Por Karina Aguayo
Recientemente me decía un buen amigo con motivo de mi cumpleaños: Un año más vivido es también un día menos por vivir… no podría estar más de acuerdo.
A lo largo de mi vida, cumplir años ha sido un tema complicado, una fecha que te obliga a mirar hacia atrás e inevitablemente pensar en el futuro. Tal vez por eso me causa tanta ansiedad. La introspección que genera, los posibles escenarios que plantea y la realidad con la que se debe vivir.
Contrario a lo que muchos de manera simplista pensarían, es que en las mujeres prevalece la fobia al envejecimiento y nos negamos a envejecer. Desearía que fuera algo así de sencillo, pero no, no lo es. Para mí suele ser un corte de caja que te obliga a analizar lo bueno y lo malo de las decisiones tomadas. De entrada densa se avisora la reflexión por un simple cumpleaños, cuando se supone éste debe ser un motivo de júbilo, buenos deseos y por qué no, una buena descarrilada en la dieta.
Como es costumbre, la gente suele verme como bicho raro cuando digo que no me encanta cumplir años, porque es un recordatorio de ese corte de caja que siempre se debe hacer, ¿cómo vamos? Y peor aún ¿hacia dónde vamos? Para quienes somos generación X sabemos que nuestra programación viene de una cultura de esfuerzo constante, cumplir ciertos estándares que te permitan sentir que eres una persona productiva, que ve por los suyos. Así de sencillo.
Lo que no esperábamos era ser una especie de bisagra entre estos roles tradicionales y el vertiginoso cambio generacional convirtiéndonos en un hibrido, cumpliendo nuestras propias expectativas y tratando de adaptarnos a las nuevas y bizarras realidades de las nuevas generaciones, bombardeados por tecnología y nuevos roles de género cada media hora.
Pero sin desvíos… volviendo al corte de caja, cumplir con los estándares con los que crecemos no es fácil en un mundo tan competitivo, con la exigencia que nos autoinfligimos en todos los ámbitos de nuestra vida, siendo mujer sólo añade un grado extra de dificultad, esto sin jugarle a la carta barata de victimizarse por ser mujer; al contrario, creo que cualquier logro chico o grande vale el doble.
Mi conflicto con cumplir años reside justo en toda esa carga: en la búsqueda constante por la perfección en todas las áreas. Aclarando que no creo sea algo negativo, en lo particular me ha llevado a cumplir mis metas. Sin embargo, es inevitable encontrarse en ese momento de la vida en la que te das cuenta que ya eres “a middle age woman” con un corazón de veinteañera, los sueños de una pequeña solitaria y temerosa que se imaginaba siendo la dueña y señora de su propia vida -sin saber el costo que implicaría- y con las cicatrices de cuarenta y tres años que como pieza de cerámica tratada con “kintsugi”, técnica japonesa en la que cada fisura es reparada con oro, termina siendo una pieza mucho más bella que la original a pesar de sus fracturas.