Un tema casi obligado: Ucrania

0
622

El pasado 24 de febrero se cumplió un año de la incursión de tropas rusas en territorio ucraniano con lo que se cumplieron las amenazas previas acerca de cuyo cumplimiento no había consenso y, con ello, se dio inicio a una guerra que —de acuerdo con un artículo de El País publicado la semana pasada— puede considerarse, por sus características, como “la guerra más global desde 1945”, a lo que habría que añadir que, en buena medida, dadas las transformaciones económicas, tecnológicas y geopolíticas que ha experimentado el mundo desde aquel año, se puede decir que es la primera gran guerra del siglo XXI o del tercer milenio de nuestra era.

Como es prácticamente inevitable en los tiempos que corren, todas las personas que tienen algún tipo de información relacionada con esta guerra tienen ya, no solo un cierto panorama de lo que está pasando en esas tierras lejanas, sino que han llegado a asumir algún tipo de postura frente al conflicto y, probablemente, han “sentido” en su bolsillo, las consecuencias de esa confrontación que, a un año de su inicio no se ve en el horizonte de futuro, su final, ni el estado de cosas en el que desembocará.

Corriendo el riesgo de parecer pro-occidental, pro-Otan e, incluso pro-yanqui, confieso que, desde el inicio de esta guerra, mi postura ha sido pro-ucraniana, porque considero que, a pesar de las razones putinesco-rusas para invadir territorio ucraniano [somos un solo pueblo, hay amplios sectores de la población —particularmente de las provincias de Donetsk y Luhansk— que prefieren estar del lado de Rusia que del Occidente y tenemos que revivir, hasta donde sea posible, la hegemonía geopolítica rusa previa a la caída del Muro de Berlín], dicha invasión es, desde el punto de vista del Derecho Internacional, inaceptable y que el hecho que haya habido invasiones semejantes de parte de los Estados Unidos, no justifica este tipo de invasiones, intromisiones en la vida de países independientes.

Ahora bien, este asunto de los países independientes nos conduce, irremediablemente, al carácter inestable de la independencia ucraniana y, más remotamente, a la compleja historia de un país que, originalmente —como lo sostiene Vladimir Putin— formó un todo amplio en el que estaba incluido el ahora territorio ruso; que solo en pocos momentos de su historia ha tenido una condición de país independiente [las más recientes de ellas en 1917 que se independizó de Rusia y, en 1918, de Austria y Polonia y en 1991 que se declaró nuevamente como país independiente en 1991] y que en varias etapas ha sido incorporada a Rusia [durante la época de los zares y durante la hegemonía de la Unión Soviética].

Después de la declaración de Ucrania como país independiente en 1991, dicha independencia —largamente buscada, por cierto— nunca acabó de consolidarse, debido, en buena medida, a la presencia de población más rusa que ucraniana en las regiones ya mencionadas y debido también al propósito encarnado en Vladimir Putin de recuperar su hegemonía en el territorio más allá de la “Cortina de Hierro” o, al menos, de no seguir perdiendo territorios en los que ejerció ese hegemonía. [Se puede entender y explicar —no justificar— ese sentimiento ruso al caer en la cuenta de que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) cuenta ahora con 30 países miembros —y dos (Suecia y Finlandia)] que están pidiendo su incorporación—, siendo que antes de la caída del Muro, solo contaba con 16].

En cuanto al carácter global de esta guerra, en el artículo referido de El País, se hace mención de unas palabras de Josep Borel, Alto Representante de Política Exterior y Seguridad de la Unión Europea, que define este conflicto bélico como algo que “no es una guerra mundial, pero [que] es una guerra mundializada” y que afirma: “No ha habido otra más mundializada desde 1945. con tanta gente que ha ya tomado partido abiertamente. En las reuniones del grupo de apoyo a Ucrania hay más de 50 países. Cuando medio centenar de países respalda a un bando, es una guerra mundializada.”

Y lo es, no solo por ese involucramiento de 50 países [a los que habría que añadir, “del otro lado”, a Corea del Norte, Irán, Bielorrusia y, de alguna manera, China], sino por los apoyos a Ucrania con material bélico de parte de 30 países [y la ayuda de Corea del Norte y de Irán a Rusia], además de entrenamiento y servicios de inteligencia, cuyo monto en términos financieros, alcanza los 60,000 millones de dólares.

Y lo es también por las sanciones económicas impuestas a Rusia de parte de 40 países; por el impacto del conflicto en el sector energético y de materias primas que han desencadenado altas tasas de inflación, aumento de precios y de las tasas de interés hacia un nivel que pone en riesgos el pago de deudas.

Desde el punto de vista humanitario, esta guerra ha dejado ya cerca de 300,000 combatientes fallecidos y, al menos, 18,000 civiles muertos, entre ellos cientos de niños y niñas…

Desde el punto de vista social, se habla de 8,000,000 [poco menos del 20% de la población total] de refugiados ucranianos en 40 países, entre los que destacan Estonia, Polonia, Montenegro y la República Checa, así como un aumento de 62 millones de personas con inseguridad alimentaria aguda a nivel global.

A poco más de un año de iniciada esta guerra mundializada parece tener un largo trecho e impredecible desarrollo y, consiguientemente, un lejano final…

Hasta ahora, los llamados al diálogo, a la suspensión de hostilidades y a la paz, no han sido sino voces que claman en el desierto. Es más, con el propósito de Vladimir Putin de apoderarse de toda Ucrania vigente y confrontado con el propósito de Volodimir Zelensky de conservar todo el territorio ucraniano actual y recuperar el territorio de Crimea, el llegar a algún acuerdo, parece menos que imposible.

Sin embargo, hay quienes consideran que tarde o temprano [ojalá más temprano que tarde] será impostergable detener esta guerra y llegar a un acuerdo que, probablemente, implique, por parte de Ucrania,  la cesión de ciertos territorios y su mantenimiento neutral en relación con el Occidente y, de parte de Rusia, el reconocimiento de Ucrania como país independiente y la renuncia a su dominio sobre algunos territorios contemplados en su proyecto original…

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí