Sergio Ramos se hizo expulsar absurdamente antier en Ciudad Universitaria al propinar una patada sin ton ni son, que no venía al caso, anticlimática, al delantero de los Pumas Guillermo Martínez.
Una acción más propia de un jugador llanero que de una figura internacional. La patada es tan burda y tan fuera de lugar, que hace pensar que Ramos no le da importancia a la liga en la que juega.
Lejos de manifestar arrepentimiento, el sevillano ironizó y bromeó sobre la expulsión en sus redes sociales. Antes de ese incidente, Ramos había dado un codazo en la cara al defensa universitario Pablo Bennevendo. Un codazo artero, con alevosía y ventaja, sin balón de por medio y sin dar siquiera tiempo a Bennevendo de protegerse. Al percatarse del impacto, que raya en la brutalidad, Ramos reaccionó e intentó levantar a Bennevendo, quien rechazó la ayuda del jugador al que dice admirar.
¿No se supone que Ramos venía a ser ejemplo para los seguidores del Monterrey en particular y los aficionados al futbol de México, en general? Sus actitudes del domingo último distan mucho de ser ejemplares.
Por otra parte, los Pumas del Universidad publicaron una enérgica protesta por el desastroso arbitraje de Rosario López en el partido frente al Monterrey.
El arbitraje afectó a los dos equipos, pero principalmente a los Pumas, a los que les marcó un penalti inexistente, antes de anular un gol legítimo de Rogelio Funes Mori.
Mientras tanto, hoy martes se realizará la marcha en defensa de nuestras tradiciones a partir de las 7 de la mañana, frente al Congreso capitalino de la calle de Donceles.
Se busca establecer un diálogo para revertir la iniciativa de que las corridas se vuelvan incruentas.
El proyecto es antidemocrático, liberticida y violatorio de las libertades de esa minoría que gusta o vive de las corridas de toros.
