Hace unos días, llegó a mí ―en formato digital― el libro “El sucesor: mis recuerdos de Benedicto XVI” cuya autoría es atribuible al Papa Francisco, aunque su fuente es un diálogo que sostuvo con el periodista Javier Martínez-Brocal en varias sesiones.
Más allá de la frescura del texto que permite llegar a cierta profundidad en la inédita relación entre un Papa “en retiro voluntario” y otro en ejercicio de su ministerio petrino, la lectura del libro ―en especial la primera parte que contiene fundamentalmente las preguntas del periodista y las respuestas del Romano Pontífice― me ofreció tres esclarecimientos: el primero, acerca de la personalidad de Benedicto XVI; el segundo, acerca de la relación entre Benedicto y Francisco y, el tercero, acerca de la relevancia del pensamiento de Romano Guardini en la vida y en el ministerio de los dos Papas, sobre todo en Francisco.
No es un secreto ―o si lo es lo es “a voces”― que sobre Benedicto XVI pesaron siempre los 24 años que ―durante el pontificado de Juan Pablo II― se desempeñó como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe [desde el 25 de noviembre de 1981 hasta la muerte de Juan Pablo II].
Propios y [algunos extraños] recuerdan los documentos de la Congregación sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación, la Notificación sobre “Iglesia, carisma y poder” de Leonardo Boff, la Notificación sobre dos obras cristológicas de Jon Sobrino en tierras latinoamericanas y, a nivel mundial, una serie de documentos en torno a la teología de Edward Schillebeeckx, Hans Küng y a la espiritualidad de Anthony de Mello; un recuerdo acompañado de apodos como el “Pastor Alemán” o el “Rottweiler de Dios” y de aseveraciones sobre su giro conservador.
En ese contexto, encontré algunas expresiones del Papa con capacidad para, al menos, ampliar [si no es que modificar] ese percepción de Josep Ratzinger, esa que, de alguna manera, muchos modificamos al verle desempeñarse como Benedicto XVI…
Ante todo, una que refiere Javier Martínez Brocal casi al inicio del libro, que proviene de una entrevista al Papa Francisco a finales de 2022 y en la que afirma de Benedicto XVI: “Es un santo. Es un hombre de alta vida espiritual” y añade: “«Lo visito con frecuencia y salgo edificado de su mirada transparente. Vive en contemplación… Tiene buen humor, está lúcido, muy vivo, habla “bajito” pero te sigue la conversación. Me admira su inteligencia. Es un grande”.
En otro pasaje del libro, Francisco se refiere a su actuación en relación con el caso de Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo. Ahí, el Papa actual habla de una reunión a la que el entonces Prefecto llevó un “dossier” con información relevante y que, al regreso de la reunión le dijo al secretario “llévala de nuevo al archivo, que ganó la otra parte”. Ya como Benedicto XVI sacaría del archivo esos documentos y haría lo que se habría tenido que hacer años antes…
Francisco se refiere también a Benedicto como “sacerdote por encima de todo”, como “un hombre de Dios”: “Se notaba que estaba enamorado de Dios y que le daba un valor prioritario”.
En ese contexto, no es extraño que sus últimas palabras hayan sido “Jesús, te amo”, mirando un crucifijo…
El segundo esclarecimiento que me posibilitó el libro tiene que ver con la relación entre esos dos Papas que en ambiente eclesiales y mediáticos se ha mostrado como una oposición derecha vs izquierda, conservadurismo vs progresismo, e incluso, fidelidad vs infidelidad…
El primer esclarecimiento, proviene de la encíclica “Lumen Fidei”, escrita “a cuatro manos” y a la que se refiere Francisco con estas palabras: “Benedicto había prácticamente terminado el borrador de una encíclica sobre la fe. La podría haber publicado él mismo, pero quiso tener esa delicadeza y dejarla para que el próximo pontífice decidiera qué hacer con ella. Yo, entonces, añadí algo de mi cosecha para que se viera mi pluma en algún punto, luego la publicamos explicando el proceso de elaboración”.
A nivel de la relación más personal, Francisco responde a una pregunta acerca de sus encuentros privados: “A veces yo tocaba un tema; otras, lo sacaba él. «Estoy preocupado por esto que pasa aquí», decíamos”; “Cuando yo le planteaba una cuestión, me decía: «Pues habría que mirar por acá, o por allá». Ampliaba el campo. Tenía esa capacidad de ampliar la visión para ayudarme a tomar una buena decisión. Nunca decía: «No estoy de acuerdo». Sí recuerdo que decía: «Esto está muy bien así. Pero habría también que tener en cuenta esto otro…». Ampliaba, siempre ampliaba”.
En ese contexto, el entrevistador refiere unas palabras de Francisco en un encuentro con miles de abuelos: “Agradezco especialmente al papa emérito Benedicto XVI por su presencia. Tantas veces he dicho que me gusta tanto que viva aquí en el Vaticano, porque es como tener al abuelo sabio en casa”.
“Last but not least”, el esclarecimiento del asunto de las contradicciones “insalvables” tan presentes en nuestro mundo a la luz de la “oposición polar” de Romano Guardini.
Jorge Mario Bergoglio ―en ese 1986 Superior Provincial de los jesuitas en Argentina y rector del Colegio Máximo de San Miguel― se aleja de Buenos Aires y se dirige a Frankfurt en un contexto de profunda división entre “conservadores” y “progresistas” en la Compañía de Jesús y busca un fundamento teórico para conducirla “más allá de la contraposición, violenta y despiadada, que dividía a Argentina entre la junta militar y la guerrilla revolucionaria”.
Romano Guardini sostiene que en la vida de cada persona [¿y en las instituciones?], hay muchos ámbitos que están en “oposición” pero no en “contradicción”. Se trata de una oposición no antagónica sino complementaria y, por ello, fecunda, dadora de vida.
El propio Francisco, en el libro-entrevista “Soñemos juntos” afirma: “Uno de los efectos del conflicto es ver como contradicciones [Widersprüche] lo que en realidad son contraposiciones [Gegensätze]. En una contraposición hay dos polos en tensión, que tiran cada uno para su lado: horizonte y límite, local y global, el todo y la parte, etcétera. Son contraposiciones porque, aun siendo contrarias, interactúan en una tensión fecunda y creativa. […] Las contradicciones, por el contrario, exigen una elección entre lo correcto y lo incorrecto. (El bien y el mal nunca pueden ser contraposición, porque lo malo no es la contraparte de lo bueno, sino su negación.) Considerar las oposiciones como contradicciones es fruto de un pensamiento mediocre que nos aleja de la realidad. El mal espíritu ―el espíritu del conflicto, que socava el diálogo y la fraternidad― busca transformar siempre la contraposición en contradicción exigiendo una elección y de este modo reduce la realidad a simples binarios. Así actúan las ideologías y los políticos sin escrúpulos”.