Longeva, Águeda Galicia pudo con todas sus batallas, desde las políticas hasta las de salud. Se enfrentó al poder en todas sus expresiones y logró salir, no sin cicatrices, con vida. Menguadas sus fuerzas, terminó vencida por la traición. Algo falló en sus cálculos, cuidadosa ella en los detalles, experta en visualizar con anticipación las crisis y enfrentarlas.
Águeda se asumía el poder tras el trono como presidenta vitalicia del Sindicato Único de Trabajadores al Servicio del Estado y Municipios (SUTSEM). Impulsado por ella para su primer período como secretario general del Comité Ejecutivo Estatal, Óscar Cedano Saucedo no estaba en sus planes para ser reelecto en 2024. Se proponía a sí misma para sucederlo y así mantener tanto la posición honoraria y simbólica de líder moral como el poder formal de la titularidad de la Secretaría General. Soñaba un regreso triunfal. Nunca imaginó a su hijo político como matricida. Nadie lo imagina, a decir verdad.
El Movimiento 21 de Mayo del SUTSEM que Águeda ha liderado durante cuatro décadas manifestó sus aspiraciones. En las benditas redes se expresó entre los burócratas el apoyo mayoritario a Cedano y circularon inconformidades y críticas a la exdirigente. Entendió que era una campaña orquestada desde el mismo sindicato y el ahora empoderado secretario general. El golpeteo llegó hasta un abucheo a la señora en una asamblea. El video se filtró en las redes y luego desapareció, pero la herida estaba abierta, los ánimos marchitos, los ánimos apagados. Cedano sabía a lo que estaba jugando. Y lo logró.
El ocaso definitivo del poder de Galicia se dibujó por escrito el 18 de noviembre en un comunicado en el sitio oficial del Movimiento 21 de Mayo en Facebook. “Quieren destruir nuestra organización sindical, caer en el juego del engaño es destruir al SUTSEM”, se lee. Acusa de una campaña de difamación en su contra, invoca el valor de la unidad y anuncia que se retira de la contienda. “Todo ha terminado”, serían tres palabras que resumirían los ocho párrafos del adiós con eufemismos previsibles del lenguaje sindical del tiempo priísta.
El último día de noviembre Cedano y el nuevo comité rindieron protesta por tres años. Días antes la veterana sutsemista había enviado por algunos recuerdos personales que se mantenían en la sede sindical. “¿Y la camioneta, amá?”, le preguntaron. La envió de regreso. No fue, pues, un adiós cálido como lo hubiera soñado. Y vendrá lo peor. Hay un extenso patrimonio inmobiliario sindical que la exdirigente escrituró a su nombre, hoy aseguradas. Habrá un reclamo legal de consecuencias por ahora imprevisibles. El matricida, éste al menos, remata las veces que sea necesario.
Águeda tiene 78 años, los mismos que el presidente de Estados Unidos, quien iniciará su segundo mandato por cuatro años. Menguada su condición física por asuntos médicos, ya no tendrá fuerzas para pelear con los actuales dirigentes. En el partido político de su creación, Movimento Levántate para Nayarit, podría encontrar la paz de una jubilación, pero tal vez el propio partido esté más debilitado que ella misma. No la imaginamos en su natal Chapalilla cuidando sus plantas. No sabemos.
Lo que no hay necesidad de imaginar es que Cedano Saucedo aprovecha la coyuntura de los pagos para radicalizar su postura ante la parte patronal. La mala noticia para él es que sus paros y movilizaciones se apagarán pronto, pues está garantizada la liquidez para cubrir los compromisos de fin de año. Sus bases recibirán todos sus pagos y se irán en paz de vacaciones y a los festejos navideños.
Tras el matricidio, como en la tragedia de Edipo, la peste podría venir al reino sutsemista. Y el victimario quedará en espera que la historia se repita y venga la traición de su círculo más cercano.
