68: Vietnam, Woodstock, Tlatelolco y la Guerra Fría

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“Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica; pero ir avanzando en los caminos de la vida y mantenerse como revolucionario, en una sociedad burguesa, es difícil”

Salvador Allende

Por Ernesto Acero C.

Los años sesenta representan un delta explosivo de creatividad, de rebeldía creativa, de manifestación de las mejores y más elevadas expresiones humanas. En esos años se marca la presencia de Marx y la dictadura del proletariado, Reich y la revolución sexual. Ahí están, también, el existencialismo de Sartre, el realismo trascendente de Neruda y el laberíntico pensamiento de Paz.

Son años marcados por la barbarie de izquierda y derecha, desde los delirios de Nicolae Ceaușescu en Rumania, hasta las dictaduras militares promovidas por los Estados Unidos. Son los años de la Revolución cubana, de la Guerra Fría, de la crisis de los misiles y hasta del primer hombre en la luna y de las bases para el desarrollo de internet.

En ese contexto se manifiestan movimientos donde los participantes eran jóvenes, estudiantes. Los movimientos sociales involucraban a todo mundo, pero las de los estudiantes, son acciones que llaman la atención por ser un sector relativamente privilegiado. Estudiar era y es un privilegio dado que requiere garantizar un piso básico de bienestar.

Nuestro país ya arrastraba su propia historia, con los movimientos estudiantiles de normalistas rurales. (El nombre de Baudelio Alegría es pieza fundamental en esa historia). Movimientos estudiantiles que eran controlados a sangre y fuego, con muertos y desaparecidos. No se sabe la cantidad de jóvenes que fueron asesinados antes del ‘68. Hasta la fecha, tampoco se ha esclarecido el nivel de responsabilidad de los que participaron en la muerte de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, dos de octubre de 1968.

Se sabe, eso sí, que varios movimientos estudiantiles fueron enfrentados a sangre y fuego en diferentes países. Las movilizaciones más recordadas son las que se registraron en Berlín (Alemania –occidental–, reunificada en 1990), Praga (Checoslovaquia, hoy dividida en dos países, la República Checa y la República Eslovaca), Paris (Francia), Estados Unidos y México.

El contexto mundial en el que se registran esas acciones, es sin duda determinante. Son años en los que el arte y la cultura reaccionan endemoniada y encadenadamente. Son años en los que las movilizaciones de las mujeres empezaban a asumir posturas más allá del simple derecho al sufragio, pues reclaman igualdad y empiezan a poner en duda el sistema patriarcal que sobrevive hasta la fecha. Los movimientos de la población negra en los Estados Unidos, son una parte de la agenda de una sociedad que se hace cada día más y más exigente de lo mínimo.

En algunos países las reivindicaciones son de orden político, en donde se reclama respeto a los derechos de las personas, o al menos un poco de libertad y de respeto por la vida humana. El autoritarismo está a la orden del día en cualquier país. En Europa, algunos pueblos se rigen bajo la férula de la Unión Soviética. En el sudeste asiático, los estadounidenses matan a la población con el pretexto del “virus comunista”.

En los años sesenta, las desigualdades parecían menos marcadas que ahora. La promesa de porosidad social, de una mejora en las condiciones económicas, eran más viables entonces que ahora. (Cierto, esa promesa para engrosar un segmento de clase media alta ya no existe). No obstante, la inquietud bullía en un sector social joven que se rebelaba ante injusticias y excesos del poder político y económico.

En un excelente artículo, Ángel Gilberto Adame (Los Beatles según Octavio Paz, publicado en El Universal), aborda el tema de expresiones musicales como la de los Beatles. Ahí se registran las palabras del poeta de Mixcoac: “No me parece un gran grito poético. Me parece una explosión de salud y de inseguridad al mismo tiempo, de inseguridad porque necesitan, de salud porque se atreven a decirlo”. Ahí, Paz deja un vasto territorio para la discrepancia.

En efecto, durante los años sesenta se registra una tremenda explosión de talento y de rebeldía. En esos años se manifiestan expresiones artísticas de grandes proporciones. El blues da lugar a expresiones de rebeldía con diferentes actores. La lista es enorme y cualquier intento por hacer una enumeración sería injusto.

De lo que no puede dudarse es de la enorme influencia que tuvo el arte en esa explosión artística que se manifiesta en Woodstock. En ese festival (1969), se presentaron personalidades y agrupaciones como Simon and Garfunkel, Joe McDonald, Joan Baez, Santana, Canned Heat, Janis Joplin, Grateful Dead, Creedence Clearwater Revival, The Who, Jefferson Airplane, Joe Cocker, Country Joe and The Fish, Ten Years After, Johnny Winter, Crosby, Stills, Nash & Young y Jimi Hendrix, entre tantos otros.

Creo que Woosdtock pudo ser un evento delirante. Delirante por lo ahí expresado, por la rebelión que marcaba una era entera. En lo personal destaco la presencia de Joe MacDonald, que fustiga ácidamente (y no con LSD) la presencia de Estados Unidos en Vietnam: “No hay tiempo para reflexionar, / ¡Viva! Todos vamos a morir. / Vengan madres de todo el país, / Empaquen a sus hijos a Vietnam. / Vengan padres, no duden, / Manden a sus hijos antes de que sea tarde. / Serán los primeros en su cuadra / En recibir a su muchacho de regreso en una caja. / Y es uno, dos, tres, ¿para qué peleamos? / No me preguntes que no me importa, / La siguiente parada es Vietnam”.

Me parece que resulta más representativa de los años sesenta, la presencia de Joe MacDonald, de Joan Baez, de Grateful Dead y Jimi Hendrix. Junto a ellos, los dioses: los dioses del blues como B.B. King, Howlin’ Wolf, Big Mama Thornton, Muddy Waters, John Lee Hooker, entre tantos otros de esas elevadas dimensiones. Biografías como la de Etta James, Nina Simone, Ray Charles, además de todos los mencionados, son historias que nos remiten al esclavismo. Los creadores negros debieron organizar su propio Woodstock (en Nueva York, para 1969, Mount Morris Park –ahora llamado Marcus Garvey Park–, el Harlem Cultural Festival). Naturalmente, los dioses no estaban presentes, físicamente, en el Festival de Woodstock. No obstante, eran actores principales de una historia que sigue sin concluir, la de la rebelión pacífica, creativa, fundada en la imaginación y en los mejores sentimientos del ser humano.

La juventud es un divino tesoro, a la vez espada de dos filos y enfermedad que se cura con el tiempo. Las épocas han sido marcadas por ese sector. La sangre y el fuego no han podido destruir esa naturaleza transformadora. Para bien del mundo, en la ingenua inexperiencia, ahí se cultivan las mejores promesas del hombre.

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