirmación: 79 de cada 100 de sus pacientes violentos contra mujeres admiten su homosexualidad o bisexualidad y 12 padecen desórdenes neuronales. Del resto no ha podido especificar el origen de su agresividad. Muchos años que le perdí la pista.