Raúl Rosales Rosas
Más allá de los viajes lúdicos de algunos, la feria se justifica por el esfuerzo de nuestros paisanos allá. Hace tiempo que ellos dejaron de vivir nuestros problemas para encarar los suyos. Son en muy buena medida (uno de cada cinco pesos que circulan en nuestra economía) sostén de nuestras soluciones, por eso bien vale la pena cualquier esfuerzo para agradecer el de ellos allá, aunque sólo sea un par de días una vez al año. Recordarles que la matria, esa patria chica que es Nayarit, mantiene intacto su cordón umbilical.
En ese grupo de paisanos (700 mil, dicen algunos) todos o casi todos tenemos a un hermano, a nuestro padre, al tío, a los primos, a muchos amigos; nuestros paisanos son nuestra sangre reencarnada en otros cuerpos.
Vayan estas letras como un homenaje para su ausencia, como agradecimiento y testimonio de su presencia en nuestros actos cotidianos.
No está lejos el día en que las cosas sean a la inversa. Llegará el momento en que sean ellos los que vengan a organizarnos una feria, una fiesta, un homenaje a nuestro estoicismo. Si ya son capaces de definir condiciones económicas en su tierra natal, cabe la pregunta, ¿por qué no?