Esta mañana, me levanté con la noticia de que, después de una segunda votación, no había aún humo blanco saliendo de la chimenea ubicada en la Capilla Sixtina…
Así que, apenas un tiempo después, al emprender el viaje hacia el Seminario Diocesano de Tepic, sito en el Km. 8 de la carretera que va del Crucero de Santa María a la Laguna, pensé que, quizás…, posible…, probablemente…, en la siguiente votación… saldría de esa chimenea convertida en centro de atención eclesial y, de alguna manera, mundial ―tanto de manera presencial como virtual―, el esperado humo blanco y, minutos después el anuncio también esperado “Habemus Papam” seguido de la denominación oficial del cardenal electo y el nombre elegido para su pontificado.
Pocos minutos después, mientras degustaba una taza de café en compañía del P. Artemio Parra Carrillo, Rector del Seminario y mientras se preparaba el Aula Magna para la evaluación y clausura de una Reunión de formadores y seminaristas de distintas diócesis que abordaron el complejo tema de la formación afectiva y sexual en los Seminarios de la Región, alguien llegó con la noticia de que, después de la tercera votación, había aparecido el humo blanco de la chimenea, signo indudable de que el 267° Sucesor de Pedro había sido elegido por mayoría calificada…
A estas alturas de mi vida ―cuando pudiera esperarse que ya nada podría provocar en mí una emoción instantánea―, experimenté en todo mi ser, una emoción singular, proveniente, creo, de la convicción de que ese Espíritu que sopla donde quiere y del que no se sabe de dónde viene y hacia dónde va, se había hecho presente en esa simbólica capilla en la que se habían reunido 133 cardenales electores y, mostrando, una vez más, que sin negar las diferencias e, incluso oposiciones, intereses y similares, la división artificial ―de proveniencia hegeliana, marxista y populista― entre conservadores y progresistas o, dicho abstractamente entre conservación y progreso o transformación― es incapaz de dar razón no solo de las diferencias, sino de la realidad, de esa realidad que el Papa Francisco interpretaba desde la categoría de tensión polar y desde la convicción de que la realidad no solo no se reduce a contradicciones insolubles sino que se puede entender mejor desde un poliedro como muchas caras, con muchos polos que conforman un cuerpo irregular, nunca una esfera perfecta…
En el interín entre la aparición de la “Fumata bianca” y la presentación del Papa acabado de elegir en el balcón central de la Basílica de San Pedro, vinieron a mi mente diversos recuerdos: el primero de ellos, la noche aquella del bombardeo norteamericano sobre Bagdad en enero de 1991, con unas imágenes que parecían de videojuego y cuyas escenas llegaron a la pantalla de televisión antes de una clase…
Y, después ―algo mucho más previsible―: una serie de recuerdos de otras elecciones papales: la primera de ellas, en la primera plana del diario deportivo “Esto” [el único que en aquellos años compraba y leía] supongo que del día 22 de junio de 1963, es decir, un día después de la elección de Paulo VI [recuerdo bien que en esa portada aparecía el nombre Paulo castellanizado como “Pablo VI”, algo que, casi de inmediato se corrigió…
De la elección de Juan Pablo II, solo recuerdo ese detalle de haber escuchado algo así como “boitiua” que, en medio del desconcierto, hizo pensar que se trataría de un Papa africano…
Y, de la elección de Francisco, su aparición en el balcón vistiendo solamente una sotana blanca, con la banda correspondiente y el solideo del mismo color, su saludo afectuoso, su exhortación a orar por él y, la simbólica elección de un nombre inédito entre los romanos pontífices: Francisco, como expresión de su misión de “reconstruir su Iglesia” y de exhortar a la fraternidad-sororidad universal y al rescate de la Casa Común…
Esta vez, de nuevo, el anuncio ―pronunciado por el cardenal protodiácono Dominique Maberti― del nuevo Papa sorprendió a propios y extraños. De nuevo, se cumplió aquello de que “quien entra Papa, sale cardenal” [En esta ocasión, los cardenales Parolin, Tagle, Zuppi, Pizzaballa, Erdó, Sarah, Besungu, Eijk, Grech…] porque muy pocos ―salvo los cardenales electores― llegaron a pensar en que el cardenal norteamericano Robert Francis Prevost Martínez [¡!] podría llegar a ser elegido Obispo de Roma y, tampoco, que eligiera un nombre que estuvo “fuera de circulación” casi todo el siglo XX y lo que va del XXI y que, sin embargo, tiene un fuerte sentido social, ya que el Papa León XIII fue el primero que abordó “las cosas nuevas” [“Rerum novarum”], sobre la situación de los obreros]…
Aunque aún es demasiado pronto para hacer previsiones más específicas, hay varios signos que alientan la esperanza para quienes creemos que las grandes líneas de acción del Papa Francisco [la opción por los descartados ―en especial los migrantes―, la exhortación a la fraternidad-sororidad universal, al rescate de la “Madre tierra”…] deben seguir adelante con los toques singulares que le dé León XIV y que, de entrada, apuntan ya hacia la Paz [una paz desarmada y desarmante] y la Unidad como lo dejó ver en las primeras palabras que pronunció desde el balcón: “¡La paz esté con todos ustedes! Queridísimos hermanos y hermanas, este es el primer saludo de Cristo Resucitado, el Buen Pastor que dio la vida por el rebaño de Dios. También yo quisiera que este saludo de paz entrara en sus corazones, llegara a sus familias, a todas las personas, dondequiera que estén, a todos los pueblos, a toda la tierra. ¡La paz esté con ustedes!”
¿Otros signos?
La relativa rapidez de la elección; el aparecer en el balcón con las insignias papales tradicionales; la combinación pastor [Párroco de Santa Rita en la Arquidiócesis de Trujillo y, posteriormente, Administrador Apostólico de las diócesis de Chiclayo y Callao en Perú, Obispo de Chiclayo] y funcionario de la curia vaticana [prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina]; sus raíces francas, italianas e hispanas [padre de ascendencia francesa e italiana y madre española]; su buen estado físico; su inserción en la tradición [platónico]agustiniana plasmada en su lema episcopal: “in illo uno unum” [siendo nosotros muchos en Aquel uno, somos uno, escribe San Agustín en su comentario al Salmo 127]…
Como decía don Alberto Casillas Larios: ¡Veremos y diremos!
Mas, por lo pronto: “Habemus Papam”: León XIV [Prevost Martínez]…