Por Salvador Cosío Gaona
Me parece que en la gira que realiza el Presidente Andrés Manuel López Obrador por el Cono Sur, ha caído en una serie de contradicciones dignas de subrayar, particularmente ha llamado la atención su presencia en Chile para participar en la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado en contra del presidente Salvador Allende por parte del Ejército liderado por Augusto Pinochet; AMLO, criticó enérgicamente al general, y aseguró que su traición fue abominable y es una “mancha que no se borra ni con toda el agua de los océanos”, olvidando seguramente que entre sus mejores amigos se encuentran dictadores como Miguel Díaz-Canel de Cuba, Nicolás Maduro de Venezuela, y Daniel Ortega de Nicaragua.
Sin embargo, bien vale recordar lo sucedido en aquel episodio que como se sabe, marcó un parteaguas, pero que a 50 años de haberse perpetrado, sigue dividiendo opiniones.
Así lo recapitula la periodista Fernanda Paúl en la publicación de BBC Mundo que a continuación me permito compartir.
“Ocurrió en Chile, para mal de los chilenos, pero ha de pasar a la historia como algo que nos sucedió sin remedio a todos los hombres de este tiempo y que se quedó en nuestras vidas para siempre”.
Así describió Gabriel García Márquez el derrocamiento de Salvador Allende, que desde hace 50 años no solo marca y divide a Chile sino que, como dice el Nobel colombiano, también tuvo gran impacto internacional.
Ocurrido en plena Guerra Fría, el golpe de Estado liderado por Augusto Pinochet en septiembre de 1973, no fue un fenómeno aislado.
Mientras Bolivia estaba bajo el gobierno de facto de Hugo Banzer, Brasil llevaba ya nueve años con un régimen militar que perduraría 20 años. En Uruguay, gobernaba Juan María Bordaberry, quien después iría a la cárcel por delitos de lesa humanidad, y en Argentina las Fuerzas Armadas tomaron el poder en 1976.
1. La figura de Allende
Salvador Allende no fue un líder cualquiera.
El chileno fue el primer socialista en llegar al poder por voto popular en la historia, lo que lo convirtió de inmediato en una figura a nivel mundial. Y pese a las innegables divisiones que provocaba -y sigue provocando- en su propio país, fuera de él su figura y su proyecto generaban gran admiración.
“Salvador Allende atraía mucha simpatía en Europa y el mundo. No era un héroe revolucionario como Fidel Castro o Che Guevara. Tampoco un populista. Era un político de la vieja escuela, que negociaba, conversaba”, le explica a BBC Mundo David Lehmann, investigador de la universidad de Cambridge y especialista en estudios latinoamericanos.
“Al contrario de lo que sucedía con otras fuerzas latinoamericanas como el peronismo, la alianza de la Unidad Popular chilena tenía resonancia y vínculos con otros países”, prosigue.
“Por lo mismo, su muerte abrupta causó impacto y gran desilusión… El ataque a una propuesta pacífica como esa, a pesar de las evidentes dificultades que tenía, resultó muy chocante para muchos”, dice el experto.
Una opinión similar tiene Camila Vergara, doctora en teoría política y académica de la universidad de Essex, en Reino Unido.
“Allende era una persona respetada, porque él respetaba las reglas del juego. Recordemos que Che Guevara le regaló una copia de su libro y, en la dedicatoria, le escribió: ‘Para alguien que va a ser lo mismo pero por otra vía’”, le cuenta a BBC Mundo.
Quizás uno de los momentos que mejor refleja esa notoriedad es el histórico discurso que hizo ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en septiembre de 1972.
“En ese discurso -explica la académica-, Allende denunció lo que estaba pasando en Chile y el rol de las transnacionales en inmiscuirse en la soberanía nacional; de cómo él se veía atado de manos para hacer sus políticas públicas”.
“Es un discurso humano, erudito y verdadero que hasta el día de hoy sigue resonando”.
Cuando terminó, recibió una ovación de pie que solo se repitió en 2013, cuando Nelson Mandela ocupó el mismo palco.
Según Vergara, el golpe contra Allende fue entendido como “el fin violento del movimiento obrero a nivel mundial”.
“Es el término de una promesa de gobierno popular real y eso fue muy desesperanzador para Europa, por eso es tan sentido”, opina.
Los analistas coinciden en que a todo esto se suma que Chile era visto como un país con una larga tradición democrática.
Y la llegada al poder en 1970 de un líder de izquierda, que representaba un desafío para Estados Unidos en momentos muy vertiginosos, era una prueba más de aquello.
2. Las imágenes
Otra de las razones que explican por qué el 11 de septiembre de 1973 sigue siendo considerado un hito, son las numerosas imágenes que dieron la vuelta al mundo por la extensa cobertura que tuvo en la prensa internacional.
Y que se volvieron icónicas.
“Uno podría describirlo como el primer golpe latinoamericano que desde sus orígenes, pasando por su ejecución hasta sus consecuencias, fue cubierto por la prensa occidental”, señaló Kristian Gustafson, especialista en Inteligencia y Seguridad de la Universidad de Brunel en Londres en una entrevista publicada por BBC Mundo en 2013.
“Fueron imágenes que impactaron muchísimo”, dice Michael Reid, escritor y periodista británico experto en Latinoamérica.
“Sobre todo la del ataque a La Moneda por parte de las propias Fuerzas Aéreas de Chile. Estaban bombardeando su propio palacio presidencial”, añade para BBC Mundo.
Para Camila Vergara, en Europa fue aún más impactante, pues algunas de las acciones realizadas por los militares se relacionaron “con la memoria visual del movimiento fascista alemán”.
“Estoy hablando de la quema de libros o de los centros de detención. Y eso fue muy fuerte”, relata la historiadora.
“Además, había cosas que se sabían mejor afuera… En Chile hubo mucho ocultamiento, censura”, remata Vergara.
La figura de Pinochet, como líder del golpe, también tuvo gran repercusión internacional.
Al mismo tiempo que sus seguidores consideraban que había salvado a Chile de un gobierno que estaba arruinando al país, se convertía en uno de los íconos de la violación de los derechos humanos en el mundo.
Pinochet, además, estuvo muchos años en el poder (17 en total) en contraste con los generales que se sucedieron en las dictaduras de Argentina y Brasil, por ejemplo.
Para el académico de la universidad de Oxford y especialista en política latinoamericana Alan Angell, las fotografías que se propagaron de Pinochet con sus lentes oscuros representaron “casi una parodia de la imagen de los dictadores”.
“Los militares chilenos fueron más efectivos en su brutalidad. Le apuntaron a los militantes sospechosos con más precisión. Tenían mucha más información. Y menos oposición. No les tocó lidiar con montoneros, tupamaros…”, le dijo Angell a BBC Mundo para un artículo publicado en 2013.
De acuerdo con varias Comisiones de Verdad, la cifra total de víctimas calificadas oficialmente en Chile es de 40 mil 175 personas, incluyendo ejecutados políticos, detenidos desaparecidos y víctimas de prisión política y tortura.
@salvadorcosio1