Por Misael Ulloa | Fernando Ulloa | Óscar Gil | Diego Mendoza
El atardecer en Tepic quedó en silencio la víspera del Día Internacional de la Visibilidad Transgénero, que cada año se conmemora el 31 de marzo. Esta vez, a ese silencio lo marcó la partida de Mara Rojo, referente de la lucha LGBT+ en Nayarit, quien falleció el jueves a causa de complicaciones de salud, insuficiencia renal, una complicación con la diabetes. Aun así, su nombre sigue flotando en los recuerdos de quienes la conocieron: un eco que no deja de susurrar justicia y dignidad para todas las personas trans.
Un susurro que empezó a volverse grito en 2004, cuando Mara lideró la primera marcha LGBT+ en las calles de la ciudad. Con paso firme y voz serena, reunió a un puñado de valientes que desafiaron la indiferencia. “Nunca olvidaré aquella primera vez”, comenta un compañero de lucha. “Éramos pocos, pero suficientes para empezar a cambiarlo todo”. Desde entonces, Mara, bandera en mano, sentó las bases de un movimiento que hoy reúne a multitudes.

Con los años, su constancia no conoció tregua. Podía verse lo mismo en las colonias populares, recaudando ayuda para quienes más lo necesitaban, que en oficinas gubernamentales, impulsando políticas de protección a la diversidad. Tampoco temía ponerse ante los micrófonos: “Espéreme tantito, déjeme arreglarme para salir guapa”, bromeaba con los reporteros, a quienes convidaba a pasar a su estética, una pequeña sala convertida en foro de reivindicaciones y tertulias.
Más tarde, cuando Nayarit reconoció por primera vez la identidad de género de una mujer trans, fue Mara quien celebró aquel documento tan esperado. Sucedió en enero de 2018 y la victoria, aunque personal, pronto se volvió un hito para la comunidad entera. Ese día, la emoción se mezcló con lágrimas de alivio, pues el papel firmaba mucho más que un nombre: confirmaba una historia vivida con valentía.

La familia de Mara la describe con un cariño que rebasa cualquier lucha. “De niña me protegía y me cuidaba; de adolescente me compraba mis zapatillas y pinturas”, relata su hermana, María del Carmen. Para ella, el amor incondicional de Mara fue tan natural como su sonrisa. Aunque originaria de Jalisco, convirtió a Tepic en su lugar de afectos; aquí, la veían barriendo la acera, alimentando a perros callejeros o escuchando las penas de algún vecino. De este modo, su lucha política y su calidez cotidiana se fundían sin esfuerzo.

La comunidad LGBT+ de Tepic, por su parte, sabe que el mejor modo de honrarla es proseguir lo que inició en aquellos días en que visibilizar la diversidad era un acto de audacia. Quienes fueron sus aliados coinciden en que siempre había un espacio en su salón para charlar, brindar refugio o exigir justicia en conjunto. Su sencillez y fortaleza se enfrentaban a un sistema que a menudo excluye a las personas trans, pero ella nunca dejó de dar la cara, atendiendo a todas las voces que pidieran ayuda.

Sus problemas de salud se agravaron en los últimos meses, pero Mara mantuvo, hasta el final, la fuerza de carácter que la distinguió. Incluso entonces, evitaba causar preocupación a su familia. “Siempre decía que se sentía mejor de lo que en realidad estaba”, recuerda un amigo cercano. El desgaste, sin embargo, pudo más que su empeño, y partió en un momento que muchos describen como prematuro.
La noticia de su muerte conmocionó a la ciudad en plena víspera del 31 de marzo. Amigos, activistas y periodistas se reunieron para despedirla con flores y los colores de las banderas que se asocian a su nombre. “Nadie puede ocupar su lugar”, repiten conmovidos, porque Mara marcó un antes y un después en la historia de la diversidad sexual y de género en el estado.

Distintas voces se han alzado para recordarla y asegurar que sus batallas no queden en un cajón. En foros, marchas y debates sobre derechos humanos, su legado sigue vivo. Fue la primera en gritar con fuerza cuando era más fácil callar; la primera en encarar la indiferencia cuando la sola mención de la palabra “trans” generaba temor. En esa persistencia radica su estatura moral, su forma única de transformar la realidad.
Hoy, su voz no se apaga, sino que resurge con más intensidad. Hemos dejado de verla por las calles de Tepic, pero el ejemplo de su lucha permanecerá. En cada paso que dé la comunidad LGBT+, en cada avance social que reconozca la dignidad de las personas trans, habrá un destello de Mara Rojo. Lo habrá porque ella encarnó, con serenidad y firmeza, la convicción de que los actos valientes pueden cambiarlo todo.

“Mara Rojo nos ayudó a ampliar los derechos de la comunidad LGBT+ en Nayarit y con ello a ampliar el horizonte de los derechos. Supo poner lo marginal al centro cuando lo marginal era un lugar prohibido, un lugar no nombrado, un lugar que trasgredía el orden actual. La conocí con Milo en las luchas iniciales, cuando la comunidad LGBT+ apenas se visibilizaba, cuando quizá todavía no había una teoría, un discurso que nos pudiera decir qué era lo que estaba pasando, pero ella fue de las personas que nos enseñaron a cómo se puede vivir con dignidad desde ese lugar que la sociedad la marcaba como marginal. Qué bueno que te conocí, Mara, y qué bueno que estuviste entre nosotros, como dije, para ampliar los derechos, no sólo de la comunidad LGBT+, sino para ampliar en general los derechos”, dice a Meridiano la investigadora universitaria Lourdes Pacheco Ladrón de Guevara, desde Mazatlán, donde participa en un encuentro académico.