El día en que Tepic comenzó a ahogarse con su propio aire, a sepultarse bajo su propia basura nadie se sorprendió. Todos sabían que ocurriría. Lo supieron desde siempre, pero nadie hizo nada para impedirlo.
La tragedia no llegó sin avisar. Estuvo escrita en documentos oficiales y en expedientes técnicos. Cada señal era un presagio que todos decidieron ignorar. No era un secreto. Eran noticias públicas, titulares repetidos con tanta frecuencia que se habían vuelto tan cotidianos como la corrupción.
Nuestro querido Tepic está atravesando momentos difíciles:
- El basurero El Iztete. En 2024 durante semanas respiramos humo tóxico con sustancias cancerígenas porque un basurero que debió cerrarse en febrero de 2021 siguió operando, a pesar de que ya existían los permisos y el presupuesto (¡19 millones de pesos!) para abrir el nuevo relleno sanitario “La Villita”. En 2025 la historia comenzó a repetirse.
- El Cerro de San Juan. Nuestro emblemático cerro pierde cada año hectáreas de bosque por incendios que matan animales y asesinan lentamente a los tepiqueños. Esto podría prevenirse con vigilancia adecuada y sanciones efectivas para quienes los provocan y para los omisos.
“El basurero debe cerrarse el 15 de febrero de 2021”, anunciaban documentos oficiales y técnicos. Tan preciso como el anuncio de una defunción en el periódico local. 500 toneladas diarias de basura acumulada en El Iztete regalando cáncer por los aires.
“El cerro debe protegerse”, decían los informes de Protección Civil. “La PROFEPA tiene facultades para realizar inspecciones preventivas”, aseguraban los conocedores. En febrero de este año, cuando las llamas devoraron 200 hectáreas de bosque, no hubo sorpresa, solo la confirmación de lo inevitable.
Lo supieron las autoridades que gestionaron la Autorización en Materia de Impacto Ambiental para “La Villita”. Asimismo, las que recibieron la notificación formal. Lo supieron los funcionarios que dejaron caducar el permiso ya tramitado. Lo supieron los 19 millones de pesos asignados para un proyecto que nunca vio la luz. Lo peor: lo supieron las 400 000 personas que eventualmente respirarían dioxinas, furanos y metales pesados cuando el inevitable incendio llegara en abril de 2024.
Las herramientas legales existían y existen –vigilancia preventiva, sanciones ejemplares, coordinación interinstitucional– pero permanecían tan intactas como los sellos que las autentificaban en documentos jamás implementados.
Por las calles de la ciudad, bajo el manto de humo tóxico, desfilaba invisible la procesión de los responsables. Iban como fantasmas entre los vivos, respirando el mismo aire envenenado, mirando el mismo cerro calcinado. Iban los funcionarios de un partido y de otro, los de antes y los de ahora, los que dejaron caducar permisos y los que no tramitaron otros nuevos. Iban los inspectores que no inspeccionaron, los supervisores que no supervisaron, los responsables que no asumieron responsabilidades. Iban confundidos entre la multitud de ciudadanos indiferentes y tóxicos, como el humo del basurero y del cerro.
Tepic avanzaba hacia su propio colapso mientras todos miraban. Con un tanque de agua se combatía el incendio de El Iztete, como quien lleva una cucharilla a un incendio forestal. Los ochenta combatientes trabajaban sin descanso sobre el cerro de basura, enfrentando las consecuencias de años de omisiones que todos conocían. En las laderas del Cerro de San Juan, los árboles que sobrevivieron al fuego esperaban con resignación vegetal el próximo incendio. Las “brigadas conjuntas de prevención” existían en el papel, pero no en los senderos donde podrían haber marcado una diferencia.
La ciudad se había acostumbrado a remedios superficiales para males profundos: tanques de agua para apagar incendios sin evitar su origen, comunicados oficiales señalando culpables sin asumir responsabilidades compartidas, promesas de nuevos proyectos sin implementar los que ya estaban autorizados.
No hubo asesino solitario. Fue una conspiración de omisiones, un pacto silencioso entre quienes debían actuar y no lo hicieron, entre quienes debían exigir y callaron. Mientras la ciudad respira el humo tóxico de El Iztete y contempla las cicatrices negras en el Cerro de San Juan, la pregunta queda flotando en el aire contaminado: ¿Quién rendirá cuentas por estas muertes anunciadas?
La respuesta, como el humo, se disipa sin que nadie la atrape: todos y nadie. Porque en Tepic, la tragedia no sorprendió a nadie. Todos sabían que ocurriría. Todos sabían cómo evitarla. Y nadie hizo lo suficiente.
Lo sorprendente es que no necesitamos inventar nada nuevo. Las leyes y herramientas para resolver estos problemas ya existen. Todas tan disponibles como ignoradas…
Para el problema del basurero:
- Exigir información. La Ley General de Transparencia te permite solicitar información sobre qué pasó con la autorización ambiental que se dejó vencer y con los millones destinados al nuevo relleno.
- Denuncia ante órganos de control. Puedes presentar una denuncia ante el Órgano Interno de Control del Ayuntamiento por la posible negligencia en la caducidad de los permisos.
- Responsabilidad patrimonial. Si has tenido gastos médicos por problemas respiratorios causados por el humo del basurero, puedes iniciar un procedimiento para que el gobierno te indemnice. La ley obliga a las autoridades a pagar por los daños que causan.
- Redes sociales. Herramienta que por excelencia difunde la información para exhibir a los responsables según los procesos jurídicos y administrativos de transparencia y de responsabilidad patrimonial
Para proteger el Cerro de San Juan:
- Denuncia popular ambiental. Cualquier persona puede presentar una denuncia ante PROFEPA o la autoridad ambiental estatal si detecta situaciones de riesgo. No necesitas ser abogado ni demostrar que eres dueño del terreno.
- Vigilancia comunitaria: Podemos formar legalmente comités de vigilancia ambiental que son reconocidos oficialmente y tienen facultades para colaborar con las autoridades.
- Amparo colectivo: Los ciudadanos podemos promover juntos un amparo para obligar a las autoridades a proteger el cerro, basándonos en nuestro derecho a un ambiente sano garantizado por el artículo 4° de la Constitución.
Lo más importante: ¿Qué puedes hacer tú, ahora mismo? No hace falta ser abogado para usar estas herramientas legales:
- Organízate con tus vecinos: La presión colectiva funciona mejor que las quejas individuales. Forma un comité vecinal o únete a uno existente.
- Documenta problemas. Toma fotos de actividades de riesgo en el Cerro de San Juan o problemas en El Iztete. Esta evidencia será valiosa, más si las difundes en redes sociales y etiquetas a las autoridades.
- Presenta denuncias formales. No basta con quejarse en redes sociales. Cualquier ciudadano puede presentar denuncias ante: PROFEPA (asuntos ambientales), Órganos Internos de Control (negligencia de funcionarios), CFE (infraestructura eléctrica peligrosa). Si nadie te atiende, puedes ir al tribunal de justicia administrativa o presentar un amparo ante la evidente violación a tus derechos fundamentales.
- Exige información pública. A través del Instituto de Transparencia de Nayarit puedes solicitar información sobre cualquier proyecto público, incluyendo “La Villita” o los planes para el Cerro de San Juan. ¡Y apúrate que ya le pusieron acta de defunción a este organismo! (pregúntate el por qué).
- Busca apoyo especializado. Existen organizaciones y abogados que pueden orientarte gratuitamente para hacer valer tus derechos.
Los tepiqueños merecemos una ciudad donde podamos respirar aire limpio y disfrutar de nuestras áreas verdes sin temor a incendios. Las herramientas legales existen, ahora depende de nosotros usarlas. Lo mejor es que el cambio está en manos de las administraciones públicas, si no en las tuyas, porque Tepic no es de quienes la gobiernan: es nuestra.
No esperemos a que ocurra otra tragedia para actuar. Nuestra ciudad nos necesita ahora, y el derecho está de nuestro lado. Así que la próxima vez que veas un riesgo, no mires hacia otro lado. Denuncia. Organízate. Exige. Es tu derecho y tu responsabilidad como ciudadano.
Me despido con esta reflexión:
Que estas recomendaciones y tu voluntad de tener un mejor lugar para vivir no se pierdan en el aire contaminado.
No aprendas ni te acostumbres a vivir en una ciudad con sus propias tragedias anunciadas.