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viernes, agosto 1, 2025
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La coalición suicida del PAN con el PRD

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Solía decir el brillante periodista Guillermo Ibáñez López que el poeta, obligadamente es un profeta. Desde el punto de vista de Tomás de Iriarte, “Los pueblos que carecen de poetas carecen de heroísmo”. El poeta, en esa condición, suele mirar en el futuro como (aparentemente) cualquiera puede hacerlo con el pasado. El pueblo mexicano carga con esa naturaleza heroica; es implacable con sus poetas, que también se suelen equivocar en sus fantasías sibilinas.

El siglo XX tuvo a bien iluminar a México con dos soles: Alfonso Reyes y Octavio Paz. Para el asunto que nos ocupa, recurrimos a la relectura de don Octavio, que en 1994 vaticinaba para el 2000 la llegada de un panista a la presidencia de México. Nuestro sol de la segunda mitad del siglo XX, vaticinó que “nuestro próximo Presidente podría ser un hombre del PAN”. Así fue: Vicente Fox llegó a la Presidencia en 2000.

Para el PRI, don Octavio planteaba una disyuntiva: cambiar radicalmente o desaparecer. Se mantuvo radicalmente igual, no se transformó. La amenaza está viva: el PRI se conduce al territorio del olvido o la intrascendencia.

El PRD es el que se salió de la previsión de don Octavio. Dada su “naturaleza” tan diferente, el PRD y el PAN estaban condenados a mantenerse alejado uno de otro. Lo que no vio don Octavio es que en 2000 llegó a la Presidencia un panista, pero no el PAN. Lo que tampoco logró prever, fue que el PRD y el PAN acabarían durmiendo juntos y comiendo en el mismo plato. Ahora vemos que el PAN acabó durmiendo con un cadáver en una especie de necrofilia electoral, pues las cifras así nos lo muestran.

El PRD dirá adiós en este año. Los votos que obtuvo no le son suficientes para cumplir con el requisito que el mismo PRD apoyó en 2014 para mantener el registro como partido político, 3%.

Las alianzas donde se mostraba un símbolo común y en las que se actuaba en todo momento como “partido de partidos”, esas también acabaron en 2014. Ahora, una coalición compromete a sus integrantes a postular candidatos de manera común, aunque los votos se dirigen y se cuentan para cada partido integrante. En las coaliciones, hasta antes de la reforma de 2014, se firmaba un convenio y el número de votos se asignaba como porcentaje de los que obtenía esa alianza. Ahora cada partido suma sus votos en favor de una candidatura. El elector puede votar por un partido que postula a un candidato común. Un elector puede votar por varios partidos o por todos los que integran esa coalición y el voto cuenta a favor del candidato, pero se anula para los partidos. De esta manera, un candidato puede obtener más votos que los que representa la suma que logran los partidos.

El PRD, que había crecido a la sombra de grandes figuras como Cuauhtémoc Cárdenas o López Obrador, ahora está a un lado del precipicio, listo para dar un paso adelante. El PRD desaparecerá de la escena nacional dado que no cumple con uno de los más importantes requisitos para mantenerlo. Me refiero a lo dispuesto en el artículo 95 de la Ley General de Partidos Políticos, donde se definen las causas de “pérdida de registro de un partido político”, que es el de “No obtener en la elección ordinaria inmediata anterior, por lo menos el tres por ciento de la votación válida emitida en alguna de las elecciones para diputados, senadores o Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, tratándose de partidos políticos nacionales”. El INE ya notificó del inicio de la evolución cadavérica de esas siglas.

El final de esa “izquierda” representada por el PRD es lamentable, por decir lo menos. En esta ocasión el PAN se vio excesivamente oportunista y desesperado en una alianza que no podía nadie imaginar con el PRI. No obstante, los resultados de esa alianza imposible ahora tendrán enormes costos para esas oposiciones.

Las oposiciones son necesarias en toda sociedad y más si se precia de ser de corte democrático. Esas oposiciones deben ser leales y apegadas a principios. Eso es lo que ha brillado por su ausencia en los años recientes. El PRI se entregó a los niveles de popularidad de las personas que postulaba para ocupar cargos de elección popular. El PAN se entregó en brazos de personas pragmáticas sin formación ideológica, sin carrera política, pero con dinero y altos niveles de “popularidad”; por eso el PAN ganó las elecciones en 2000, pero perdió el gobierno. El PRD vivió de la aceptación popular de figuras como Cuauhtémoc Cárdenas y el mismo López Obrador, pero eso se les acabó.

Ahora, lo que sigue es un proceso de transformación generalizada. La formación de cuadros políticos será una necesidad en el futuro cercano. La construcción de instituciones políticas que puedan llamarse y ser, cabalmente, partidos, será clave para la democracia en México.

Lo que viene en el futuro cercano es un desafío de grandes proporciones. El esfuerzo por rehacerse de entre las cenizas, no podrá arrojar buenos resultados si se imponen las mismas figuras y las mismas prácticas que llevaron a la fosa séptica a las oposiciones.

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