Monitor Político | Persiste la guerra sucia

Dolidos persisten en desinformar. Hay ganadores y todavía no aceptan. Lo mejor es la unidad. Cero violencia contra las mujeres

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De acuerdo con el especialista Fabián Jiménez, en sus acertados comentarios, la guerra sucia en la política ha sido en los últimos tiempos un instrumento del marketing político que ha tenido un éxito rotundo. Se  usa como estrategia para debilitar, desprestigiar y vulnerar al contrincante político. Y esta tarea  tiene mayor relevancia en los países o sociedades con una cultura política de baja información o donde la polarización social es demasiada. Los que pierden no aceptan.

ARTIMAÑAS USADAS

El caso es que la guerra sucia electoral y posterior a estos tiempos, exhibe lo peor de los políticos mexicanos. Muestra lo siniestro que son los grupos internos que la promueven, los militantes que la ejecutan y los líderes que la avalan. Sumemos a los legisladores que aprueban leyes que no la impiden y a las autoridades electorales incapaces de detener y sancionar a los participantes.

TODO POR EL PODER

Los involucrados en la guerra sucia están dispuestos a todo con tal de que los contrincantes no les arrebaten el poder o a ponerles piedras en el camino ante la certeza de que lleguen a fortalecerse. Se ha visto en la fase previa a las elecciones cómo actores políticos recurren a cualquier artimaña ilegal o no ética para tundir a los opositores, muchas ocasiones internos, compañeros suyos, a los que tampoco respetan.

EL QUE ENTRA EN POLITICA SE ARRIESGA

El sociólogo alemán Max Weber decía que quien hace política es aquel o aquellos que desean el poder para la consecución de otros fines, o simplemente para tener el poder y lograr sus objetivos personales o grupales. Suponemos que en las democracias modernas donde las reglas políticas entran en un “juego político” más consolidado y en donde la sociedad tiene un peso específico, la política sirve como la estrategia para lograr objetivos socialmente positivos. Es decir, la política al servicio de la comunidad. La guerra sucia electoral adquiere otra dimensión cuando se fomenta no sólo desde los partidos políticos, de alguno de sus subgrupos o desde alguna institución política o gubernamental. Habría que diferenciar qué es la guerra sucia electoral y qué es un discurso congruente contra la corrupción, la mentira, la demagogia y el autoritarismo. Las difamaciones se dan en las redes sociales, donde se miente o desinforma, desde “usuarios fantasmas” conocidos como bots, cuentas falsas o hackers. Ya hay triunfadores, ganadores de los procesos y esa tendencia sigue. Hay que ver hasta cuándo.

CERO VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES

 Entendemos como violencia contra la mujer la ejercida en su contra por su condición, siendo consecuencia de la discriminación que sufre tanto en las leyes como en la práctica, y la persistencia de desigualdades por razones de género. Según los especialistas, una de cada tres mujeres de la población mundial se habría visto afectada por esta violencia, cifras alarmantes que deben abatirse. Esta agresión puede ser física, sexual o psicológica, incluyendo las amenazas y coacciones, dándose en los ámbitos de la pareja, la familia, el ambiente social y en el día a día de los estados, pudiendo llegar al asesinato, casos graves que a todos lastiman. En 1994, en asamblea general, las Naciones Unidas aprobó la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, y en 1999, a propuesta de la República Dominicana con el apoyo de 60 países más, declara el 25 de noviembre Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En el 2008, el Secretario General de Naciones Unidas lanzó la campaña ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres, proclamando el 25 de cada mes Día Naranja. Entre otras actividades, en ese día se invita a llevar alguna prenda de ese color para resaltar el llamamiento a erradicar la violencia contra la mujer. La intimidación contra mujeres y niñas es una violación grave de los derechos humanos. Su impacto puede ser inmediato como de largo alcance, e incluye múltiples consecuencias físicas, sexuales, psicológicas, e incluso mortales, para mujeres y niñas. Afecta negativamente el bienestar de las mujeres e impide su plena participación en la sociedad. Además de tener consecuencias negativas para las mujeres, la violencia también impacta su familia, la comunidad y el país. Los altos costos asociados, que comprenden desde un aumento en gastos de atención de salud y servicios jurídicos a pérdidas de productividad, impactan en presupuestos públicos nacionales y representan un obstáculo al desarrollo. Nunca tantos países han contado con leyes contra la violencia doméstica, las agresiones sexuales y otras formas de violencia. Sin embargo, existen desafíos en la aplicación de estas leyes, resultando en una limitada protección y acceso a la justicia por parte de mujeres y niñas. Asimismo, no se hace lo suficiente para prevenir la violencia, y cuando ésta ocurre a menudo queda impune.

VEREMOS Y DIREMOS.

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