A propósito de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, María del Refugio expresó que la violencia física en contra de las mujeres lamentablemente es un lastre que siempre ha existido.
Entrevistada por Meridiano de Nayarit, comentó que ella contrajo matrimonio cuando apenas tenía 20 años de edad, que se casó con Arturo sin estar segura si lo quería o no, pero dijo que sus padres la obligaron a contraer matrimonio después de que les hizo saber que tenía dos meses de embarazo.
Recordó que en esa época, su esposo apenas era estudiante de la carrera de derecho en la UAN y por no tener trabajo, ambos vivían en casa de sus suegros.
Refirió que fue por la época de los años 80 cuando después de que su marido ejerció la profesión de abogado y empezó a ganar buen dinero, le compró un terreno donde poco a poco le fue construyendo su casa.
A pesar de ello, Refugio recordó que fue ahí donde empezó a vivir un infierno: “Porque cuando Arturo empezó a ganar dinero se olvidó de mí y de mis hijas, procreamos dos hijas, y digo que se olvidó de nosotras porque dejó de ir a dormir a casa, en esa época no había teléfonos celulares y no había forma de comunicarnos como ahora, entonces pues él nada más no llegaba a dormir y a los dos o tres días se aparecía como si nada y no pasaba nada, yo le creía todo lo que me contaba”.
En esa época la ciudad de Tepic era muy pequeña y todas las familias se conocían: “Éramos muy pocos habitantes en ese entonces por eso me di cuenta que mi esposo me engañaba con otra mujer más joven que yo. Una noche cuando llegó a casa le pregunté si ya no me quería, me respondió que sí, le pregunté que si andaba con otras mujeres y me respondió que no, insistí y de pronto el hombre que más amaba en mi vida se me fue a los golpes, las niñas estaban dormidas, no grité para no despertarlas, pero fue peor, Arturo abusando de su poder y de su fuerza me golpeó hasta el cansancio, me dejó sangrando del rostro y después se fue de la casa. Para ser sincera, me dolió más su abandono que los golpes, porque cuando te abandonan por otra mujer más joven, te hieren, te lastiman en la profundo de tu alma, te dejan muerta en vida y lo peor era que yo no tenía trabajo, no tenía dinero y mis suegros siempre defendieron a Arturo y mis padres no querían saber nada de mí. Yo sin dinero con dos niñas y viviendo en un jacal cerca de los cañaverales, eso que estaba viviendo era una pesadilla”.
La entrevistada narró que en esa época en la colonia donde vivía no había luz eléctrica, ni agua potable: “Nos alumbramos con lámparas de petróleo porque la colonia no tenía electrificación, después de que Arturo se fue de la casa, a mis hijas les preparaba sus alimentos en leña y era muy triste porque yo sabía que el padre de mis hijas acudía a los restaurantes de la ciudad a comer carnes asadas y mariscos con varias mujeres, era un infierno el que me tocó vivir al lado de ese hombre”.
Refugio contó que después de cuatro meses de estar separada de su marido, ella le pidió el divorcio: “Y ese día otra vez me golpeó, me acusó de infiel y me dijo que yo era la que le había fallado, me volvió a dejar marcada del rostro y se volvió a ir de la casa, pero antes de salir de la pocilga donde me tenía viviendo me amenazó con quitarme a mis hijas y la casa, esa noche fue la peor de mi vida, porque yo no tenía con quien acudir, estaba sola, yo no tenía amigos licenciados él sí, pero aparte yo para él siempre fui una india, una ignorante, para él siempre fue lo peor, pero gracias a Dios nunca le compré esa idea, hace 20 años Arturo falleció y desde entonces soy una mujer feliz, libre, sin ataduras y sin verdugo”.