La imagen es poderosa: dos sillas, un rincón apartado en la Basílica de San Pedro, y dos líderes mundiales hablando en voz baja en un momento que podría marcar un punto de inflexión en la guerra entre Ucrania y Rusia. Así se vio este sábado al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y a su homólogo ucraniano, Volodymyr Zelensky, poco antes del funeral del papa Francisco.
La reunión, de apenas 15 minutos, fue descrita como “muy productiva” por la Casa Blanca, mientras que Zelensky la calificó de “muy simbólica”, incluso dejando abierta la posibilidad de que sea recordada como un encuentro “histórico”. No es para menos: el simbolismo de dos enemigos políticos recientes sentados juntos en un templo cargado de significado, en uno de los días más solemnes de la Iglesia, es demasiado potente como para ignorarlo.
Más tarde, Trump publicó un mensaje en sus redes en el que mostró su escepticismo hacia las verdaderas intenciones de Vladimir Putin. Cuestionó la voluntad del líder ruso para acabar con la guerra y lamentó los ataques contra zonas civiles en Kyiv, perpetrados a inicios de la semana. El polémico presidente incluso dejó entrever que podría reconsiderar su estrategia hacia Moscú, hablando de “medidas bancarias” o nuevas sanciones como herramientas de presión. Este cambio de tono contrasta notablemente con sus recientes afirmaciones, en las que aseguraba que Ucrania y Rusia estaban “muy cerca de un acuerdo”, tras conversaciones de su enviado Steve Witkoff con Putin en Moscú.
El jefe de gabinete de Zelensky, Andriy Yermak, subrayó el espíritu de la reunión con una sola palabra: “constructivo”. Esa palabra resuena todavía más si se recuerda el áspero encuentro entre Trump y Zelensky en la Casa Blanca apenas dos meses antes, cuando, en plena transmisión en vivo, Trump y su vicepresidente JD Vance reprocharon a Zelensky su supuesta ingratitud hacia el apoyo estadounidense. Aquel episodio dejó cicatrices profundas en la relación, pero también evidenció lo difícil que resulta encontrar un lenguaje común en tiempos de guerra.
Por eso, la conversación de este sábado, cargada de recogimiento y en un contexto tan solemne, cobra una dimensión especial. Es un recordatorio de que, incluso entre desacuerdos y tensiones, hay espacios para el entendimiento. Tom Bateman, corresponsal de la BBC en el Departamento de Estado, describió aquel anterior encontronazo en el Despacho Oval como un “momento de tensión extraordinario y sin precedentes”. La atmósfera de aquel día contrastaba enormemente con la serenidad —y la esperanza— de este nuevo acercamiento.
No es coincidencia que esta imagen surja precisamente durante el funeral del papa Francisco, un líder espiritual que dedicó gran parte de su pontificado a pedir la construcción de puentes en lugar de muros. Durante la ceremonia, el cardenal Giovanni Battista Re evocó una vez más ese llamado constante a la paz, un mensaje que parece haber cobrado eco, al menos momentáneamente, entre los líderes presentes.
Otra imagen captada dentro de la basílica mostraba a Trump y Zelensky junto al primer ministro británico, Keir Starmer, y al presidente francés, Emmanuel Macron. La mano de Macron sobre el hombro de Zelensky sugería un apoyo tácito, quizás también un esfuerzo concertado por acercar a las partes. No es menor el hecho de que estas interacciones se dieran en un ambiente marcado por la reflexión y la solemnidad. A veces, los gestos dicen más que las palabras.
El director de comunicaciones de la Casa Blanca, Steven Cheung, anunció que en breve se revelarían más detalles sobre la reunión privada entre Trump y Zelensky. Sin embargo, lo que ya se sabe es suficientemente revelador: tras su breve charla, ambos líderes ocuparon asientos cercanos durante el funeral, rodeados de otros jefes de Estado. El simbolismo fue aún más fuerte porque no se trató de una reunión programada o protocolar, sino de un momento espontáneo de diálogo en medio de un evento que recordaba la vida de un hombre que luchó incesantemente por la paz mundial.
Mientras tanto, Steve Witkoff, el enviado de Trump, regresó a Washington tras mantener su cuarta reunión del año con asesores de Putin en Moscú. El tono de esas conversaciones también parece haber cambiado: Yuri Ushakov, asesor del Kremlin, habló de un “acercamiento de posiciones” y de una posible reanudación de negociaciones directas entre Rusia y Ucrania. ¿Es este un indicio real de que el diálogo comienza a abrirse paso en medio de la guerra?
Por supuesto, el camino hacia la paz sigue lleno de obstáculos. Funcionarios ucranianos habían planeado una segunda reunión entre Trump y Zelensky ese mismo sábado, pero el presidente partió de Roma poco después del funeral. Aun así, Zelensky continuó sus esfuerzos diplomáticos reuniéndose con Macron, Starmer y Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. Cada uno de estos encuentros refuerza la idea de que existe un impulso renovado —y quizás más sincero— hacia la negociación.
Macron expresó en X que poner fin a la guerra en Ucrania es un objetivo que comparte con Trump, agregando que Kyiv está preparado para un “alto el fuego incondicional”. Starmer, por su parte, coincidió en la necesidad de mantener “el impulso” para asegurar una “paz justa y duradera”. Ursula von der Leyen reafirmó que Europa apoyará a Ucrania en la mesa de negociaciones, dejando en claro que la paz es ahora una prioridad compartida.
Desde su avión de regreso a Estados Unidos, Trump volvió a expresar sus dudas sobre Putin en Truth Social. “Tal vez Putin no quiera detener la guerra, tal vez solo me está siguiendo la corriente”, escribió, para luego subrayar que “hay que lidiar con él de manera diferente”. La muerte de civiles, escribió Trump, “es simplemente inaceptable”.
Así, entre gestos simbólicos y declaraciones medidamente optimistas, el funeral del papa Francisco dejó una lección inesperada: en los momentos más oscuros, el diálogo aún es posible.