Se cumplieron siete años de la muerte de Rodolfo Rodríguez “El Pana”. Era inconfundible, con la piel curtida y el pelo entrecano. Cuando lo saludé por vez primera llevaba la camisa amarrada y el pantalón ajustado; pañoleta el cuello, fajilla, zapatos tenis y cachucha torera.
Cuando Rodolfo se ponía un traje, introducía el tallo de un rojo clavel en la solapa y se calaba un elegante sombrero de fieltro. Hablaba el caló gitano con gracejo natural. Era un personaje de novela.
¿Quién más que él para tirarse de espontáneo, para pedir de rodillas una oportunidad o para llegar a los tentaderos sin invitación, acompañado por una folclórica comitiva?
De origen humilde, Rodolfo Rodríguez González corrió la legua, inspirado en los maletillas de antaño y en diestros como Lorenzo Garza.
Torero de fuerte raigambre popular, empezó a crear su propia leyenda al calor de su antiguo oficio de tahonero adoptando el apodo de El Pana que, figurando en los carteles, se convirtió en sinónimo de interés y pasión a lo largo de sus doce actuaciones en la temporada novilladas de 1978 en la Plaza México.
Deslenguado y ladino, ingenioso y magnético, el personal Pana le sacó provecho a su indiscutible tirón popular pero fue cerrándose puertas al imponer apodos burlesco a diversos personajes de los que dependía en cierta forma su futuro.
En el recuerdo de la afición está la tarde de su supuesta despedida, el 7 de enero de 2007. No solo triunfó en el coso de Insurgentes, sino que provocó el delirio colectivo y removió los sentimientos de toda la afición con una elocuencia prodigiosa. Fue la tarde que siempre esperó. Hacía muchos años que no se hablaba de toros con tanto entusiasmo en nuestro país.
Fue una lección de vida, la justa recompensa a los años de miseria, de abandono, de tocar puertas, de buscar oportunidades sin nada que jamar. Fue una puesta en escena llena de originalidad y pinturería.
Hay una foto perturbadora que Alfredo Palomo tomó ese día. Para quedarse mirándola. El torero, hundido en la suerte, dejándose llevar por el espíritu. Todas las experiencias de la vida de El Pana están proyectadas en el piramidal trincherazo al toro “Rey Mago” de Garfias. Un destello de arte, un relámpago en la tiniebla. Ahí queda eso para ver quién lo mejora.
Un torillo de Guanamé lo tropezó en la plaza de Lerdo, cayendo de mala manera. El Pana murió el 2 de junio de 2016.
