Hoy [domingo 6], casi al despertar, me encontré con un mensaje de Martha, mi esposa, en el grupo familiar de “Whatsapp”, en el que compartía una publicación de Milenio [“Muere Ifigenia Martínez, presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados”] y, de inmediato, emergieron ―en ese ámbito misterioso que une la conciencia con la memoria― dos “ideas”: el pasaje lucano que contiene el cántico del viejo Simeón que, en la traducción de La Biblia de Nuestro Pueblo, inicia con estas palabras: “Ahora, Señor, según tu palabra, puedes dejar que tu sirviente muera en paz porque mis ojos han visto…” y la pregunta que Ana, mi hija, me había hecho el mismo día de la toma de posesión de Claudia Sheinbaum como la primera mujer que ha llegado a la titularidad del Poder Ejecutivo Federal y, de paso, a ser la Jefa Suprema de las Fuerzas Armadas [esas que se han convertido en uno de los poderes fácticos más importantes en nuestro país]: ¿Quién es esa viejita que no pudo ni siquiera recibir la banda presidencial y pasarla? [Palabras más, palabras menos].
La primera “idea” de las dos mencionadas, precisa ser abierta a situaciones semejantes a la que presenta el evangelista a partir del encuentro de Simeón con Jesús, María y José en el templo de Jerusalén que hace brotar de sus riñones [sede de las emociones más profundas] ese cántico en el que le dice a Dios que ya le puede dejar morir en paz porque no solo ha visto su salvación, sino que ha tomado en sus brazos a quien es “luz para iluminar a los paganos” y gloria de Israel
En este caso Doña Ifigenia bien pudo haber pensado “ahora, puedo morir en paz porque mis ojos han visto la llegada de una mujer a la Presidencia de mi país, porque esa lucha política de las mujeres por sus derechos políticos cristalizada en el ejercicio de su derecho a votar aquel lejano 3 de julio de 1955”…
En el perfil de Doña Ifigenia ―intentando dar respuesta a la pregunta de mi hija― se pueden distinguir cuatro vertientes, dos de corte académico y dos ligadas al servicio público: economista y catedrática; política y diplomática.
Su trayectoria formativa en el ámbito económico-académico conduce al ciclo 1942-1946 [en plena II Guerra Mundial] y a las aulas de la UNAM e, inmediatamente después [ciclo 1947-1949] a la Universidad de Harvard para sus estudios de Maestría y, muchos años después [2011-2013], de nuevo a Harvard, para la obtención del doctorado [Grado que no está claro que lo haya conseguido].
La vertiente académica, a su vez, conduce a las aulas, cubículos y oficinas de la Escuela de Economía y al Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, como profesora de Finanzas Públicas, Directora de la Escuela Nacional de Economía e Investigadora. Pero no solo ahí, sino a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL] de la que fue cofundadora…
En cuanto a su vertiente diplomática, conduce a la Organización de las Naciones Unidas [ONU] ante la que fungió como embajadora de nuestro país…
Sin embargo, la vertiente más relevante de su perfil lo constituye, sin duda, su vertiente política en la que se puede contemplar una primera etapa ―priísta― en que ocupó cargos importantes dentro de la Administración Pública Federal durante los sexenios de Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz: Asesora del Secretario de Educación Pública, Coordinadora de Asesores del Secretario de Hacienda y Crédito Público y Jefa de la Oficina de la Secretaría de la Presidencia.
En cuanto a los cargos de elección popular ocupados, se han de mencionar la diputación federal ―por el PRI― a la L Legislatura durante el periodo 1976-1979; la senaduría ―por el Frente Democrático Nacional [FDN] [antecedente del PRD]― a la LIV Legislatura durante el periodo 1988-1991; la diputación federal ―por el PRD― a la LVI legislatura durante el periodo 1995-1997; la diputación federal ―por el PT― a la LXI Legislatura durante el periodo 2009-2012 y la diputación federal de representación proporcional ―por Morena― para el periodo 2024-2027…
Más allá del número de veces en que Doña Ifigenia formó parte del H. Congreso de la Unión como senadora y diputada, se puede descubrir en su trayectoria política una primera etapa en que formó parte del sistema, particularmente durante el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, una etapa en que es preciso reconocer su solidaridad con el movimiento estudiantil de 1968.
La segunda etapa, se podría denominar de ruptura con el PRI de los “Chicago Boys” y que la llevó, primero, a formar parte del Frente Democrático Nacional, posteriormente, al Partido de la Revolución Democrática [en el que ocupó cargos importantes], coyunturalmente al Partido del Trabajo y, finalmente, a Morena…
Indudablemente, la imagen de Doña Ifigenia, con su atuendo rojo y su mascada tricolor, siendo testigo ―casi inerme― de la transmisión del poder de los poderes de Andrés Manuel López Obrador a Claudia Sheinbaum Pardo a través del símbolo formal de la banda tricolor perdurará por mucho tiempo en la memoria colectiva de este país, junto con el recuerdo de haber sido su última participación en la política mexicana, una participación llena de satisfacción por una misión cumplida que queda bien expresada en el Cántico de Simeón citado al principio de estas “palabras”: “Ahora, Señor, según tu palabra, puedes dejar que tu sirviente muera en paz porque mis ojos han visto…” “a la primera mujer presidenta de México”…
Y junto con esa imagen, ojalá sean tomadas en cuenta las palabras finales del discurso que tenía preparado para la ocasión y que no pudo leer ―debido a su frágil estado de salud― el histórico 1 de octubre:
“Que nuestras diferencias no nos dividan, sino que sean la fuente de propuestas y de soluciones compartidas a los distintos retos que enfrentamos.
Hoy, más que nunca, necesitamos tender puentes entre todas las fuerzas políticas, dialogar sobre nuestras divergencias y construir, juntas y juntos, un país más justo y solidario.
Es tiempo de altura de miras. Es tiempo de construir nuevos horizontes y realidades. Es tiempo de mujeres. Sigamos dejando huella.”