Cuando pensamos en un maestro de educación física, solemos imaginar a alguien que nos saca al patio a correr o jugar fútbol. Pero en el jardín de niños, el objetivo es otro: fomentar el desarrollo psicomotriz, la coordinación corporal y el bienestar emocional desde la primera infancia.
Sue Ellen Martínez, maestra de educación física con 15 años de servicio, ha trabajado en comunidades como Santiago Ixcuintla, Patroneño, Pozo de Ibarra, Amapa y Estación Yago. Su vocación nació en su niñez, cuando su madrina la invitaba a clases y entrenamientos. “Me gustó el ambiente, cómo se desenvolvían, y esa fue mi mayor motivación”, recuerda.
Actualmente atiende a más de 700 alumnos de preescolar en distintos planteles. Las actividades incluyen juegos imaginativos como cruzar un puente o evitar un acantilado, ejercicios que desarrollan coordinación, fuerza y percepción espacial. También integra el baile como herramienta para estimular el ritmo, la expresión corporal y la socialización.
Tras la pandemia, Sue Ellen ha notado que los niños llegan con una gran necesidad de afecto. “No podemos tener demasiado contacto físico, pero el acompañamiento es fundamental: tocar el hombro, tomar la mano, decir ‘lo haré contigo’. Eso genera confianza”, afirma. Su enfoque incluye la empatía como principio guía: “Cada niño trae un mundo diferente en su cabecita”.
La educación física en el nivel preescolar contribuye no sólo al desarrollo físico, sino también al fortalecimiento emocional y la inclusión. Al fomentar la seguridad en uno mismo, el juego compartido y el respeto, se convierten en clases esenciales para la formación integral desde los primeros años.