La semana que terminó será recordada por la medalla de plata conseguida por la mexicana Prisca Awiti en el judo, pero también por el robo del que fueron objeto los mexicanos Osmar Olvera y Juan Celaya en los clavados sincronizados.
Indigna que se haya dado la medalla de oro por decreto a sus contrincantes chinos. Es verdad que faltó algo de sincronización, de parejura al caminar sobre el estribo antes de lanzarse, pero es evidente que el oro les pertenecía a toda ley. Los propios chinos estaban apesadumbrados, conscientes de que se les escapaba el metal áureo.
Por otra parte, durante su presentación como técnico de la Selección Mexicana de futbol, Javier Aguirre dejó abierta la puerta para el regreso de algunos jugadores maduros, figuras de las que prescindió Jaime Lozano en la reciente Copa América.
Lozano apostó por un cambio generacional, que no fue tal. Dicho relevo no puede darse por decreto; sucede de manera natural y orgánica.
Se antoja factible que el yucateco Henry Martín, por ejemplo, regrese al equipo verde más temprano que tarde.
En materia taurina, ayer se cumplieron 40 años de la muerte de Valente Arellano. Valente fue torero muy audaz, atrevido, que atropellaba la razón y causaba un enorme impacto. Estaba llamado ser el nuevo ídolo de afición mexicana gracias a su valor, arrojo, carisma, frescura y variedad.
Lamentablemente, el 4 de agosto de 1984 se estrelló con su poderosa y estridente motocicleta en una calle de su natal Torreón, Coahuila.
