No entiende la broma, la broma es mala, está cansado, o todo a la vez.
“Traigo el cheque con los diez mil pesos de Meridiano para pagar otra multa al INE y me pueda responder a unas tres preguntas”, le digo mientras me tiende la mano para recibirme a su penúltima entrevista mientras sus ojos, dedos y atención están en la mensajería de su teléfono móvil. Para salvar el incómodo momento, el entrevistador que se despide responde a la broma y yo le agradezco la atención con una sonrisa que todos tenemos para esas ocasiones.
Marcelo Ebrard ha llegado a Tepic el viernes; el sábado estará en Puerto Vallarta. Por la mañana pagó una multa en el INE, denunció cargada en el proceso de Morena a favor de Claudia, declaró de la ciudad al mundo, viajó en vuelo comercial a la capital nayarita, dio conferencia de prensa, encabezó una reunión informativa con sus simpatizantes, inauguró una casa de campaña gestionada por marcelistas con nombre de restaurante, Casa Violeta, y concedió tres entrevistas a medios locales.
Marcelo quiere y cree poder estar en la boleta de 2024. La mayoría de las encuestas le dan la segunda posición, pero él tiene otros datos: dice que va creciendo, que las encuestas que no se publican dicen otra cosa y que si la militancia y la ciudadanía en general responden sin presiones él será el candidato. Muchos dicen que se irá de Morena, él insiste que no. Que eso le conviene a los que van perdiendo.

¿Qué preguntarle a un hombre que diario atiende ruedas de prensa, concede entrevistas callejeras y entrevistas formales a medios tradicionales? Ebrard está inscrito en un proceso de selección de candidato a la Presidencia de México de un partido con las dos grandes herencias de los partidos de los que proviene: el PRI y el PRD, ambos con ropajes y discurso democráticos pero alma autoritaria, éste de tribus y rupturas, aquél de disciplinas férreas y también de rupturas inevitables. De ambos ha sido beneficiario de sus mieles y víctima de sus hieles. Ahora no es diferente.
Azul el traje, azul la camisa, sin corbata, se sienta a la izquierda, el entrevistador a la derecha. Sin desdibujar los gestos del cansancio o indiferencia, pero con una experiencia en la administración pública desde 1981, no hay pregunta que Marcelo Ebrard no pueda contestar. Así que contesta, argumenta.
–¿Un país tan polarizado puede seguir así, polarizándolo más desde el poder?
–Estamos viviendo una nueva era, que se podría definir como la era el antagonismo. Ve Estados Unidos. Divididos. Muy difícil situación. Eso no lo estamos viviendo aquí. Échale un ojo a Sudamérica, Brasil, Perú, Chile. Europa Está Igual. España, con un resurgimiento de la derecha, que pensamos muchos que había quedado sepultada. Esa era de antagonismo es un fenómeno global y no creo que te puedas oponer a ellos porque no vas a tener suerte. Ahora, ¿qué hacer como estrategia de gobernabilidad? No creo que podamos regresar a aquel modelo de Presidente que era un poco distante de esas contiendas. Es difícil porque tienes que contestar y fijar postura todos los días. Como jefe de Estado tienes que estar en el debate todos los días. Ve el parlamento británico, que es el primer parlamento moderno. En una corta distancia están el líder del gobierno y el líder de la oposición y se dicen de todo, y nadie se llama a sorpresa. La democracia tiene un cierto contenido de eso, inevitablemente, y los jefes de Estado tienen que estar en ese debate.
Se extiende por más detalles y plantea que para términos de gobernabilidad se tiene que diseñar un proceso de coalición más amplia y el más amplio respaldo. Se deben sumar los sectores que tengan causas que coincidan, con objetivos amplios en común, como seguridad y otros. Dice que pese a todo, el modelo de desarrollo que plantea la Cuarta Transformación y sustituye al anterior no tiene un cuestionamiento esencial de las oposiciones.
Defiende el valor de los programas sociales con el logro de la reducción del número de pobres en 8 millones. Y el cambio del modelo que plantea un salario al alza, una forma de avanzar hacia la igualdad. Son buenos resultados pese a la grave situación de la pandemia, opina.
–Los programas sociales se dan sin apenas requisitos. ¿Eso no limita sus efectos sobre la pobreza?
–Para las becas Benito Juárez, deben estar en la escuela. Su obligación es aprobar. Jóvenes Construyendo el Futuro, tienes que desempeñar un trabajo. Ha tenido efecto muy positivo. Está inspirado en un programa alemán y en las maestranzas de los oficios, donde los maestros transmitían el conocimiento a los jóvenes, que aprenden el oficio y la organización del trabajo. Sembrando Vida está condicionado a la siembra de la parcela. Los apoyos a personas con discapacidad se está dando a los más pobres para ayudarlos a salir.
Sigue argumentando las bondades de los programas sociales: “Si tú naces pobre en México, tu posibilidad, sin estos programas, de seguir siendo pobre es del 75 por ciento. La movilidad social es casi nula. No poder salir adelante con tu trabajo es la injusticia más grande.”
–¿Qué sigue después de los programas sociales?
–Lo que sigue en los siguientes diez años es que vamos a traernos más menos el once por ciento de la inversión en China hacia Estados Unidos. Son empresas, ya no maquila, sino otro tipo de empresas como Tesla, Ford, con valores agregados muy grandes. Eso significa duplicar el crecimiento de México. No hay por dónde hacerlo encontrar las fracturas de la 4T. Para Ebrard “abrazos no balazos” significa “abracemos a los jóvenes y no matemos por matar”. La Guardia Nacional, en su opinión, es una ventaja para los tiempos por venir.

El reportero no ve atractiva una campaña electoral hablando bien del gobierno que se va, sino haciendo crítica y autocrítica para sembrar esperanza, como se ha hecho siempre, para él sí: “Tienes muchos avances significativos del Presidente, como el tipo de cambio, la reducción de la pobreza. Tienes con qué.”
Dice que ni antes ni ahora se ha pensado que la elección presidencial será un día de campo. “Suponer que no vamos a tener una competencia real es un error estratégico. Con Xóchitl o sin Xóchitl tendremos una competencia real. Estamos preparados para ello”, concluye.
Va a la entrevista para radio, al siguiente salón. Sus asistentes preguntan detalles del estado. Insisten que si no hay intervención a favor de alguien, su Marcelo ganará la encuesta.
Es ésta, cierto, la era del antagonismo y de las encuestas. Peleamos por todo y siempre estamos hablando de encuestas.