Por Manuel Salinas Solís
Había que tomarla en brazos y llevarla hasta las cumbres de Malinal en el vecino Xalisco, allí donde se da el mejor café de altura para poder contemplarla a sus anchas.
La otra era Ixtlán porque aquí definitivamente no daba señales de vida.
Los que sabían decían que la culpable de ello era la Loma del Toro hoy descopetada y a punto casi de desaparecer si no fuera por la oportuna medida de frenar el saqueo de sus materiales pétreos.
Allí decían, había que sembrar una antena que permitiera la llegada a Tepic de la anhelada señal.
Lo cierto era que ya estábamos doblándole la mano a 1967 y nosotros con toda la orfandad imaginable seguíamos sin tele.
Ya desde el 52 desde el edificio fálico de la Lotería Nacional en la ciudad de México, con el último informe de don Miguel Alemán, habían iniciado las transmisiones y nosotros tres lustros más tarde seguíamos en las mismas.
Iba a ser hasta un año después con la llegada de la Olimpiada en el multívoco 68 en que Tepic tendría, primero errática y tembeleque y luego ya más decente en blanco y negro desde luego, la señal de televisión.
Y lo primero que los azorados tepicenses de la época pudimos ver en ella fue la milenaria competencia deportiva.
Hoy quien lo diría todo cambió. La tele y nosotros.
Ella se volvió delgada. Plana incluso. Nosotros al contrario.
Y aquí estamos frente a ella emocionados a todo color transportados por su magia al meritito París –“siempre espera París”- dejó dicho Humphrey Bogart Rick a una desolada Ingrid Bergman Ilsa Lund en Casablanca.
Y hemos atestiguado el modo en que abandonando su plaza en el barrio parisino de Belleville, la Piaf se sacudió el negro sudario y sin arrepentirse de nada, resucitó enfundada en blanco, en la voz maravillosa de Celine Dion para entonar desde los balcones de la Torre Eiffel sobre el Trocadero, un nuevo y eterno himno de amor.
El Sena se lució, la lluvia también.
La bandera de México (la de todos, incluso la de los opositores) paseó por su plomo espejo entre vivas y porras.
La queremos ver también en el pódium de los triunfadores.
Queremos ver actualizada la fotografía que capte el instante en que un nuevo Mariles con un nuevo Arete en un nuevo Londres regrese con oro. A un rejuvenecido Joaquín Capilla que vuelva a clavarse como en Melbourne o en Helsinki en un acto de milagrería, trayendo oro por sus cuatro costados; Queremos contener de nuevo la respiración impulsando el esfuerzo desfalleciente de otro heroico sargento Pedraza, dándole alcance a un ruso y dejándonos para siempre una medalla de plata con aroma de oro.
Queremos un moderno Felipe Tibio Muñoz con su mirada de niño a punto del llanto, tocar de nuevo la barda de la alberca luego de dejar atrás a todos.
Deslumbrante la luz de la ciudad luz y todos sus portentos, sus fuegos fatuos diría el asturiano Jose Luis Pastrana, sus drones indiscretos e invencibles, el lucimiento de las artificiales inteligencias. Todos, todos esos hechizos perturbadores de París y su competencia no logran avasallar en mi aldeana y chauvinista imaginación la imagen de Queta Basilio la intrépida gacela blanca que llevando en la diestra el fuego para Zeus, escaló peldaño a peldaño la pirámide de lava y encendió el pebetero de la más grande y entrañable Universidad del mundo, la nuestra: la Universidad Nacional Autónoma de México.
Para todos salud y fibra!!!