Por Oliva Orozco
Fotos: Oliva Orozco | Aarón Gustavo
Hace 113 años, en 1911, apenas estallada la Revolución Mexicana, el nayarita Ernesto Galarza, un niño de apenas seis años de edad, emigró con sus padres a Estados Unidos en busca de una mejor vida, la de su familia y la de quienes allá en aquel país, en el pesado trabajo de campo sufrían para salir adelante.
En 2024, a más de un siglo de aquellas luchas libradas en California; en su tierra, el pueblo de Jalcocotán, municipio de San Blas, los descendientes de aquellos migrantes por quien Galarza lo dio todo, decidieron levantar una estatua en su honor para recordarlo por siempre y no hacer honor al viejo adagio de que “nadie es profeta en su tierra”.
Isidro Castellón, presidente de la FENINE, muestra su orgullo tras hacer lo que considera es merecido para un hombre de la talla de Ernesto Galarza: “Es un orgullo para cada uno como nayaritas tener a esta personalidad, que nació en un bello pueblo en un hermoso lugar que es Jalcocotan. De parte de la mesa directiva que integra a la Federación Nacional e Internacional de Nayaritas en los Estados Unidos venimos a entregarles este regalo principalmente a su pueblo y claro, por supuesto al estado de Nayarit”.
El periodista Antonio Tello reconoció el gesto de la comunidad migrante nayarita: “113 años después de que Ernesto Galarza salió de Jalco, 113 años después regresa a su pueblo natal y eso debe de ser una gran noticia que hoy vamos a dar, porque Jalcocotan, porque Nayarit a través de la FENINE, de la Federación Nacional e Internacional de Nayaritas en los Estados Unidos, que costeó esta estatua está reconociendo a este hombre que fue un líder migrante en los Estados Unidos”.
La escultura fue creada por la artista Nayeli Olivares y donada por la FENINE, fue presentada en una emotiva ceremonia. La multitud se reunió para rendir tributo no solamente a un luchador social, sino también a un catedrático, poeta y visionario, cuya contribución fue reconocida internacionalmente al ser nominado al Premio Nobel de Literatura en 1979.
La autora de la estatua, Nayeli Olivares, dijo sobre su creación: “De los elementos más importantes que tenemos en la escultura, es que el personaje está avanzando y señalando el progreso, porque a partir de esta representación él porta un libro, porque era un académico muy importante, inició como muchos nayaritas, como nosotros; una persona sumamente sencilla y de ahí a través de su esfuerzo logró apoyar a mucha gente. La novela más importante que escribió y que es su narración del trayecto de Jalcocotán hacia Estados Unidos, es el libro Barrio Boy que es el que porta en la parte de enfrente”.
El presbítero Job Contreras bendijo la obra, destacando la importancia de conocer y valorar la figura de Ernesto Galarza.
Por su parte Jaime García, principal promotor de este reconocimiento y dedicado a recuperar la memoria de Galarza, expresó su emoción por ver finalmente materializado este homenaje: “Lo que se espera es que los niños que están jugando aquí en la plaza les tomé la curiosidad y empiecen a leer un poquito de quién fue Ernesto Galarza y pueda inspirar a más personas que se den cuenta que no importa el lugar humilde en el que uno nazca, lo que importa es lo que uno desarrolle como persona…Entonces si hay niños aquí, lo vean, se pregunten quién es, lo conozcan y se puedan inspirar con eso ya ganamos”.
Nacido en 1905, Ernesto Galarza emigró junto a su familia a Estados Unidos a una temprana edad. Su vida estuvo marcada por el arduo trabajo en los campos de California y su lucha por los derechos laborales. Fue pionero en la formación del primer sindicato multirracial de trabajadores del campo, marcando un antes y un después en la historia laboral de Estados Unidos. A pesar de que su figura es ampliamente reconocida en ese país, en su tierra natal, su legado apenas comienza a ser difundido.