El simplismo es un recurso disponible para las personas que no desean hacer uso de su capacidad de pensar, razonar, discernir. La realidad no es binaria, por lo que concebirla exige de un esfuerzo intelectual que vaya más allá de las apariencias y de una visión reduccionista. El simplismo es inútil como recurso para entender la realidad vasta y diversa. Este discurso, ya de por sí, es paradójicamente antitético.
No es lo mismo simplismo que simplificación. El simplismo oculta, niega o no entiende la diversidad y la reduce a dualidades, no reconoce matices. La simplificación permite observar una realidad que es parte de algo que siempre resulta ser de mayores proporciones, es analítica. El simplismo ve el árbol sin ver el bosque. La simplificación ve el árbol, teniendo presente que este es parte de un bosque, de un entorno.
El simplismo hace uso de las generalizaciones. La simplificación recurre al lenguaje de la relativización. En el lenguaje del simplismo, todo es blanco o es negro. En el lenguaje de la simplificación el blanco y el negro son parte de infinidad de matices.
El lenguaje simplista es estridente, desordenado, intolerante, grosero y grotesco; el lenguaje que simplifica, es moderado, estético, metódico, incluyente, respetuoso. El lenguaje simplista es el del imbecilismo; el lenguaje que simplifica es intelectivo. El lenguaje simplista es ignorancia conservadora; el lenguaje de la simplificación es el de la comprensión que cambia constantemente y trasciende.
La cerrazón va de la mano del simplismo, es excluyente. La apertura es parte de la simplificación, por eso resulta ser incluyente.
El simplismo es un recurso para ganar un poco más de los 15 minutos de fama prometidos por Andy Warhol; es pura irresponsabilidad, es ruido insignificante, pero que puede hacer daño.
El simplismo se auxilia con el lenguaje de las generalizaciones. Es sencillo referirse a situaciones, cosas o personas, con el lenguaje de las generalizaciones. El lenguaje simplista se apoya en generalizaciones tales como: los políticos son corruptos, la prensa está vendida, los gobernantes son corruptos, los empresarios son explotadores crueles e inhumanos.
Solamente que la realidad es muy diferente a esa noción binaria o peor, unitaria. La realidad nos muestra y demuestra que hay políticos corruptos, pero muchos otros que no lo son. En esa misma y múltiple realidad vemos a empresarios corruptos y corruptores, pero también a muchos otros que poseen un sólido compromiso social, solidario, honestos. Vemos a medios de comunicación comprometidos con la sociedad en la que actúan en medio de esas acechanzas que han estado presentes en todos los tiempos (en todos los tiempos, insistamos); también vemos a quienes actúan en el mundo real de los medios, movidos por intereses personales y hasta a quienes se hacen pasar como periodistas. En esa misma realidad coexisten gobernantes corruptos y hasta con pecado original (dicho sea en lenguaje alegórico), y un gran número de gobernantes que sinceramente creen en lo que hacen como recurso para que las personas logren acceder a una vida mejor.
Más allá de esas dualidades, existe una inmensa variedad de matices. Políticos de convicciones que representan diversos intereses legítimos, empresarios que deben equilibrar múltiples variables económicas y que actúan en un entorno lleno de matices que cambian. Lo mismo ocurre con los medios de comunicación y con funcionarios que responden a diferentes factores presentes en la escena pública.
La realidad no se reduce a un par de variables. La realidad se somete a lo que constituye una infinidad de factores que representan a los protagonistas. Esa diversidad no hace más legítimos a unos actores y a otros de ninguna manera los deslegitima. Todos los integrantes de una sociedad tienen sus propias razones para actuar de una manera u otra. Eso no los hace enemigos entre sí, sino que los hace complementarios unos de otros.
Es en extremo complicado comprender esa multiplicidad y eso es lo que conduce a quien así lo decide, a recurrir al simplismo, no a la simplificación. Es más sencillo pensar en lenguaje binario que en el lenguaje de la multiplicidad.
Ocurre con los asuntos de género, que suelen confundirse con sexo. En el lenguaje binario, solamente existe la realidad de lo masculino-femenino. A implacables marrazos de marro teórico, la diversidad sexual es reducida por el lenguaje binario a lo masculino o a lo femenino. Para ese sector, es intolerable hablar de otras manifestaciones en relación al sexo: lo asexual no existe o es fenómeno monoico, el hermafroditismo es síntesis de lo masculino o lo femenino y de la androginia ni hablar. El lenguaje binario es intolerancia.
A eso lleva el simplismo: al enfrentamiento irracional, al diálogo de sordos en los que todos hablan como en una torre de Babel. Es verdad que si hay algo que sobra en el mundo, es la razón: todo mundo suele tener toda la razón. Para el simplista, si alguien disiente, sencillamente carece de razón (es un pendejo, concluirían los simplistas).
Ese simplismo tiene relaciones familiares con la soberbia, con la arrogancia, con el despotismo. Esto relaciona al simplismo con la endogamia, con la simulación, el legalismo, el fariseísmo y la prevaricación.
La diversidad de intereses es consecuencia de una diversidad de realidades en el país, entre un estado y otro, entre un municipio y otro y hasta entre una colonia y otra o de un vecino respecto del otro. Se trata de intereses legítimos, de grupos o de personas que deben lidiar con sus propios problemas.
Los intereses dispersos son parte de una misma realidad. No obstante, esos intereses requieren de acuerdos para que se logren procesar sin atropellar a los demás. Para eso son los acuerdos.
¿Cómo construir los acuerdos necesarios para resolver los problemas de una realidad única con intereses múltiples? La respuesta es sencilla: dialogando. Cerramos con la cuestión de inicio: el simplismo que niega la existencia de los múltiples intereses de los múltiples interlocutores. Se construyen acuerdos dialogando, sí, aunque también reconociendo que al otro le puede asistir al menos algo de razón o de justificación.
Para el simplismo, las generalizaciones son el punto de sustentación de sus razones. Esas generalizaciones niegan los matices y se atienen al lenguaje binario. El simplismo no procede en un entorno democrático. Las generalizaciones no proceden en el lenguaje de la tolerancia y del ánimo incluyente.
Avanzar en el lenguaje de la multiplicidad, en el reconocimiento de la vastedad de intereses legítimos, es base para avanzar en el dialogo sereno, en la reflexión profunda y en el análisis riguroso de una realidad múltiple. Así se construyen soluciones, acuerdos que incluyan; así se construye una sociedad sin falsificaciones institucionales.