“Que cierren a las dos”, pidieron al gobernador del estado los comerciantes organizados cuando a Tepic llegó la primera cadena de tiendas de autoservicio, que vendía casi todo y abría de siete de la mañana a diez de la noche. Ellos levantaban cortinas a las nueve, tomaban descanso al mediodía y temprano querían ver la telenovela. Hoy parece gracioso, pero entonces era una verdadera alarma. Temían que sus negocios se fueran a pique por estas megatiendas que no dormían siesta. Efectivamente, unos pocos vieron morir sus negocios, pero los más reorganizaron sus horarios, mejoraron su atención y compitieron sin miedo. Ninguna franquicia vende los riquísimos chocomiles del mercado Juan Escutia, las tortas Blanquito, las flautas Flamingos y las hamburguesas callejeras. Tampoco el pan de la Flor de Mayo ni los platillos del Girasol.