Por Pedro López González
La Catedral de Tepic es un templo longevo. Data de hace casi cinco siglos. Su embrionario origen es una modesta ermita que se levantó a Santa María la Mayor con la fundación de la Villa del Espíritu Santo de la Mayor España por orden del conquistador Nuño Beltrán de Guzmán en noviembre de 1531.
El 25 de julio de 1532 se funda en el actual Tepic la capital de Nueva Galicia con el nombre de Santiago de Compostela, por mandato real. De inmediato, se empieza a construir un nuevo templo, cuyos muros se concluyen en 1536. Tuvieron que pasar tres siglos para que pudiera lucir con sus esbeltas torres. La del sur fue terminada hasta 1893 y la norte en 1896, diseñadas y construidas por el maestro albañil Gabriel Luna Rodríguez.

De torres esbeltas y de asombrosa simetría, la Catedral es de una sola nave de cruz latina, con dos capillas: la del sagrario, y la de la sacristía, en forma de octágono, que alberga un ropero de cedro del siglo XVlll y una cómoda central también de cedro, que sostiene al centro un Cristo de bronce, fabricado en Barcelona en la segunda mitad del siglo XIX, obsequiado por el industrial Eustaquio Barron. El lavamanos es de cantera gris.
La sede del titular del Obispado de Tepic muestra un recorrido de la historia de la ciudad de 490 años. En el pórtico se admira un mural de las 12 tribus de Israel representadas por 12 sacerdotes. También los cuatro evangelistas: Mateo, Juan, Marcos y Lucas. Dos óleos del siglo XVII son del pintor José Carnero.
Monseñor Manuel Azpeitia y Palomar fue tercer obispo de Tepic, durante 16 años, de 1919 a 1935. Proyectó darle al interior de Catedral unidad arquitectónica de estilo renacentista con finas decoraciones bajo el trabajo artístico del yesero Jesús Escamilla. En fina madera construyó un trono barroco y a ambos lados del presbiterio dos galerías para canónigos. El altar mayor se construyó de granito, con un expositor neoclásico. En lo alto, entre nubes subía al cielo conducida por ángeles y querubines la patrona: Nuestra Señora de la Asunción de María, obra de los pintores Vicente Ortega, Guadalupe Casillas y Gregorio Alfaro.

Fue remozada la representación de la Virgen, se adquirió el Viacrucis, de factura estadounidense, y el enrejado metálico de la calle Amado Nervo fue construido de cantera.
Tanto trabajo, tanto afán, tanto cuidado, tenían un fin: la consagración de la Catedral, que tuvo lugar del 3 de abril al 4 de mayo de 1923, con manifestaciones públicas religiosas y misas pontificales, según consignan las crónicas de la época.
A la solemne consagración acudieron obispos y sacerdotes de Querétaro, Zacatecas, Michoacán, Colima, Jalisco, Sinaloa y Sonora.
Los Caballeros de Colón y fieles católicos recibieron a los prelados en San Cayetano y el Molino de Menchaca, donde subieron a carruajes que los condujeron a la casa episcopal, en el centro de la ciudad.
La decoración de la consagrada Catedral no sería eterna: el 20 de abril de 1959 iniciaron obras de restauración que debieron llamarse de “destrucción”. Estuvo a cargo de tal cosa un arquitecto: Julián Ortega.

En un recorrido para detallar esta nota periodística, encontré el trono barroco de cedro, ausente su grandeza, olvidado en la nave de un templo que perdió su armonía a golpes de tiempo, hurtos y olvido. A cien años de su solemne consagración.