Desde hace cuatro décadas, el señor Rodolfo Godínez Varela, de 72 años, recorre las calles de la capital nayarita empujando su clásico carrito de paletas, bajo el sol, la lluvia o el viento, este hombre ha dedicado su vida a un oficio sencillo pero honesto, ser paletero.
En entrevista, don Rodolfo recordó que hace cuarenta años vender paletas era un reto mayor, pero nunca pensó en renunciar: “Porque es el único trabajo que conozco, y aunque antes se vendía menos, nunca me he detenido, ni me detendré, seguiré adelante”, comentó mientras acomodaba los productos en su carrito.
Especificó que cada mañana, a las 9 en punto, sale de su domicilio en la colonia Miguel Hidalgo, muy cerca del libramiento carretero, para recorrer a pie cerca de 7 kilómetros en un trayecto que lo lleva por distintas colonias hasta llegar a la cancha de Los Fresnos y de ahí se regresa.
Detalló que su jornada laboral la termina alrededor de las 5 de la tarde, cuando regresa a casa, con el corazón satisfecho y con la esperanza de haber vendido lo suficiente para lograr obtener buenas ganancias: “Gano más o menos 300 pesos al día, pero ya no rinde como antes, antes con eso se vivía mejor”, aseveró el comerciante.
Don Rodolfo, quien nunca contrajo matrimonio, cree que su oficio fue una barrera para el amor. “Una vez una señora me dijo que las mujeres no se fijan en un paletero, que porque es un oficio de bajo perfil. Yo también lo pensé, y ya no insistí en conquistarla”.
Pese a las dificultades económicas y sentimentales, don Rodolfo se define como un hombre feliz, pero además cree que su buena salud se debe al constante ejercicio que realiza: “Caminar tanto me ha hecho bien, casi no me enfermo”.
En su carrito lleva de todo: esquimales, sándwiches, bolis de agua y moldes de leche. Los precios van desde los 20 hasta los 30 pesos, accesibles para niños, jóvenes y adultos que aún conservan el gusto por los sabores tradicionales.
Con nostalgia, don Rodolfo recuerda a sus antiguos clientes: “Muchos ya no viven, pero los niños que me compraban hace 35 años ahora son padres, y son ellos quienes les compran paletas a sus hijos. Me da gusto verlos otra vez, ya grandes, pero con el mismo gusto por las paletas”, aseveró.