“Todos los expositores responsables de la economía política admiten que la introducción inicial de la maquinaria actúa como una peste con respecto a los obreros de las artesanías y manufacturas tradicionales con las que aquélla, en un primer momento, compite”
C. Marx (1867)
Por Ernesto Acero C.
Atinada y oportuna la decisión del Gobernador Miguel Ángel Navarro, de hacer de Nayarit sede del conversatorio “Programa de Producción Social de Vivienda: Asequibilidad y Habitabilidad”. La construcción es uno de los sectores de la economía que generan más empleo directo e indirecto. El sector genera casi el 8 por ciento del empleo. Un estudio, revela que “por cada millón de dólares invertido en productos de construcción se genera un promedio de 97 empleos en mercados emergentes”.
Generar empleo, es clave para el consumo al generar salarios. El consumo posee el potencial de mejorar la calidad de vida de las personas. Cuando al consumidor se le da acceso de la información adecuada, su consumo se hace más racional. Para consumir se requiere dinero, el dinero se obtiene mediante el salario y este proviene de empleos. Hoy, ante el avance tecnológico, se deriva una embestida contra el empleo.
El tema debería resultar de un altísimo interés para quienes están en el gobierno. Más allá de las “pequeñas” tragedias cotidianas, se nos muestra una visión de un paisaje árido, apocalíptico casi, en materia de empleos. Se trata de una descripción que parece el anuncio de un cataclismo laboral que bien podría ser eje de las futuras políticas públicas en su conjunto.
Se trata de los procesos de automatización que reemplazan a las personas por máquinas. ¡Al diablo con las personas!, parecen decir quienes desean hacer menos caras las mercancías, para ganar más dinero. No importa que con la destrucción de empleos que generan ingresos, se destruya a asalariados que actúan como consumidores.
Quienes vieron el desarrollo de los medios, recordarán el número de personas que se necesitaba para producir un tiraje diario. Hasta hace unos 35 o 40 años, el número de empleados que se requerían en los talleres para hacer un tiraje diario de unos dos mil ejemplares, era de 15 a 20 personas, eso sin contar a las áreas administrativas y propiamente dedicadas a la labor informativa. Hoy, ese número se ha reducido a unas seis o siete personas. Hasta hace medio siglo, la elaboración de ropa o calzado, ocupaba a cientos de personas: hoy, esos empleos se encuentran prácticamente extinguidos.
No es un tema nuevo. El desplazamiento de las personas por máquinas es un asunto que, para el caso que nos ocupa, viene de la mano de la Revolución Industrial. En 1818 nace Marx, quien estudia el tema en el capítulo XIII de «El Capital», esto es, el fenómeno del cambio tecnológico y sus efectos en el mercado laboral. Antes de su nacimiento, en Europa ya se habían registrado revueltas contra la presencia de máquinas “destructoras” de empleo.
Saltando varios años e innumerables autores que han reflexionado en torno a este campo, aparece en 2015 el libro de Martin Ford, «El ascenso de los robots: la tecnología y la amenaza de un futuro sin empleos». El cambio tecnológico que ahora es prácticamente un asunto cotidiano, tiene un efecto decisivo en el mercado laboral. Es verdad que los cambios tecnológicos, por una parte, destruyen empleos, pero ciertamente crean otros. Ese es el planteamiento de Ford, que debería reconocerse como replanteamiento de lo que el viejo Marx trata en uno de los parágrafos de la citada obra (“Repulsión y atracción de obreros al desarrollarse la industria maquinizada”, en donde analiza detenidamente la crisis de la industria algodonera en el Reino Unido en el siglo XIX).
Lo que sabemos del asunto no es una invención de algún futurólogo apocalíptico. La destrucción de empleo como consecuencia de la maquinización de los procesos productivos, es un asunto que ya ha sido tratado de manera intensa desde el siglo XIX, desde hace unos doscientos años. No obstante, la información actual al respecto resulta de enorme relevancia por al menos dos razones:
1). Porque retoma un tema que debe analizarse serenamente, sin filtros partidistas y que afectará cada día más, al país entero, profundamente en materia de empleos.
2). Porque conocer esta información, puede preparar a quien vea el futuro cercano como invención propia de la ciencia ficción.
La realidad cambia independientemente de quien asuma las riendas del gobierno o quien las ejerza. El impacto en materia laboral, y consecuentemente en lo social, será de enormes proporciones. Ahí están las cifras: existe un 97.8% de probabilidades de que desaparezcan los empleos en la agricultura, cría y explotación de animales, aprovechamiento forestal, pesca y caza; el 81.4% de que se esfumen los empleos en la industria manufacturera.
Según dicho reporte, los menos afectados son los empleos que se generan en los servicios de salud y de asistencia social, servicios culturales, deportivos y otros servicios recreativos, así como los empleos en el rubro de transportes, correos y almacenamiento e información en medios masivos.
Dado el intenso proceso de maquinización, no debería haber duda de que el mundo del empleo se verá afectado, de una manera o de otra y de un grado u otro. Consecuentemente, la sociedad entera se verá afectada por los altos índices de desempleo, de salarios insuficientes y de oportunidades de obtener o mantener un trabajo.
Ese escenario afectará a la sociedad en su conjunto. No por culpa de un presidente de la República o de un gobernador. Se trata de la lógica de cambios en la esfera científica y tecnológica. Los cambios son tan acelerados que ni siquiera se tiene una noción de lo que ocurre en ese mundo de las ideas. La ciencia se mueve a pasos inalcanzables, y la tecnología va a un ritmo que exige cambios en los patrones de trabajo y consumo.
Si hacemos una breve revisión de los cambios que hemos visto en las décadas recientes, estaremos en condiciones de reconocer que el futuro del mercado laboral es casi dramático. Como ejemplos cercanos, podemos citar lo que ocurre en las imprentas, en los medios de comunicación, en la construcción, donde los empleos se han ido extinguiendo poco a poco. Consecuentemente, los gobiernos deberían estar preparándose para generar condiciones de viabilidad social para el futuro más cercano que remoto.
Una de las más facetas de mayor influencia en la vida social, donde el gobierno puede actuar, es en el de la capacitación de los ciudadanos. Se trata de la educación.
Hasta ahora, las reformas y contra-reformas en materia educativa, se han quedado cortas ante el presente y no se diga, sin siquiera suponer que el futuro existe.
¿Qué es lo que se debe hacer en la materia? La respuesta podría estar en una vasta consulta a la nación, cierto, pero alejando en todo momento las tentaciones mediáticas que dañan todo intento reformador que pretenda ser serio y trascendente.
La relación antagónica entre empleo y avance tecnológico, no es como inventar el hilo negro. Por eso, habrá que insistir en las virtudes de un análisis al respectivo por parte de las áreas especializadas en el gobierno: coloca en la agenda pública, un tema crucial para el futuro del país y del mundo; y segundo, mide, cuantifica las dimensiones del terror.
Es deseable que quienes están en el gobierno, tomen en serio este tema. Diversos estudios deberán hacerse para conocer la lógica más precisa en cada estado de la República, pues los estudios que se conocen son de cobertura nacional o internacional.
No habrá que esperar mucho de algunos gobernantes, tan alejados cada día más de la realidad. En el peor de los casos, es igualmente deseable que las personas analicen ese futuro, el suyo, al menos para tener una idea de la catástrofe laboral que viene. La construcción de vivienda resuelve dos problemas de manera simultánea: satisface una necesidad fundamental para las personas, para las familias, y genera empleos. Esperemos que de ese conversatorio (“Programa de Producción Social de Vivienda: Asequibilidad y Habitabilidad”) deriven acciones favorables a la generación de empleos.