Peloteo | Cronista impar

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Heriberto Murrieta


Se cumplen 105 años del nacimiento de Jorge “Sonny” Alarcón. Si Ángel Fernández le dio a la narración futbolera un tono de voz más alto y un ritmo nuevo, Sonny le puso a la crónica boxística y beisbolera la pimienta que necesitaba.

Jorge Alarcón Rubio nació en la colonia San Rafael de la Ciudad de México en 1918. Fue un hombre de verbo divertido, de dinámico discurso a lo largo de las nueve entradas. Hijo del periodista deportivo Benjamín Alarcón Herrera, decidió seguir sus pasos en la misma profesión. “Y si tuviera varios reencarnaciones, volvería a ser cronista deportivo”, me decía Sonny en una entrevista para mi libro Los Cronistas en 1999.

Su apodo es el diminutivo de son, hijo en el idioma inglés. Así le empezó a llamar su padre cuando toda la familia decidió mudarse a los Estados Unidos y él tenía sólo cuatro años de edad.

Siempre fue a escuelas de gobierno, “que eran mejores que las de paga”, tales como la Belisario Domínguez y la Pensador Mexicano. Durante dos años, Sonny incursionó en el boxeo amateur. Negado para las matemáticas, entró a estudiar la carrera de ingeniero mecánico electricista, pero se dio cuenta de que lo que más le gustaba era la crónica deportiva. Acompañaba a su padre, redactor de La Afición, a cubrir las peleas en la vieja Arena Nacional. Le maravillaba la idea de que su papá trabajaba en lo que le gustaba… y además le pagaban.

Fue así como luego de confesarle que deseaba cortar sus estudios en primero de prepa, se incorporó el equipo de trabajo del periódico taurino El Redondel. Ahí se encargaba de transcribir la crónica que le dictaba por teléfono don Alfonso de Icaza para entregarla de inmediato los linotipistas, pues el periódico se imprimía la tarde del mismo domingo.

Tiempo después, Jorge le pidió al director de La Afición cubrir los eventos de box y beisbol porque el toro no era lo suyo. Empezó a desarrollarse hasta llegar a transmitir varios juegos olímpicos y series mundiales de beis, la primera en 1961.

Sonny afirmaba que el comentarista deportivo debe tener vocación, cariño a la profesión, respeto al público y conocimientos. “Siempre hay que documentarse e ir con la guardia en alto a cada transmisión, porque hay muchos aficionados que te dan quince maromas en la calle”.

Sonny Alarcón fue la ocurrencia y el chiste fino, que nunca cayó en las redes de la vulgaridad. Falleció el 24 de enero de 2001.

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