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La batalla del Convento de la Cruz Tepic, 23 de junio de 1824

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Única confrontación bélica para el retorno de Agustín de Iturbide a México

Por Javier Berecochea García

Para el niño soldado de la

Primera División de Milicias del Sur

y del Apostadero y Puerto de San Blas,

José Luis Zeceña Hernández

(Tepic,1810-Tepic, 23 de junio 1824).

Con exaltación y no poca admiración empezó a correr la noticia entre los habitantes de Tepic sobre la presencia de un noble prusiano ostentando el grado de teniente coronel. Lo describían como bajo de estatura, próximo a los treinta años de edad, buena figura, cabello rubio, ojos azules, color rosado la piel, de afeitado fino y pronunciar el castellano de forma lenta; de valor y osadía, buen oficial de artillería, se rumoraba había servido en esta arma en los ejércitos de Napoleón. El mismo gobernador de Jalisco, el general Luis Quintanar, extendió la orden para su colocación en el cuerpo de artillería. De su llegada al Valle de Matatipac no hay fecha exacta. Al pasar a inventario varios calendarios gregorianos algunos recordaban que fue después de la boda de don Eustaquio Barron con doña Cándida Añorga, y quién iba a olvidar ese día, fue a media semana, un miércoles 3 de marzo de 1824. El esplendor se hacía manifiesto en el adorno de la pequeña iglesia parroquial y el clima de la ciudad invitaba al disfrute, mas debemos decir que a la sociedad tomó por sorpresa el anuncio del enlace de la viuda del catalán don José Antonio Pinto y Marti, quien embargada por la pena tan sólo tres años atrás lloraba su muerte. El gaditano Barron de ascendencia irlandesa sólo tenía tres meses de haber llegado a la población. Hombre de mundo y de corrida la legua residió siete años en Inglaterra y tuvo algunas estancias cortas en Manila y Lima. De ahí se embarcó a tierras mexicanas llegando al puerto de San Blas en el bergantín Rebeca, pero como suele suceder, nadie manda en el corazón, Eustaquio fue desarmado y prendido por las virtudes de Cándida. En poco tiempo se encariñó de sus tres pequeños hijos: Manuela, de siete años; Doloritas, de cinco,  y José Antonio, de tres, decidiéndolo a sentar cabeza en estas tierras conocidas en aquellos años como de la Mar del Sur. El paso obligado de productos europeos a través del puerto de Cádiz impuesto por la monarquía peninsular enfrentó el ocaso a partir del triunfo independentista. El naciente México abría las oportunidades a nuevos inversores, Barron supo aprovechar las oportunidades, quién imaginaría en esos días su porvenir, el futuro le deparaba convertirse en uno de los hombres más ricos y poderosos de México.

Del personaje ocasionador de tantas preguntas entre los tepiqueños y algunos suspiros entre las casaderas, los antecedentes poco a poco se fueron conociendo, su nombre era Cristóbal Anastasio, con título nobiliario barón de Rossemberg. Los primeros pasos de este aventurero prusiano dentro del territorio se remontan al año 1820, cuando aún la Corona a través de la organización virreinal gobernaba la entonces Nueva España, afecto a los ideales monárquicos al consumarse la independencia e instaurarse el Imperio mexicano encabezado por el general Agustín de Iturbide, fue compensado con los empleos de teniente y capitán de artillería con grado de teniente coronel. El gusto duró poco, nueve meses. A la abdicación en marzo de 1823 y la posterior salida hacia Europa el 11 de mayo de Iturbide y familia, al barón de Rossemberg el supremo gobierno no lo juzgó digno de la confianza y honor de ser oficial del ejército mexicano, como lo había hecho Iturbide, sufriendo expulsión y habilitado con quinientos pesos para su viaje. Luego de estos acontecimientos se cree fue a refugiarse a los Estados Unidos, pues no se supo de él hasta nueve meses después cuando arribó a Tampico a bordo del Pailebot Washington el día 29 de noviembre, llegó en clase de pasajero y salió para Altamira el dos del siguiente mes en la tarde con dirección a la provincia de San Luis. A las preguntas del teniente José María Salazar, comandante de artillería de Tampico, contestó venía con el objeto de cobrar lo que la nación le restaba, y de paso presentarse al Congreso para que se le volviera su anterior empleo. Al cuestionarle era camino extraviado el que llevaba para ir a la Ciudad de México, y más no teniendo reales para su viaje y menos para su vuelta, no hizo caso alguno y emprendió su marcha, causando sospecha de traer miras, según los que gobernaban, en perjuicio a la nación.

Mientras tanto las noticias de Europa traídas por un buque de Liverpool llegado a Alvarado, Veracruz, el 28 de febrero de 1824, daban cuenta que ante el temor o bajo el pretexto al ser informado del interés de Fernando VII de que lo había reclamado, o iba a reclamarlo, Iturbide a principios del diciembre anterior en forma precipitada abandona su exilio en Liorna, Italia, huyendo en un bergantín inglés, con tal suerte que la embarcación en que lo verificó varó en la costa a poco de haberse hecho a la vela y que viéndose en la necesidad de volver a tierra, ante el peligro de ser víctima del furor de la liga de soberanos, marchó por la costa con su hijo mayor dejando a su familia en Pisa, atravesó Suiza y Bélgica, y se embarcó en Amberes para Londres, a donde llegó el día 2 de enero, acompañado de dos de sus hijos, su sobrino Malo, y el cónsul español que estaba en Liorna, don Mariano Torrente. Ante estas nuevas en el Soberano Congreso Constituyente presidido por Juan Ignacio Godoy, el 15 de marzo de 1824 el diputado Carlos María Bustamante pidió se declarase que en caso que Agustín de Iturbide se presente en costas mexicanas, se le tenga por enemigo público proscrito y fuera de ley. El día 28 de abril el Congreso aprueba la propuesta y se declara traidor a  Agustín de Iturbide, siempre que se presente en cualquiera punto del territorio bajo cualquier título.

Ignorante de lo sucedido en los debates de la Cámara, pero quizá no a lo que sus seguidores orquestaban para su retorno a México, el 11 de mayo a las orillas del Támesis en el embarcadero de Southampton, Iturbide aborda un bergantín con destino a alguna parte de la costa americana acompañado de su mujer Ana María Huarte con cuatro meses de embarazo, de sus hijos más pequeños Salvador María y Felipe, y de personal a su servicio. Rumores publicados en el diario La Gaceta de Londres el viernes 21 de mayo de 1824, citan cartas de Italia y de París que hablan de la partida de Iturbide para México, como una intriga meditada por el gobierno francés, consecuencia de la firmeza de Inglaterra en los asuntos del Sur de América. El nuevo esfuerzo de Francia y España dirigido a impedir el reconocimiento de independencia de los nuevos estados y según y para este fin Iturbide era la persona escogida para descomponer los asuntos en México. Una carta citada decía “cómo puede Inglaterra reconocer la independencia de México (a donde ha enviado comisionados) si Iturbide sale de Europa con el fin de tomar las riendas del gobierno, y alterar los asuntos políticos de aquel país”. Añade que es el buque dinamarqués nombrado Cruel el abordado por Iturbide para trasladarse a México.

Los pasquines y letreros colocados a partir de los primeros de abril de manera clandestina en los parajes públicos con leyendas de “Viva Agustín Primero” y otras expresiones empezaron a extenderse por la geografía del naciente estado de Jalisco, en los corrillos el comentar versaba sobre los diputados del Congreso local el estar muertos de miedo sin saber qué hacer, y el actuar a su anchura sin tomar providencia alguna los jefes principales, es decir el gobernador Quintanar y el comandante militar Anastasio Bustamante, señalados como los cabecillas conspiradores para el regreso de Iturbide a tomar el poder. En Tepic la Primera División de Milicias del Sur y del Apostadero y Puerto de San Blas durante el imperio, comandada por Eduardo García Tato, originario de las Provincias Internas, quien cinco años atrás había quedado viudo de Ignacia Manzanera de Iturbide, hija de María Josefa Iturbide Arámburu y hermana del destronado, hacía que la circunstancia de parentesco provocara desconfianza a los del gobierno del centro, destituyéndolo por decreto 8 de abril de 1823 y nombrando de interino en el mando a José Narváez, a partir de mayo del mismo año. Para su restitución Bustamante argumentó el atropello cometido a García al separarlo del cargo, el ser español Narváez, y los clamores del vecindario de Tepic a través de cartas particulares de personas fidedignas pidiendo su regreso, además esgrimía sostener la decisión en este asunto y otros enfrentados en su carrera, al jamás atender al parentesco ni al origen de los hombres cuando se trata de distribuir justicia. El júbilo y entusiasmo con que fue recibido García por la tropa y habitantes de Tepic, dieron una idea perfecta de la estima y confianza que era merecedor este jefe, contra quien sus enemigos interesados en conservar el clandestino comercio que él impedía, nada pudieron probar en un año que duró su suspensión a pesar de la pública invitación que les hizo al efecto.

En la noche del 12 de mayo en la Ciudad de México en una casa marcada con el número 15 de la calle de Celaya, un grupo de iturbidistas fueron sorprendidos en reunión conspiradora, el haber entrado por la azotea y por la puerta principal la tropa, no permitió pudiese escapar ninguno y encontrar multitud de documentos en que la data aparecía de la siguiente manera: “Dios, Independencia, Héroe de Iguala.” El acontecimiento desató un torbellino de persecuciones y encarcelamientos debido a los papeles comprometedores encontrados en el interior. Resultado de las investigaciones el día 17 de junio en Guadalajara, ante Luis Quintanar y Anastasio Bustamante se presentó el general Joaquín de Herrera con cien dragones y les intimó la orden que tenía de Nicolás Bravo para arrestarlos y hacerlos salir de inmediato de la ciudad. Al enterarse de lo sucedido Eduardo García, hace llegar un extraordinario de Tepic, comunicando a Bravo estar dispuesto a obedecerlo y entregar el mando, prometiendo hacerlo de inmediato en San Blas a Flaminio Agacini, promesa que no cumplió.

Al siguiente día poco antes del primer canto de los gallos, la columna militar integrada por 200 dragones montados sobre briosos corceles tomó derrotero al norte dejando atrás terrenos tapatíos perdiéndose a la vista en el horizonte. Al frente del contingente iba el coronel Luis Correa. El camino de herradura a Tepic se convertía en una verdadera pesadilla al llegar a la barranca de Mochitiltic, el superar las inmensas montañas molía hasta al más experimentado jinete, Correa había recibido consigna de Bravo de hacerse del mando de las milicias del Sur en manos de García. A las 11 de la mañana del miércoles 23, en unión con las fuerzas de la región reunidas por el teniente coronel José Dolores Morellón se aproximó a las inmediaciones de la ciudad y al frente de ésta tomó posición en el Convento de la Cruz, bajo la circunstancia anterior llegó una comisión del ayuntamiento a conferenciar, asegurando el estar en la mejor disposición Eduardo García a sujetarse a todo lo que él dispusiera, contestando el coronel a los portadores del comunicado su aceptación por oficio, manifestando el hacerlo por el bien de los ciudadanos honrados de Tepic y el no alterar la tranquilidad, encargando se le diera a conocer lo que ocurriera para en su caso socorrer a la ciudadanía en todo lo que de él dependiera. Llegado a estos términos entre las partes, fue interrumpido por uno de sus oficiales que de manera presurosa y agitada se presentó ante los reunidos, dando la alerta que el total de la fuerza que estaba en Tepic salía con un cañón a enfrentarlo. De inmediato Correa dispuso su división para la defensa. Ya en esta formación los contrarios dispararon un cañonazo de metralla. La reacción no se hizo esperar lanzándose a la carga los dragones arrollando al enemigo en sangrienta batalla donde alrededor de 75 hombres de García quedaron muertos en el lugar. Correa sufrió la baja de dos oficiales y cinco soldados, cayeron prisioneros Eduardo García Tato, el barón de Rossemberg, y el teniente Pedrosa; heridos Domingo Morales, comandante de San Blas, el sargento Ignacio Briseño y el capitán de patriotas Santiago Mascorro. La demás tropa hecha prisionera fue perdonada desde la clase de sargento hasta la de soldado.

Pasado el mediodía a eso de las 2, la hostilidad cesó, el silencio se apoderó de la ciudad y las cabezas de los que quedaron en ella empezaron a asomar entre las ventanas, muchos en la víspera huyeron a las haciendas y rancherías cercanas a refugiarse. De boca en boca los que trepados en azoteas y de lejos observaron, llevaban la voz cantante de los pormenores de la batalla, lo narraban que hasta parecía que habían estado entre tiros de fusil y metralla. La angustia de Manuel Zeceña y su esposa Josefa Hernández ya no pudo ser soportada, dirigieron sus pasos hacia la ruta de los peregrinos del templo de la Santa Cruz. Manuel con la mano asida en el cabestro de su jumento iba pensando lo peor. En sus adentros se decía “maldita miseria que nos obliga a hacer lo que no queremos”, y de reojo veía los movimientos rápidos e imperceptibles de los labios de Josefa rezando. Un poco más adelante de la media cuesta un desgarrador espectáculo los hizo palidecer: entre la arbolada de zalates y fresnos, los cuerpos ensangrentados de milicianos yacían por doquier. No medió palabra alguna entre ellos. La mujer levantó su cara, miró hacia lo alto de la colina, tomó de un extremo su rebozo y lo cruzó sobre el hombro izquierdo, apuró su andar guiada por el instinto seguida por su hombre. A escasos metros del templo, al pie de una pequeña ceiba se arrodilló ante el cuerpo inerte de su hijo José Luis, su niño de 14 años, que por llevar unos pesos para mitigar la pobreza del hogar, dejó el trompo y tomó la espada. Limpió la cara de facciones todavía infantiles de su retoño,  le acarició el cabello y con la diestra lo persignó. Manuel levantó al hijo de menuda figura, y lo terció sobre el lomo del pollino. Cabizbajos, con ojos vidriosos y boca salada retornaron por el camino andado, desapareciendo entre las estrechas calles del arrabal.

El periódico El Sol del 9 de julio publicaba: “NOTICIAS NACIONALES. Guadalajara 2 de julio. …El vecindario de Tepic ha hecho una solicitud pidiendo se perdone la vida a García, a la que el Sr. Bravo se ha negado absolutamente. Es de notar la circunstancia de que los europeos a quienes García era más desafecto han sido los primeros en firmarla.”

El día 8 se celebró el consejo de guerra presidido por el coronel Correa, el día 10 a los primeros rayos del sol fueron sacados al patíbulo del cuartel de Tepic y pasados por las armas Eduardo García, Cristóbal Anastasio, barón de Rossemberg, Domingo Morales e Ignacio Briseño.

Por la boca de la ría de Soto la Marina, el 14 de julio de 1824 entró el bergantín inglés Spring procedente de Londres con 64 días de navegación. A bordo venían entre los pasajeros un extranjero de origen polaco de nombre Carlos de Beneski y un compañero suyo, para presentar según declaraciones de Beneski un plan de colonización al gobierno trayendo poderes para tal efecto de tres capitalistas irlandeses del comercio de aquella capital….

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*Imagen. Acta defunción del soldado miliciano José Luis Zeceña Hernández, muerto en la batalla del día 23 de Junio de 1824. Hijo de José Manuel Zeceña Coronel y Josefa Hernández Casarez originarios de La Estancia de los Ayón, municipio de Etzatlán, Jalisco; casados el 5 de Octubre de 1805 en la capilla de su pueblo de donde emigraron a Tepic en 1809.

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