“La vida nadie la tiene comprada, tengo 35 años de edad soy repartidor de mandaditos, mi nombre es Arturo Carbajal Cano y desde hace poco más de cinco años recorro las calles y colonias de la capital del estado a bordo de una motocicleta entregando diversos productos, claro, todos lícitos”.
Comienza a relatar este hombre que ha sobrevivido de forma milagrosa a un accidente a bordo de su motocicleta y que hoy comparte su experiencia amarga para que quienes manejan estas unidades tomen conciencia.
“Gano muy bien, al día obtengo desde 450 hasta los 700 pesos, mi jornada laboral empieza a las seis de la mañana con un baño y un buen café, en punto de las 7:00 am salgo de mi hogar dejando en casa a mi esposa y mis dos pequeños hijos con la idea de regresar antes de las 7 de la noche”.
Y agrega sobre su deseo: “Siempre pienso que volveré a casa con el sustento para mi familia, amo a mi esposa y a mis críos, ellos son todo lo que tengo en esta vida, no tengo más familia sólo a ellos”.
El pasado jueves 28 de septiembre como de costumbre salió a trabajar, sin imaginar que por la tarde por poco y perdía la vida después de impactarse contra una camioneta repartidora de productos lácteos que se le atravesó.
“Eran alrededor de las cinco de la tarde cuando circulaba a velocidad moderada por la calle San Luis de norte a sur y al llegar a la calle Zaragoza de pronto y de la nada a escasos 10 metros tuve a la vista una camioneta en color blanco, la unidad sin detenerse intentó ganar el paso, frené pero las llantas de mi moto patinaron y la frágil unidad no se detuvo hasta después de golpear la caja de la camioneta Nissan que era conducida por un joven, que al sentir el impacto bajó de la unidad y reconoció que él había provocado el accidente.
“Al regresar a mi realidad y ya tirado en el pavimento, la gente que pasaba por el lugar se acercaba y me hacían las preguntas que supongo le hacen a cualquier persona aturdida por un golpe; cómo te sientes, te duele algo, cómo te llamas, quieres que le avisemos a alguien de tu familia, y cosas por el estilo y enseguida se marchaban”.
Recuerda que llegó una agente de vialidad y a los pocos minutos una ambulancia los paramédicos lo revisaron y trasladaron a un hospital particular a petición del dueño de la camioneta que me cerró el paso: “Ya estando en el hospital le avisé a mi esposa, cuando ella llegó ya me habían realizado una serie de estudios y radiografías descartando fracturas en mi cuerpo, los médicos dijeron que sólo presentaba golpes y escoriaciones, ante este diagnóstico me dieron de alta”.
En estos momentos se encuentra en casa, al lado de su esposa e hijos, pero se pregunta qué hubiera pasado con su familia si hubiera muerto en el lugar de los hechos.
“Comparto mi experiencia con el único propósito de que los compañeros repartidores y todos los motociclistas que circulan por las calles de la ciudad apliquen las medidas de prevención, que aprendan a usar el casco de protección, que valoren sus vidas y la de quienes los acompañan en las motocicletas, pero sobre todo, que tengan presente que en casa alguien los espera con los brazos abiertos”.