Sensacional fue el debut del novillero Bruno Aloi el domingo pasado en la Monumental Plaza México.
El mejor aspirante a la alternativa que tenemos en nuestro país correspondió sobradamente a la enorme expectación que había despertado su presentación.
El ambiente era de tarde grande y el calor, aplastante. Aloi, que es hijo, hermano, nieto y sobrino nieto de ganaderos y toreros, viene realizando una interesante temporada en ruedos de España.
Para su mala fortuna, tuvo que sudar el terno con un novillo manso que se escupía de los muletazos y buscaba refugiarse en las tablas. Bruno hizo una faena con oficio, tratando de taparle la salida. El triunfo grande llegó en el quinto, un novillo de dulce, noble y dócil, de la ganadería guanajuatense de Campo Hermoso. La faena tuvo estructura y ligazón. Bruno enseñó su buen concepto. Y también el gusto, el temple, el valor sereno y la verticalidad sin afectaciones. Mató de certera estocada y cortó dos merecidas orejas, para salir a hombros del coso capitalino.
Hace mucho tiempo que no veíamos a un torero con estas características. Su rodaje y avances nos hacen pensar que podría recibir la alternativa en la propia Plaza México de manos de alguna de las figuras españolas que vendrán en el invierno como Morante, Enrique Ponce o Alejandro Talavante. La dimensión del torero amerita una alternativa postinera.
En el festejo de marras destacó el albaceteño Manuel Caballero, quien tuvo la virtud de acoplarse al ritmo lento de la embestida del toro mexicano. Cerca estuvo de tocar pelo. Y el queretano Andrés García, el tercer debutante de la tercia, también enseñó buenas maneras, toreando con la mano derecha al primer ejemplar de su lote.
Recuerdo que en otros tiempos, el novillero que triunfaba era inmediatamente repetido ocho días después para aprovechar la inercia y el interés. Son otros tiempos. Hay quienes piensan que es mejor que Bruno ya no vuelva a La México para que el público se quede con esa excelente impresión y lo vuelva a ver hasta que se haya convertido en matador.