Por Ernesto Acero C.

El mundo de la literatura siempre ha servido como fuente de transformaciones radicales, por las buenas o por las malas. Desde la literatura es más posible entender la realidad. La literatura transforma porque siempre busca el futuro. La ciencia siempre va tras la realidad, y la literatura, desde la ciencia, con la realidad de la mano, hace posible entender el futuro.

Por eso no extraña que la vida de grandes pensadores siempre resulte insultante para las generaciones de su mismo tiempo. Es más sencillo aceptar y reconocer los exabruptos lanzados contra generaciones pasadas que los que se lanzan contra las generaciones presentes, aun cuando estas se encuentren cabalmente momificadas.

En 1932, a los 38 años, hace 91 años, Louis-Ferdinand Céline publica su «Viaje al fin de la noche». Se trata de uno de los escritores que bien puede ser considerado, junto a los surrealistas, como el otro riel de esas vías de la literatura en transformación radical: ese puede ser el incomprendido, aporreado y subestimado Céline.

A Céline hay que leerlo sin pretensiones científicas. Se le debe leer con sentido del humor. No puede darse una lectura amargosa a sus palabras. Creo que “el viajero” nos da motivos de sobra para retorcernos de risa. Advierte a quienes se apropian de dinero o poder, de la desnudez en que se encuentran y sobre todo, confiesa su descarado conocimiento de esa realidad. La obra de Céline, es una advertencia: ¡a nadie engañan!

Todos ellos se lanzan al mundo en busca de nuevas explicaciones, en busca de una renovación del lenguaje y de todo aquello que subyace como existencia aparte. En 2011, los abanderados de la democracia, en realidad una runfla de acuchilladores, se opusieron a la realización de actividades dirigidas a poner de relieve la obra de Céline. Fue un verdadero escándalo en esas fechas.

Existen innumerables casos que atrajeron la atención por el uso de un lenguaje renovado, despojado de hipocresías y que intentan describir una nueva realidad con una lingüística renovada. Cuando la realidad cambia, no hay razones para seguir llamando igual a lo que ha dejado de ser igual. Ahí están casos como los de dadaístas, surrealistas y de “tribus” literarias completas, como las que integraron los exponentes de la Generación Beat.

Comparto, con el mejor de los deseos algunas reflexiones planteadas por Céline en 1932, en su “Viaje…”. Algunos enunciados o términos tienen su traducción a otros términos y enunciados que se utilizan en nuestro lenguaje coloquial. Cada una de las citas a esa obra, provienen de una traducción española, por lo que no debe extrañar que se haga uso de ese tipo de expresiones, a pesar de que he hecho un irreverente esfuerzo por adaptar algunas locuciones.

1.- Rencorosos y dóciles, violados, robados, destripados, y lelos siempre. ¡Como nosotros eran! ¡Ni que lo digas! ¡No cambiamos! Ni de calcetines, ni de amos, ni de opiniones, o tan tarde, que no vale la pena. Hemos nacido fieles, ¡ya es que reventamos de fidelidad! Soldados sin paga, héroes para todo el mundo, monosabios, palabras dolientes, somos los favoritos del Rey Miseria. ¡Nos tiene en sus manos! Cuando nos portamos mal, aprieta… Tenemos sus dedos en torno al cuello, siempre, cosa que molesta para hablar; hemos de estar atentos, si queremos comer… Por una cosita de nada, te estrangula… Eso no es vida…

2.- La gran derrota, en todo, es olvidar, y sobre todo lo que te ha matado, y morir sin comprender nunca hasta qué punto son hijoputas los hombres. Cuando estemos al borde del hoyo, no habrá que hacerse el listo, pero tampoco olvidar, habrá que contar todo sin cambiar una palabra, todas las cabronadas más increíbles que hayamos visto en los hombres y después hincar el pico y bajar. Es trabajo de sobra para toda una vida.

3.- En ese oficio de dejarse matar, no hay que ser exigente, hay que hacer como si la vida siguiera, eso es lo más duro, esa mentira.

4.- Se ha puesto a aceptar todos los sacrificios, la Patria, vengan de donde vengan, todas las carnes… ¡Se ha vuelto infinitamente indulgente a la hora de elegir a sus mártires, la Patria! En la actualidad ya no hay soldados indignos de llevar las armas y sobre todo de morir bajo las armas y por las armas… ¡Van a hacerme un héroe! Esa es la última noticia…

5.- La locura de las matanzas ha de ser extraordinariamente imperiosa, ¡para que se pongan a perdonar el robo de una lata de conservas! ¿Qué digo, perdonar? ¡Olvidar! Desde luego, tenemos la costumbre de admirar todos los días a bandidos colosales, cuya opulencia venera con nosotros el mundo entero, pese a que su existencia resulta ser, si se la examina con un poco más de detalle, un largo crimen renovado todos los días, pero esa gente goza de gloria, honores y poder, sus crímenes están consagrados por las leyes, mientras que, por lejos que nos remontemos en la Historia –y ya sabe que a mí me pagan para conocerla–, todo nos demuestra que un hurto venial, y sobre todo de alimentos mezquinos, tales como mendrugos, jamón o queso, granjea sin falta a su autor el oprobio explícito, los rechazos categóricos de la comunidad, los castigos mayores, el deshonor automático y la vergüenza inexpiable, y eso por dos razones: en primer lugar porque el autor de esos delitos es, por lo general, un pobre y ese estado entraña en sí una indignidad capital y, en segundo lugar, porque el acto significa una especie de rechazo tácito hacia la comunidad. El robo del pobre se convierte en un malicioso desquite individual, ¿me comprende?…

No extraña que no se le haya dado la lectura que merece Céline. Las interpretaciones que se le han dado han provenido de la peor de las esferas, de la que se da en autodefinirse como “esfera política”. A este escritor se le ha dado una lectura política, no en la esfera que lo requiere, la literatura. Las farisaicas críticas desde la “política” contra Céline, solamente podríamos verlas como escena hipotética en la que Magdalena lapida a Jesús. Es Israel que ataca a Palestina, como si todos los israelitas debieran pagar por lo que Judas hizo.

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