Los narco-corridos son un vil atentado contra los principios y valores estéticos. Nomás pa’ empezar. Es música, como lo pueden ser muchos ruidos que se generan por cualquier razón. No es arte. Los narco-corridos son como las ventosidades que se expelen del vientre al esfínter. Es material que puede ser considerado ejemplo de ruido desagradable, sonido molesto. El narco-corrido es un producto comercial, como una especie de alimento chatarra. El narco-corrido es feo, pues.
Todas las libertades, así como todos los derechos, no son absolutos. Las libertades y los derechos tienen límites. Los derechos y las libertades de uno, terminan donde inician las libertades y los derechos de los demás. El esa lógica debe interpretarse el “Decreto administrativo que prohíbe la interpretación y/o reproducción de música en eventos públicos que promueva la apología del delito y la violencia de cualquier tipo en el estado de Nayarit”. Dicho de otro modo, el decreto declara proscritos los llamados narcocorridos.
Con la intención de fundar el contenido de dicho decreto, se invoca el contenido del artículo cuarto constitucional. Para eso, el primero de los considerandos del decreto explica “Que el artículo 4to, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece que toda persona tiene derecho a vivir una vida libre de violencia”. Así, la Constitución Federal define el derecho de las personas a vivir una vida libre de violencias. Vida libre de violencias de cualquier naturaleza.
Sin duda esa fundamentación abona a la argumentación del propósito de fondo. El derecho humano a expresarse con libertad, también cruza por ese territorio. Por tanto, procede agregar además que el Pacto Federal define en su artículo sexto los términos en los que se debe asumir la libertad de expresión. El dispositivo observa que “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público…” Esa es una porción del primer párrafo que define los alcances de ese derecho humano. Más adelante, en el apartado B, el mismo artículo de la Ley Fundamental advierte que “Se prohíbe la transmisión de publicidad o propaganda presentada como información periodística o noticiosa”. Suma otra restricción, pues.
¿Estamos ante el derecho humano a vivir una vida libre de violencias o ante el derecho a la libertad de expresarse en un entorno democrático, de vivir en un clima de libertades reconocidas y consignadas constitucionalmente? En realidad, estamos ante esos dos derechos humanos: el de vivir una vida libre de violencias de toda clase y de expresarnos con plena libertad. Plena libertad implica responsabilidad. ¿De qué responsabilidad hablamos?: de la responsabilidad que se traduce en respeto a los derechos y a las libertades de todas las personas. Respetar los derechos y las libertades de los demás, exige ejercer los derechos de uno, sin que se afecten los derechos de los demás. Actuar con responsabilidad y con respeto, exige someterse a los parámetros que define la Ley de Leyes, a sus límites.
Los llamados “corridos tumbados” son también conocidos como “narcocorridos”, “corridos”, “corridos progresivos”, “corridos bélicos”, “corridos alterados”. El contenido de los mismos puede dividirse en dos grandes campos. Uno tiene que ver con las características musicales y la otra, con sus letras. Quienes saben de cuestiones técnicas, clasifican al narco corrido como un sub género asociado con los corridos mexicanos.
Como manifestación artística me parece que la mayor característica de los corridos en su pobreza musical. No obstante, el hecho de que a una persona no le guste esa música y que hasta le parezca musicalmente despreciable, no quiere decir que quienes así lo deseen, puedan preferir esa producción. Como manifestación artística, el narco corrido no tiene mucho que ofrecer, aunque las personas tienen el derecho de ingerir cualquier bazofia.
Donde procede concentrar nuestra atención es en el contenido de los mensajes, en la letra de esos “corridos”. Ese material (que me cuesta mucho adjetivarlo como “musical”), suele hacer apología del delito y le da carta de naturalidad a la violencia. No solamente hace apología del delito, sino que presenta la actividad criminal como acto de heroicidad. Un narcotraficante, en ese sub mundo del crimen, es un Heracles, es un Aquiles, es más que un personaje sobresaliente de la historia nacional como Hidalgo, como Morelos, como Juárez. El narco corrido glorifica y hasta deifica el negocio de las drogas y a sus protagonistas.
El decreto se refiere a ese material como género que hace “apología del delito y la violencia”. Así, el narco corrido representa un ataque a la moral y tiene un enorme potencial para provocar “algún delito” o para perturbar “el orden público”. Todo esto constituye una clara vulneración a los límites definidos por el sexto constitucional, dispositivo que configura el escudo pleno de la libertad de expresión.
El corrido que podría ser considerado como el emblemático en la cultura mexicana, es “La cucaracha”. Una estrofa de ese corrido, dice “La cucaracha, la cucaracha / ya no puede caminar; / porque no tiene, porque le falta / marihuana que fumar”. No obstante, a diferencia de los narco-corridos, la música y la letra es aportación artística que dista años luz de ser una apología del consumo de cannabis.
Algunas expresiones del rock, tratan el tema. Dos de ellas son manifestaciones relevantes que aportan al arte. Una es la “cocaine” de Eric Clapton y la otra, con el mismo nombre, de Grateful Dead. En la literatura abundan las descripciones asociadas con el consumo de drogas. Cito solamente un par de nombres que pueden llamar la atención: Henry Miller y Sigmund Freud.
Si observamos, en el mundillo de los narco-corridos no vamos a encontrar figuras de esa relevancia. Los narco-corridos son feos, pero no por feos han sido proscritos (menos mal que lo feo no constituye un crimen). Menos los hay, con esa honestidad intelectual que llevó a Miller a un final yagé. En realidad, dado lo desagradable y lo antiestéticos de los narco-corridos, ¡qué bueno que han sido declarados proscritos!