Sin duda, entre los acontecimientos más inhumanos que se han dado en nuestro país —un país en que hemos sido testigos de no pocos acontecimientos de ese tipo en los años recientes— destaca el que tuvo lugar en Acteal, Chiapas el 22 de diciembre de 1997, en el que 45 adultos y 4 no nacidos fueron masacrados por un grupo armado paramilitar…
A 20 años de distancia y, por lo tanto, con la amplitud y profundidad que la distancia de los acontecimientos originales y los que han venido después, la Doctora Mónica Uribe Moreno escribió un libro que lleva por título “ El dolor de Acteal. Una revisión histórica 1997-2014” del que se puede decir —además de ofrecer y sostenerse en una amplia documentación de primera mano y con una manera de narrar que atrapa a quien empieza a leerlo— que está escrito desde la perspectiva de “Las Abejas” y ampliamente desarrollado —no solo a través del tiempo, como es obvio— sino desde el espacio histórico y geopolítico: a nivel local, estatal, nacional e internacional y que contiene una tesis de fondo que le convierte no solo en un acontecimiento “más impresionante que los hechos de Ayotzinapa en 2014” como lo señala la autora, sino en un acontecimiento de mayor relevancia y que al igual que otros casos como el de Atenco 2006, el de la Guardería ABC 2009 o, el de la Estación Migratoria de Ciudad Juárez 2023, bien pueden ser atribuido —por las acciones y omisiones implicadas y más allá de los responsables directos y materiales— al Estado y que, por eso mismo, se pueda afirmar de ellas con pretensión de verdad “fue el Estado” y, más y de manera más concreta y contundente: “Ernesto Zedillo Ponce de León es el responsable último [de la masacre] de Acteal”.
El contexto histórico y geopolítico global y de América del Norte en el que Mónica inscribe este terrible acontecimiento es el de “la lógica globalizadora del orden mundial imperante, y en el caso de México, la lógica de dominación del hemisferio occidental por parte de Estados Unidos a partir de la segunda posguerra”.
A nivel nacional, por su parte, el contexto de los acontecimientos de Acteal, es preciso ubicarlo dentro de un nuevo enfoque gubernamental para la atención a Chiapas en el que “la idea parecía ser acabar con el movimiento indígena para lograr una modernización integral del país”.
En ese marco es preciso mencionar “El Plan Campaña de Chiapas 94” elaborado por la Secretaría de la Defensa Nacional ya en el sexenio zedillista porque en él se puede encontrar el proceso que desembocó en la masacre de diciembre de 1997.
El objetivo de ese Plan consistía en “reforzar la acción militar para contener definitivamente la insurrección, lo que incluía la represión selectiva de indígenas y toda aquella persona que tuviese relación con la insurgencia zapatista”. Es más, entre las propuestas contenidas en el documento castrense se mencionaba “la creación, promoción, entrenamiento y apoyo de grupos paramilitares”.
De ahí a la matanza de Acteal solo había un paso, que se dio la noche del 22 de diciembre de 1997.
Ese hecho, terrible, lo introduce nuestra autora a través de una cita de la investigadora neerlandesa Gemma Van der Haar que comienza describiendo lo que estaba sucediendo en tierras chiapanecas en aquellos días: “se dio una fuerte ocupación militar de la llamada ‘zona de conflicto’, que comprende los municipios de Ocosingo, Altamirano y Las Margaritas, y de regiones adjuntas, que según estimaciones de organismos civiles, en su auge, llegó a sumar más de 60,000 militares. Hubo miles de desplazados, inicialmente sobre todo adversarios del EZLN de la zona de conflicto y personas que temían quedarse atrapados entre dos fuegos, después también bases zapatistas huyendo de la ocupación militar” y que lacónicamente afirma: “uno de los episodios más dramáticos fue lo que se conoció como la ‘masacre de Acteal’, el 22 de diciembre de 1997, cuando un grupo de paramilitares asesinó (prácticamente bajo los ojos de las fuerzas policíacas) a 45 personas, hombres, mujeres y niños, refugiadas en una ermita en Acteal, municipio de Chenalhó”.
Una cita de un texto de Adrián Galindo de Pablo, a su vez, precisa quienes pertenecían a la Sociedad Civil Las Abejas, de la que formaban parte las personas asesinadas y heridas en la masacre: Acteal “recibió 325 personas desplazadas de las comunidades Quextic y Tzajalucum, las cuales habían buscado refugio después de que paramilitares amenazaran su vida y destruyeran sus viviendas. Los refugiados pertenecían a la Sociedad Civil Las Abejas, grupo fundado en 1992 y que siempre se posicionó como una asociación pacífica que buscó una solución no armada al conflicto en Chiapas. Las Abejas fueron asediadas y atacadas por un grupo paramilitar de Chenalhó. Este, fue asistido en su formación por el Ejército Mexicano, fue protegido por la Policía de Seguridad Pública y en sus filas había militantes del PRI.
En cuanto al grupo paramilitar que perpetró la masacre, escribe Mónica, “se presume que Máscara Roja fue responsable de la masacre de Acteal. Se sabe que este grupo había sido entrenado directamente por efectivos del Ejército, y que comenzó a operar al mismo tiempo que iniciaron los Diálogos de San Andrés. Este grupo se coordinó con cuerpos de seguridad pública estatal y funcionarios públicos priistas y del Partido del Frente Cardenista, particularmente con el alcalde de Chenalhó, Jacinto Arias Cruz.
Ahora bien, nuestra autora, a lo largo de su libro, sostiene esa interpretación de los acontecimientos y busca demostrarla.
Sin embargo, considera preciso hacer mención de las otras dos interpretaciones que al respecto se han venido sosteniendo, a la vez que explicitar la que ha hecho suya: la primera es la del conflicto interétnico, sustentada por el Gobierno Federal y por Héctor Aguilar Camín, que sugiere que el pleito se dio entre el ayuntamiento de Chenalhó contra el municipio autónomo de Polhó; la segunda, sostenida por Herman Bellinhausen es la de la agresión gubernamental mediante el apoyo oficial a los grupos paramilitares; la tercera —la asumida por la autora— es una que combina elementos de las dos anteriores: “si bien concede y admite la existencia de condiciones conflictivas en el ámbito político, económico, social y religioso, que jugaron un papel estructural determinante en la irrupción del conflicto, también sostiene que las acciones y omisiones del gobierno propiciaron el surgimiento de la violencia con el propósito de efectuar una guerra de baja intensidad para acabar con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional”.
En esa tercera hipótesis, Ernesto Zedillo es el personaje central y, como ya se señaló, el responsable último de la matanza de Acteal. De ahí la acusación de que fue objeto en un tribunal norteamericano…