“No engañas a nadie, eres honesta, íntegra, perfecta; anticipas tu precio, te enseñas; no discriminas a los viejos, a los criminales, a los tontos, a los de otro color; soportas las agresiones del orgullo, las asechanzas de los enfermos; alivias a los impotentes, estimulas a los tímidos, complaces a los hartos, encuentras la fórmula de los desencantados”
Jaime Sabines
ESCRIBE: ERNESTO ACERO C.
La democracia es régimen político, es paideia y es procedimiento*. Es un régimen político, social, sujeto a pasiones, envidias, furias, irracionalidades y otras manifestaciones de lo simple y de lo criminal. La democracia es educación (paideia) sometida a las fuerzas de la naturaleza humana, a la idiosincrasia donde lo teórico se topa (y se filtra) con realidades terrenales. La democracia también es procedimiento que (ingenuamente) pretende garantizar que pasiones e idiosincrasia, no se manifiesten como valladares para lo justo, para que todas las personas tengan las mismas oportunidades.
Centremos nuestra atención en la vertiente procedimental. Es relevante esta arista dado que hasta la fecha y en buena medida, es verdad como dice Bierce, el sufragio universal se reduce a un “derecho a votar por el hombre que ha elegido otro hombre”. La elección por un medio alternativo como son los concursos de oposición suele ser igualmente tramposa. Uno de los filtros que suelen ser usados es el de las “entrevistas” (que sirvieron para reír a don Pablo Gómez), que no son sino careos entre quienes eligen y los que desean ser elegidos. Estos encuentros llevan a desenlaces inverosímiles: una y otra vez, suelen descartarse las personas que han dado los mejores resultados en evaluaciones y se suelen designar a los más imbéciles, así, de plano.
El escritor Isaac Asimov augura un modelo electoral que elimina el “dinero electoral despilfarrados en las campañas”. El modelo descrito por el estadounidense, sobre todo, elimina la amenaza de “otro don nadie introducido a presión y a bombo y platillo de publicidad” a cargos públicos de alta repercusión social. Es verdad: a los cargos públicos suelen filtrarse como la humedad o como el salitre, los más geniales mentecatos o perversos, o ambas cosas y los costos de sus malas o estúpidas obras, las paga la sociedad en su conjunto. Las elecciones se ganan con votos y los votos se obtienen de mil formas que no necesariamente son moralmente aceptables [a no ser que la moral sea concebida como el árbol que da moras, como solía suponer El Alazán Tostado].
¿En qué consistía la visualización descrita por Asimov? Se trata de una supercomputadora de capacidad casi inimaginable con “más de kilómetro y medio de largo, que tenía una altura equivalente a tres pisos”, en cuyas tripas se movían más de cincuenta técnicos que “recorrían sin cesar los corredores interiores de su estructura”. Esa era una “de las maravillas del mundo”. Ese procesador tenía la capacidad de evaluar, sopesar y considerar “toda clase de factores conocidos, billones de ellos”. Ante lo que estamos es una especie de “dedazo informático” que resultaba más equilibrado, racional, económico, socialmente aceptable y hasta más democrático que el sufragio universal. De cierta manera, Multivac era la manifestación corpórea de la voluntad popular.
Ahora, los mexicanos y en particular los nayaritas, estamos ante una inédita elección de jueces, de magistrados y ministros. Estamos ante campañas que no lo son. Estamos ante candidatos que no saben que hacer y que prometen portarse bien, como siempre ha sido en todos los casos, para todos los cargos y en todo tiempo y lugar.
Todos vamos a elegir en México a nueve ministros, jueces y magistrados. En el estado de Nayarit, se “elegirá” (me parece que debemos empezar a acostumbrarnos a escribir muchas cosas “entre comillas”) a magistrados del Tribunal Superior de Justicia, a magistrados del Tribunal de Disciplina Judicial y a jueces. Los aspirantes a los cargos ya realizan campañas que no llegan a la abrumadora mayoría de la población. Ni siquiera las campañas “institucionales” de los órganos electorales han impactado entre la población. Solamente la publicidad que ha aportado el Poder Ejecutivo Federal ha logrado resultados positivos en cuanto al conocimiento de la elección.
Estamos por ver los resultados cuantitativos de la elección judicial. Las predicciones no son de lo más alentador. Vamos a esperar los resultados para ver en qué proporción se logró atraer a los votantes a los centros receptores del sufragio ciudadano. Vamos a ver cuántos votos llevan a ministros, a magistrados y a jueces, locales o del poder judicial federal, a las oficinas donde van a despachar los asuntos de su incumbencia. No dudaría que varios mentecatos accedan a sus cargos por los votos de un par o una tercia de perplejos.
He sostenido, desde hace ya varias décadas, que el Poder Judicial debía cambiar en la esfera procedimental de la designación de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En 1928 Plutarco Elías Calles le metió mano a la Ley Fundamental con la que se dio todo el poder al Presidente de la República para designar a los ministros. Imponiendo ministros el Presidente ya podía imponer su voluntad en todo el Poder Judicial. El mismo modelo se impuso en las entidades federativas a favor de los gobernadores.
La reforma constitucional del Poder Judicial de la Federación y de las entidades federativas, es un paso apenas que equivale a un salto de gigantes en el territorio de la fosilización de ese poder. El proceso electoral que vivimos en México deja mucho que desear. Estamos por ver si una corrupción no se sustituye por otra o un nepotismo no reemplaza a otro nepotismo. Es cosa de paciencia y en unos cuantos días veremos nombres y parientes, nombres y reyes detrás de ciertos tronos. Es deseable que las equivocaciones estén a la orden del día.
Es plausible que se haya derribado el edificio de cierta corrupción y cierto nepotismo. Bien: la reforma al Poder Judicial de 2024, representa el fin de la era callista iniciada en 1928. No obstante, el proceso electoral deja mucho que desear. Las campañas no son campañas. Los candidatos no actúan como candidatos o lo hacen como si compitieran por cargos legislativos o ejecutivos. Falta democratizar la elección de altos funcionarios del Poder Judicial de la Federación. Hasta ahora, en México no hay mejor ejemplo de democracia que la Lotería Nacional. Esta es la institución más democrática concebida en México, la Lotería Nacional, que nada pide “a cambio sino unas monedas miserables” (Sabines dixit). Esa es la disyuntiva: la lotería o el Multivac. Eso es lo que puede haber ante lo que hay. Esa es la disyuntiva: democracia o simulación.
* Cornelius Castoriadis: “La democracia como procedimiento y como régimen” (https://red.pucp.edu.pe/ridei/files/2011/08/881.pdf).