La infancia es lo mejor sólo en la infancia. La edad adulta anclada en la infancia es pobreza, retroceso, enanismo. Solemos romantizarla, pintarla como el paraíso. Cierto, para algunos lo fue y lo es. Por desgracia, los más permanecen en esa etapa por haber sido lastimados, con rencores, en especial al padre y/o madre. Más de una herramienta psicoterapéutica busca sanar esos resentimientos para abrir paso a conexiones gratificantes con la vida actual. Las violencias reales, imaginarias o magnificadas deben resolverse. En ocasiones el único camino es el perdón, de la víctima al victimario, en la constelación de la familia. Ese drama personal a veces es trauma nacional. Veamos a México, rumiando el dúo del padre sanguinario y la nativa inmaculada, con la fantasía que un día el rey vendrá a pedirle perdón.