Rogelio Flores Curiel fue un gobernador obsesionado con la puntualidad. Aprendió la disciplina en el cuartel, pero era el respeto a los demás lo que le hacía imponerse e imponer la puntualidad como requisito para toda acción entre gobernante y gobernados. Era frecuente encontrar al mandatario y a sus acompañantes a la entrada de las poblaciones haciendo un “ajuste de tiempo” para presentarse en el lugar de la cita a la hora exacta. “Llegar antes es impuntualidad”, decía. Y prefería asumir esa molestia antes que incomodar a quien, pese a estar a tiempo, se sintiera apenado por llegar después que él. Entre tanta historia negra que de él se contó, a mí me consta esta fina atención a los demás, rara en los militares y extinta entre los hombres y mujeres del poder.