Por Ernesto Acero C.
La Presidenta Municipal de Tepic, Geraldine Ponce, ha propuesto reducir dos grados la temperatura promedio de la capital del estado. Creo que es una misión imposible. No obstante, es bueno que se formulen tales propósitos. De lo imposible pueden surgir las cosas posibles.
Una utopía, nos dice un autor brasileño, es algo imposible de lograr, pero nos hace caminar, nos hace avanzar. Una utopía, cabe puntualizar de manera contundente, no es lo mismo que una ocurrencia.
Entre otras cosas, se ha propuesto arborizar la Ciudad. Esa meta tiene enormes posibilidades, pues la autoridad municipal puede aprovechar amplias zonas de la capital para lograrla. Los zanjones son una parte de esa idea. Los zanjones son zonas federales que pueden aprovecharse para ese proceso de arborización y como lugares de absorción de las aguas que suelen inundar calles en la capital.
Hasta ahora, las prácticas para la siembra de árboles se han realizado con propósitos casi ornamentales y regidos por las leyes de la improvisación. Los alcaldes han arborizado Tepic, con lineamientos gastronómicos: “me gusta”, “se me antoja”, etc.
Las improvisaciones ahora tienen costos. La Ciudad de Tepic ha visto como se pierden bienes materiales y como se ponen en riesgo, por lo menos, vidas humanas. Me refiero a las afectaciones que derivan de la presencia de árboles plantados que son conocidos como ejemplo de especies exóticas. Cuando hablamos de especies exóticas, nos referimos a aquellas que se encuentran fuera de su distribución natural y original.
Ejemplo de estas especies exóticas es el laurel de la India. Esta especie es nativa del sur y sureste de Asia. Otro ejemplo es el eucalipto, oriundo de Australia y Nueva Guinea, lo mismo que la casuarina. Ambos suelen destruir banquetas y cuando se registran algunas condiciones meteorológicas, suelen caer provocando severos daños al equipamiento urbano, en el mejor de los casos.
Se ha propuesto reducir la temperatura de la capital del estado. Todos sufrimos las altas temperaturas que se registran en la ciudad, mismas que empeoran durante la denominada canícula. La intención resulta en extremo ambiciosa, dado que los cambios de temperaturas es un fenómeno global que algunos niegan.
El cambio climático nos afecta a todos, y la Ciudad de Tepic no es la excepción. Un proyecto para reducir la temperatura en la capital exige incidir desde diferentes ángulos y en un territorio más grande que la parte urbana del municipio.
En lo que no hay duda, es que el problema resulta tan serio que pone en riesgo vidas e instalaciones municipales y que deriva de la presencia de especies arbóreas que se introdujeron en el paisaje urbano de la capital nayarita.
Reducir la temperatura de Tepic en un par de grados, parece objetivo sencillo, pero no lo es. El objetivo, naturalmente, no se logrará solamente sembrando árboles en la ciudad. En todo caso, se debe considerar que los árboles necesitan varios años para crecer y para desarrollar una fronda suficiente para dar algo de sombra.
Junto con la intención de arborizar, de plantar árboles en la capital del estado, se requiere de una serie de análisis que consideren la presencia de un enorme número de vehículos particulares en circulación. Algunas estimaciones hablan de al menos unos cien mil autos que se mueven en la capital.
La presencia de tantos vehículos particulares en la capital, nos muestra que existe un servicio de transporte público que deja mucho que desear. Las personas prefieren moverse en auto particular porque el transporte público no cumple con las expectativas de la mayoría de las personas. Se requiere, entonces, modernizar el sistema de transporte público.
En buena medida, el transporte público colectivo, se muestra en todas sus deficiencias debido al trazo urbano de la capital, aunque también a la falta de planeación en la materia. Moverse por calles con serias deficiencias (baches, zanjas que semejan trincheras, cerradas, laberínticas, etc.), se traduce en costos para los concesionarios de transporte. Los vehículos que se utilizan para transportar a las personas sufren serios desperfectos y consumen altas cantidades de combustible, debido a las características de las rutas a las que se deben ajustar y a las condiciones materiales en las que se encuentra un buen número de calles en la capital.
Hasta ahora no se percibe la existencia de un plan maestro para el desarrollo de la ciudad. Las obras que se han realizado en la capital, en cierta medida escasas, no se ajustan a un plan integral porque ese plan no existe.
Se han realizado obras que ni siquiera parecen lógicas. Se construyeron pasos a desnivel que no se ajustan a un plan maestro. Otras obras, como la modernización de algunas avenidas, no han considerado la posibilidad de arborizarlas o se han planteado árboles que en buena medida se convierten en estorbos y amenaza.
Un ejemplo de lo anterior, en la parte de la avenida Allende, en el tramo que va de la calle León a la avenida México. Esa avenida inicia en la parte poniente de la ciudad con doble sentido de circulación. Al llegar a la calle León, la avenida se convierte en una calle con circulación vehicular en un solo sentido hasta la avenida México, de poniente a oriente. Al realizar las obras de ese último tramo descrito, se ganaron espacios peatonales, lo que es plausible. Solamente que en ese tramo también se trazó una ciclovía que va de la calle León a la avenida México. Esa concepción pensada en favor de los ciclistas, se antoja absurda y grotesca dado que una persona que desee desplazarse por esa avenida, debe cargar a cuestas con su vehículo, la bicicleta, para llegar al cruce de León y Allende. Luego, en el cruce de Allende y México, si desea seguir desplazándose hacia el oriente, debe volver a cargar con su transporte en el lomo, pues la ciclovía solamente comprende ese tramo.
Lo más grotesco del caso, radica en la presencia de árboles que fueron plantados sin pensar en los ciclistas, pues la ciclovía resulta invadida por la incipiente fronda de los mismos. Un ciclista no puede circular por una ciclovía que se encuentra invadida por las ramas que llegan a la altura del rostro de los infortunados ciclistas.
Este sólo es un simple ejemplo de lo que ocurre en la ciudad en cuanto a las características urbanas. El ejemplo nos arroja una lección: la meta de reducir en dos grados la temperatura de la capital, requiere de un Plan Maestro que involucre diferentes disciplinas. Además, el objetivo, plausible sin duda, requerirá de tiempo en grandes cantidades.
Insisto: la intención de reducir en dos grados la temperatura promedio de la capital, parece una utopía. Puede ser eso, una utopía, una propuesta irrealizable. Que la propuesta sea una utopía no la descalifica. Por el contrario, esa utopía puede ser el motivo para que en esa materia se empiecen a hacer bien las cosas desde el gobierno. ¡Bienvenidas las utopías!