El señor Guillermo Corral Andrade de 50 años de edad padece una grave enfermedad crónico degenerativa que a través de los años ha venido mermando su salud física y mental.
De acuerdo al testimonio de don Guillermo fue a la edad de 40 años cuando le detectaron la diabetes mellitus.
Recuerda que después de acudir a consulta los médicos del Instituto Mexicano del Seguro Social le recomendaron que dejará de consumir harinas y bebidas azucaradas.
En contraste, narró, le pidieron que en sus alimentos incluyera frutas seleccionadas y verduras, beber suficiente agua, además de checarse todos los días los niveles de glucosa y la presión arterial.
Sin embargo, don Guillermo dijo que por la juventud que en ese entonces creía tener, hizo caso omiso a las recomendaciones médicas y cada fin de semana después de recibir su sueldo, él y sus amigos acudían a las cantinas del centro de la ciudad para ingerir grandes cantidades de cerveza.
Dice que fue hace dos años después de embriagarse con sus amigos y regresar a casa cuando don Guillermo notó que sus zapatos le apretaban, pero ignoró este malestar y así durmió.
Relata que fue la madrugada del 10 de diciembre del año 2000, alrededor de las 3:30 de la mañana cuando al levantarse de la cama para ir al baño se tropezó con sus propios pies: “Todavía estaba bajo los efectos del alcohol, estaba crudo o tal vez borracho. Al principio pensé que eran mis zapatos o mi ropa que había dejado tirada en el piso, pero al llegar al baño y encender la luz me vi mis pies totalmente hinchados parecían pies de elefante, me asuste, pero como todavía estaba medio borracho me fui a dormir. Por la mañana mi ex esposa me llevó ante un médico particular, el doctor me ordenó unos estudios que arrojaron como resultado final que mis riñones habían dejado de funcionar, ahora todos los días me dializó y estoy perdiendo la vista, ya no distingo los rostros de las personas solo veo sombras”.
Con voz entrecortada, don Guillermo dio a conocer que además de perder su salud, perdió a su familia: “Mi esposa me abandonó y tuve que dejar la casa que los dos rentábamos, me vine a vivir con mi madre, solo tengo un hijo él vive aquí con nosotros, pero es adicto a las drogas, le hemos internado en los centros de rehabilitación pero una vez que sale vuelve a consumir, antes yo también consumía drogas y eso daño más mis riñones, ahora aquí me tiene postrado esta maldita enfermedad que poco a poco está acabando conmigo. Ya no puedo trabajar, recibo una pobre pensión, mi hijo y yo vivimos aquí en la casa de mi madre quien también es diabética, a ella en el mes de mayo de este año le cortaron un píe, una herida se le infectó y el pie se gangrenó, a pesar de todo es mi madre la única que me brinda apoyo, además de mi hermana y una sobrina que muy poco nos visita”.